sábado, 15 de diciembre de 2018

Enfrentarse a lo desconocido




El Papa propone crear una red de fraternidad con los refugiados y migrantes. El Papa propone crear una red de fraternidad con los refugiados y migrantes El Papa Francisco propuso formar una red de fraternidad encabezada por la Iglesia que permita acoger y ayudar a los que huyen de la guerra, de la pobreza y del hambre y buscan refugio lejos de su patria. El Santo Padre realizó esta petición este viernes 14 de diciembre durante la audiencia que concedió en el Vaticano a los promotores, organizadores y artistas del concierto “Navidad en el Vaticano” que se celebrará el sábado 15 de diciembre en el Aula Pablo VI. Durante su discurso, Francisco destacó que la Navidad “este año en particular, nos llama a reflexionar sobre la situación de muchos hombres, mujeres y niños de nuestro tiempo, –migrantes, prófugos y refugiados–, en marcha para escapar de las guerras, de las miserias causadas por las injusticias sociales y del cambio climático”. Indicó que es gente que lo ha dejado todo, hogar, parientes, patria, para “enfrentarse a lo desconocido”. E invitó a reflexionar sobre ello, porque, para tomar una decisión así “se debe haber padecido una situación muy grave”. Además, recordó que también la Sagrada Familia tuvo que huir de la violencia de Herodes.

“Cuando la violenta ira de Herodes se abatió sobre el territorio de Belén, la Sagrada Familia de Nazaret experimentó la angustia de la persecución y, guiada por Dios, se refugió en Egipto. El pequeño Jesús nos recuerda que la mitad de los refugiados de hoy en el mundo son niños, víctimas inocentes de la injusticia humana”. En concreto, sobre la propuesta de red de fraternidad, explicó que debe formarse con la educación “en primer lugar, para educar a los más pequeños entre los migrantes, es decir, aquellos que, en lugar de sentarse en las sillas de la escuela como tantos de sus coetáneos, pasan los días haciendo largas marchas a pie o en vehículos improvisados. y peligrosos”. “También ellos necesitan formación para poder trabajar el día de mañana y participar como ciudadanos conscientes en el bien común. Y, al mismo tiempo, se trata de educarnos a todos en la acogida y la solidaridad, para evitar que los migrantes y los prófugos encuentren indiferencia o, peor aún, rechazo en su camino”. En segundo lugar, formar esa red con la educación “significa hacer que las personas se levanten, que puedan volver a ponerse en camino con plena dignidad, ¿con la fuerza y ?el coraje de enfrentar la vida, valorizando sus talentos y su trabajo”. Por último, implica, asimismo, “una solución válida para abrir de par en par las puertas de los campos de refugiados, hacer que los jóvenes migrantes se incorporen en las sociedades nuevas encontrando solidaridad y generosidad y promoviéndolas a su vez”.

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Dar y recibir consejos




Aconsejar es una de las actividades humanas más hermosas Damos un consejo cuando creemos que podemos ayudar a otro. Pedimos y recibimos un consejo cuando notamos la necesidad de más luz antes de tomar ciertas decisiones. Aconsejar es una de las actividades humanas más hermosas. Muestra que vivimos en mutua dependencia, y da cauce a ese deseo tan rico que tenemos de compartir lo que pensamos pueda servir a los demás. No siempre es fácil dar con un buen consejero. A veces nos fiamos de alguien que parece un conocedor y luego desvela su poca competencia a la hora de responder a nuestras preguntas. Tampoco es fácil dar consejos. Quizá porque no nos sentimos preparados, o porque tenemos miedo a equivocarnos, o porque el otro no nos interpela, o simplemente para no meternos en problemas. A pesar de las dificultades, millones de seres humanos piden y reciben consejos, mientras otros millones los ofrecen. De ese modo, se muestra una rica solidaridad en la búsqueda del saber que nos permita caminar juntos hacia la verdad.



Después de los consejos dados y recibidos, ciertamente, cada uno asume sus propias responsabilidades. Nunca un consejo puede convertirse en excusa para una acción peligrosa, como si todo fuera imputable al consejero. Pero con los riesgos propios de toda actividad humana, la historia de cada uno, la de ciudades e incluso la de las naciones enteras, sigue adelante con consejeros. Consejeros que, esperamos, ofrezcan luz y ayuda antes de tomar decisiones que pueden ser claves para la vida presente y para nuestro caminar hacia el encuentro eterno y definitivo con Dios.




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jueves, 6 de diciembre de 2018

Los hijos berrinchudos serán adultos infelices.


