viernes, 26 de octubre de 2018

¿Cáncer?


Publican libro sobre los 5 síntomas para prevenir el cáncer según Santa Hildelgarda. Santa Hildegarda de Bingen es famosa por haber recibido numerosas visiones en las que se ostraban las causas y el desarrollo de varias enfermedades, entre ellas el cáncer; así, la máxima autoridad mundial en la medicina Hidelgarda ha publicado ahora en España el libro “Cáncer y debilidad del sistema inmunitario según Santa Hildelgarda”. Santa Doctora de la Iglesia, nació hace 900 años en Alemania, pero aún asombra a la ciencia médica con sus remedios a enfermedades, como el cáncer. Ahora la editorial Libros Libres publica en España “Cáncer y debilidad del sistema inmunitario según Santa Hildelgarda”. 

Según explican desde la editorial, Santa Hildegarda de Bingen recibió del Espíritu Santo visiones hace casi un siglo, en las que se mostraban las causas y el desarrollo de la enfermedad del cáncer. En el libro “Cáncer y debilidad del sistema inmunitario según Santa Hildegarda”, escrito por el Doctor Strehlow, esta religiosa describe detalladamente las señales precoces e indicadores, que ella llama “fase de precancerosis” y que pueden desembocar en el padecimiento de esta enfermedad. El Doctor Strehlow, la máxima autoridad mundial en la medicina hildegardiana explica multitud de casos de pacientes que han pasado por su consulta al largo de los últimos 40 años y cómo se han provocado mejoras asombrosas tras seguir las indicaciones que recomienda Santa Hildegarda. En el libro, Santa Hildegarda enumera 5 síntomas que se presentan antes del cáncer: Trastornos del corazón; problemas de garganta y vías respiratorias; trastornos hepáticos; trastornos del estómago y del intestino y, trastornos reumáticos. Si estas cinco señales están presentes el enfermo se encuentra seguramente camino de una enfermedad cancerosa. Si se ignoran esas cinco señales se puede llegar a lo que llamamos el “salto al cáncer” que puede desembocar en la formación de tumores malignos.



Y es que, la salud para Santa Hildegarda no es ninguna casualidad sino un proceso dinámico sobre el que cada uno de nosotros puede influir diariamente desde dentro y desde fuera mediante un estilo de vida razonable y una alimentación adecuada, de lo cual cada uno es responsable. Así, según precisan, cada cual puede mantener su salud, volverla a recuperar o estropearla y bloquear las fuerzas curativas.  En la base del Arte de Curar de Santa Hildegarda existe un programa con seis Reglas de Oro de la Vida con las cuales se puede influir sobre los procesos de curación



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¿Los que se quitan la vida van al Cielo?



El último momento de la vida de alguien es trascendental, pues allí decidiremos si aceptamos el amor y la misericordia de Dios o simplemente lo rechazamos.

Hace unos días veía en las noticias el caso de una chica de 18 años que se había quitado la vida en su casa. Según afirman sus padres, sufría una terrible depresión, consecuencia de una ruptura amorosa. Inmediatamente después, llegó a mi mente la pregunta ¿Qué pasará con su alma? ¿se salvará o se condenará por suicidarse? Esto fue lo que encontré. Hay que recordar las palabras de San Pablo, quien nos dice que, Dios: “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tm 2, 4). El Señor quiere que, todos y cada uno de nosotros, gocemos de su presencia y su compañía en la vida eterna. Pero también hay que dejar claro que Dios siempre respetará nuestra libertad para rechazar ese deseo.



El último momento de la vida de alguien es trascendental, pues es allí donde podremos arrepentirnos de nuestras faltas y decidiremos si aceptamos el amor y la misericordia de Dios o simplemente lo rechazamos. El Catecismo de la Iglesia Católica claramente nos dice cómo es que un alma puede perderse: “Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra “infierno”. (CEC 1033) Dios nos extiende su mano también hasta en el último momento de nuestra vida, pero somos libres de aceptarlo o

no.

La vida es un don de Dios y cada uno es el responsable de aprovecharla adecuadamente a los ojos del Creador. Nadie es dueño de su propia vida, sólo es administrador, de modo que habremos de cuidarla y dar cuenta de ello. Por lo tanto, el suicidio contradice el fin de este regalo divino. Es un acto egoísta que va en contra del amor infinito de Dios. En consecuencia, queda claro que quitarse la vida es un acto grave. Ahora bien, cuando alguien se suicida, nadie en esta tierra puede afirmar si esa persona se fue cielo o al infierno. La Iglesia nos explica: “No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado por caminos que Él solo conoce la ocasión de un arrepentimiento salvador” (CEC 2283).



Si bien, como ya dijimos, el suicido es un acto de gravedad, nadie debe concluir por sí mismo los motivos que llevaron a esa persona a cometer tal hecho. Pues hay que saber que quien decide acabar con su vida, ordinariamente no tiene un dominio completo de su voluntad. Nadie que se encuentre en un sano equilibrio emocional, psicológico y espiritual, atentaría en total libertad (con todo el sentido de lo que implica) con su vida; por ende, quien se quita la vida, lo está buscando, desesperadamente, como una salida fácil. De tal modo que, su grado de culpabilidad, es menor y posiblemente Dios no la juzgará como si lo hubiera realizado plenamente consciente y de manera libre. Ya sea por: “trastornos psíquicos graves, la angustia, o el temor grave de la prueba, del sufrimiento o de la tortura, pueden disminuir la responsabilidad del suicida” (CEC 2282). La Misericordia de Dios es grande y nunca se acaba, bien lo sabemos. Por eso, guardamos la esperanza de que todos aquellos que tristemente han decidido terminar con su vida, puedan gozar también de la vida eterna. Nadie puede afirmar su condenación ni su salvación, esto sólo le toca a Dios juzgarlo.



Recordemos que Dios mira siempre el interior de nuestro corazón y nos dará siempre, hasta el último momento de nuestra vida, oportunidades para estar con Él. De tal modo que no dejemos de pedir por su eterno descanso.

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