miércoles, 23 de agosto de 2017

Orden Sacerdotal


El sacerdote participa de la dignidad sacerdotal de modo que lleva los frutos de la Redención a todos los demás.

El Orden es el sacramento por el que algunos de entre los fieles quedan constituidos ministros sagrados, al ser marcados con un carácter indeleble, y así son consagrados y destinados a apacentar el pueblo de Dios según el grado de cada uno, desempeñando en la persona de Cristo Cabeza las funciones de enseñar, santificar y regir.

Jesucristo es el verdadero y supremo Sacerdote de la Nueva Ley, pue sólo Él nos reconcilió con Dios por medio de su Sangre derramada en la Cruz (hebreos 8,1; 9,15). Sin embargo, quiso Jesús que algunos hombres, escogidos por Él, participaran de la dignidad sacerdotal de modo que llevaran los frutos de la Redención a todos los demás. Con ese fin instituyó el sacerdocio de la Nueva Alianza (Lucas 22,19). A su vez los Apóstoles, inspirados por Dios, sabían que el encargo de Jesús no acabaría con ellos, y por eso transmitían el ministerio mediante el sacramento del Orden, que administraban por la imposición de las manos y la oración (Hechos 14,23-24). De este modo comunicaban a otros hombres el poder de regir, santificar y enseñar que ellos habían recibido directamente del Señor.

Es dogma de fe explícitamente definido que el sacramento del Orden sacerdotal es uno de los siete sacramentos de la Nueva Ley instituidos por Nuestro Señor Jesucristo.

Los protestantes niegan este sacramento: para ellos no hay distinción entre los sacerdotes y los laicos; todos los fieles son sacerdotes, y para ejercitar el ministerio sólo requieren un nombramiento o delegación de la comunidad.

Consta expresamente en la Sagrada Escritura que Cristo hizo de los Apóstoles una elección especial: "Subió a un monte y llamando a los que quiso, vinieron a Él, y designó a doce para que le acompañaran y para enviarlos a predicar" (Marcos 3,13-15); "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros" (Juan 15,16).

Al elegirlos les confió una misión y les dio unos poderes particulares; en concreto:
Poder de perdonar los pecados: " A quienes ustedes perdonen los pecados les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen les quedarán sin perdonar" (Juan 20,23; Mateo 16,19; 18,18). 

Poder de administrar los demás sacramentos y de predicar la Palabra de Dios: “Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones y háganlas mis discípulos, bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; y enséñenles a obedecer todo cuanto les he mandado a ustedes" (Mateo 28,19-20); "Como mi Padre me envió, así yo los envío a ustedes" (Juan 20,21).

Poder sobre el Cuerpo real de Cristo, para renovar incruentamente el sacrificio de la Cruz, hasta el fin de los siglos (Lucas 22,19; 1 Cor 11,23-25). Este es el principal poder que reciben los presbíteros, pues el sacerdocio se ordena primariamente al sacrificio.

Estos poderes fueron dados por el Señor a sus Apóstoles con una finalidad: continuar su misión redentora hasta el fin de los siglos (Mateo 28,20; Juan 17,18). Esta finalidad sería inalcanzable si los poderes terminaran con la muerte de los Apóstoles, y por eso Cristo les mandó que los transmitieran, y así lo entendieron y practicaron desde el principio:

"Impusieron las manos sobre algunos, elegidos específicamente" (Hechos 6,6;  3,13). Constituyeron presbíteros y obispos para gobernar las Iglesias locales (Hechos 14,23; 20,28), para administrar los sacramentos (1 Corintios 4,1), para fomentar las buenas costumbres y vigilar la recta doctrina (1 Tesalonicenses 3,2). Constituyeron presbíteros y obispos para gobernar las Iglesias locales (Hechos 14,23; 20,28), para administrar los sacramentos (1 Corintios 4,1), para fomentar las buenas costumbres y vigilar la recta doctrina (1 Tesalonicenses 3,2).

Este sacramento se llama Orden sagrado porque consiste en grados ordenados, jerárquicamente subordinados entre sí, de los que resulta la jerarquía eclesiástica.

La materia del sacramento del Orden es la imposición de las manos y la forma es la oración conservatoria que los libros litúrgicos prescriben para cada grado. 

En la ordenación de presbíteros son las palabras de la oración que el obispo dice después de que el ordenado ha recibido la imposición de las manos. Las esenciales son: "Te pedimos, Padre Todopoderoso, que confieras a estos siervos tuyos la dignidad del presbiterado; renueva en sus corazones el Espíritu de santidad; reciban de Tí el sacerdocio de segundo grado y sean, con su conducta, ejemplo de vida" (Ritual de Ordenación de Presbíteros).

Por la ordenación sagrada el sacerdote es constituido ministro de Dios y dispensador de los tesoros divinos (1 Cor 4,1). Con este sacramento recibe una serie de efectos sobrenaturales que le ayudan a cumplir su misión, siendo los principales: a) el carácter indeleble, distinto al del Bautismo y al de la Confirmación, que constituye al sujeto en sacerdote para siempre (Hebreos 5,5-6).

En el caso de los tres sacramentos que lo imprimen, el carácter es una cierta capacitación para el culto, que en el sacramento del orden constituye la más plena participación en el sacerdocio de Cristo:

Lleva a su plenitud el sacerdotal.
Perfecciona el poder sacerdotal.
Corona la capacidad de ejercer fácilmente ese poder sacerdotal que el fiel ya tiene por el Bautismo y la Confirmación.

El carácter realiza todo eso a través de una configuración del que se ordena con Cristo, Cabeza del Cuerpo Místico, que le faculta para participar de un modo muy especial en su sacerdocio y en su triple función. Por eso el sacerdote se convierte en:

a) Ministro autorizado de la Palabra de Dios.
b) Ministro de los sacramentos.
c) Ministro del pueblo de Dios.

El sacramento del Orden aumenta la gracia santificante; otorga, además, la gracia sacramental; es decir, la ayuda sobrenatural necesaria para poder ejercer debidamente las funciones correspondientes al grado recibido.

El ministerio eclesiástico, instituido por Dios, está ejercido en diversos órdenes que ya desde antiguo reciben los nombres de obispos, presbíteros y diáconos.



Por: Pbro. José Manuel Silva Moreno


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