¿Consentir en todo a nuestros hijos? La vida se va rápidamente, sin embargo, los años que nos toquen vivir deben ser aprovechados al máximo, porque el ser humano ha sido creado para trascender, es cierto que algunos han dejado huella a nivel mundial por sus notables acciones, como los santos o los héroes o hasta por sus escándalos, como algunos artistas que han tenido la desgracia de fallecer jóvenes debido a su adicción a las drogas; pero hay otros que lo hecho de forma discreta y silenciosa, pienso en la gente que se dedica diariamente a trabajar y cumplir puntualmente con sus responsabilidades para con su familia, su patria, su comunidad y su Señor Dios. Así pues, todos de algún modo tenemos la oportunidad de marcar la diferencia en el sitio en el que nos desenvolvemos y con la gente con la que nos relacionamos a diario.

Esto me lleva a pensar en una de las maneras más bellas y aparentemente sencillas de permanecer: tener un hijo.  Los pueblos antiguos así lo creían y sin ir tan lejos, todavía en el siglo pasado, las familias numerosas se consideraban una bendición, no como ahora, que quien se atreve a tener tres o hasta cuatro hijos es visto como bicho raro.  Basta recordar cómo eran las fiestas, sobre todo las de la época navideña: posadas multitudinarias y cenas de Nochebuena en la que se reunían los hijos con sus respectivas familias, llenando la casa de los abuelos para pasar momentos memorables. Poco a poco la mentalidad se ha modificado y ahora son pocas las familias que tienen la fortuna de reunir a muchos miembros, y menos porque los jóvenes ya no quieren comprometerse en matrimonio. Prefieren vivir juntos y comprarse una mascota.   
Lo cierto es que estamos frente a un fenómeno cada vez más común que tiene raíces en la infancia.  Los especialistas en el tema aseguran que los primeros años son vitales en el aprendizaje de los pequeños. Ahí aprenden a distinguir su sexo, entendiendo que niños y niñas son distintos.  Es en esa etapa en la que también son más vulnerables y requieren de disciplina y amor, cada uno en la misma medida.  Porque es necesario recordar que el menor no tiene aún la capacidad de discernimiento, se da cuenta perfectamente de sus actitudes o la de sus padres, pero no vislumbra si son buenas, malas o si tendrán alguna consecuencia de gravedad. 
Dependen absolutamente de lo que papá o mamá les enseñen.  Lo que rige en su conducta es el instinto y el sentimiento, por eso hay que ponerles límites.  De otra manera, crecerán confundidos y se convertirán en tiranos, porque de pequeños se les permitió hacer lo que les vino en gana. Basta con echar un ojo a los videos que cunden en las redes sociales en donde aparecen padres y madres golpeados por sus hijos, que, no sabiendo controlar su carácter, desquitan su frustración con objetos y personas, un comportamiento que se ha salido de las manos de los progenitores porque en su momento no aplicaron un correctivo. Y no me refiero a golpearlos, aunque la gente de mi generación creció con algunas nalgadas cuando cometíamos una travesura y no estamos traumados, sino a llamarles la atención con firmeza y dejarles en claro que responder con agresividad no es correcto, tomarlos de los brazos y calmarlos, no seguirles el juego ni ceder ante sus caprichos y exigencias, porque es seguro que cuando sean jóvenes y quieran actuar de la misma manera, comenzarán las frustraciones e injusticias.

Un hijo que no recibe corrección crece suponiendo que toda la gente tiene la obligación de ceder a sus deseos y cuando eso no sucede, reacciona con enojo, grita y ofende, actitudes que lo alejan del resto de las personas y que con el tiempo terminarán dejándolo solo para no lidiar con él. Porque es obvio que la paciencia, la cordura, la comprensión, el manejo de las emociones, el aprendizaje ante los fracasos, el perdón, la humildad y demás valores, deben cultivarse en el seno familiar.  Esa es la tarea de los padres de familia, y por supuesto, debe predicarse con el ejemplo. Por eso, antes de consentir el mal comportamiento de los hijos, pensemos en que quizá les haremos un daño permanente, no permitamos que eso ocurra, es mejor que lloren un poco por no conseguir lo que desean pero que aprendan que las cosas se obtienen con esfuerzo, empeño y dedicación.  Sólo así les aseguraremos un futuro feliz.



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Nuestra historia personal deja una huella en nuestros hijos.


5 Tips para educar a nuestros hijos a actuar para ayudar a los demás. A veces pensamos que lo que hacemos en la vida sólo nos afecta a nosotros, sin darnos cuenta de que todos nuestros actos van creando una historia, tanto personal como familiar y le van imprimiendo un estilo a nuestra familia. Así que debemos hacer conciencia y buscar que actuemos siempre conforme a lo que Dios nos manda y la moral permite. Así también debemos darles testimonio a nuestros hijos a actuar para ayudar a los demás, por eso aquí te dejo mis 5Tips para educar a nuestros hijos en este estilo de vida.

1)      Actúa como si todo dependiera de ti.
Es necesario poner todo de nuestra parte para que nuestros actos sean buenos y conforme a lo que los mandamientos nos van marcando. Es necesario también que demos testimonio con nuestras acciones de que Dios es el centro de nuestras vidas y por lo mismo hacemos las cosas para agradarle a Él, aunque al mundo no le agraden tanto. Debemos ser valientes. Debemos actuar bien para dar siempre frutos buenos, mucho más cuando los beneficiados son nuestros familiares. Seamos generoso y humildes para que nuestros hijos lo sean también.

2)      Reza como si todo dependiera de Dios.
La oración es parte importante para que nuestras acciones den frutos buenos en nuestra familia.
Es necesario sobrenaturalizar lo cotidiano y la mejor forma de hacerlo es con nuestras oraciones y ofrecimientos diarios.
Es importante tener claro que la acción sin oración se vuelve infecunda. Si nuestros hijos ven que nosotros oramos a Dios en todo momento y con todo nuestro corazón, seguro que ellos lo harán de forma cotidiana y constante, logrando sobrenaturalizar lo cotidiano.

3)      Ofrece todas tus acciones.
Otra forma muy buena de que nuestras acciones vayan dejando huella en la historia de nuestros hijos es que las ofrezcamos a Dios para que sea El quien las haga fructificar en nuestros hijos.
Además, así, estaremos dándole un sentido trascendente a nuestro vivir y por lo mismo haremos todo para que nuestros hijos se sientan orgullosos de formar parte de nuestra familia. Las acciones ofrecidas a Dios se vuelven capital de gracia para nuestra familia.

4)      Plática con tus hijos para que lo comprendan.
También es necesario explicarles a nuestros hijos el estilo de vida que llevamos como personas y como familia para que ellos también puedan participar.
Es importante que comprendan todo lo que hacemos para que después lo hagan suyo y lo vivan por gusto y no por obligación.

5)       Busca hacer siempre el mayor Bien posible.
Si ya comprendimos que todo lo que hacemos les beneficia o perjudicas nuestros hijos, entonces debemos buscar hacer el mayor Bien posible. Así, siempre escogeremos entre dos vienes el mayor y con este testimonio nuestros hijos estarán capacitados para siempre actuar confirme al bien, la moral y lo que Dios nos manda.


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Bendito el que viene en nombre del Señor


San Nicolás, Obispo

Isaías 26, 1-6: “El pueblo justo se mantiene fiel al Señor”

Salmo 117: “Bendito el que viene en nombre del Señor”

San Mateo 7, 21. 24-27: “El que cumple la voluntad de mi Padre entrará en el reino de los cielos”
¿Dónde pones tus seguridades? ¿Qué es lo más importante para ti? Serían algunas de las preguntas que hoy nos hacen estos textos de Adviento. Isaías busca convencer al pueblo de Israel de que su única roca segura es el Señor, presentándole la soberbia Babilonia reducida a cenizas, anunciando una nueva Jerusalén, reconstruida y fortalecida.
Todo esto se logrará si se mantiene fiel al Señor, si vive en justicia y pone su confianza en su Libertador. Igualmente, Jesús nos cuestiona en el pasaje del evangelio de San Mateo sobre el cimiento de nuestras seguridades. El hombre moderno se siente seguro y confiado en tantos “ídolos”, tantas protecciones y comodidades, que fácilmente se olvida de Dios. Ansioso por ganar cada día, por vivir mejor, se pierde en el torbellino de las actividades, de la ansiedad por poseer más, de disfrutar más… y se olvida de Dios, de los hermanos y de su misma persona. ¿Toda esta actividad frenética tiene un fundamento sólido? ¿No es basura y hojarasca que se lleva el viento?  
Es difícil convencer a quien tiene atado su corazón a las riquezas y placeres que esto no es lo más importante. No logró convencer Isaías a los israelitas a pesar de presentar una nueva ciudad viviendo en la justicia y en el derecho; no parecen convencernos ahora las palabras de Jesús quien afirma que sólo tendrá seguridad quien vive de su Palabra. Sin embargo, las consecuencias las estamos viviendo cada día: al olvidarnos que somos hijos de Dios, que vivimos para Él, que todos somos hermanos, hemos construido un mundo de salvaje competencia e injusticia donde cada quien se hace justicia por su propia mano y cada quien pone las leyes y principios a su gusto. Así hemos construido un mundo que se desbarata y nos lanza a la oscuridad y a la inseguridad.

Todo cae, cuando la única ley es el dinero y el poder. Escuchar las palabras de Jesús es construir sobre seguro, es fincar sobre piedra, es buscar el reino. El adviento nos debe llevar a mirar que no sólo digamos palabras de súplica y oraciones vacías, sino que realmente construyamos sobre las bases sólidas de la palabra del Señor. Busquemos en este tiempo silencio y espacios para escuchar la Palabra amorosa de Jesús. Y después busquemos la ocasión propicia, que siempre llegará, para ponerla en práctica. Ven, Señor, Jesús.


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