Hablar
de uno mismo puede ser positivo y no solo “autobombo” Jordi Collell tiene una
profesión que hace años no existía: es un personal brander o gestor
de la marca personal. Ayuda a personas e instituciones a ser lo que
son, a ser conocidas, reconocidas y valoradas. Hablar
demasiado de uno mismo tiene sus riesgos. De hecho, el “autobombo” puede ser
tachado de orgullo, pero según los “personal branders” o promotores de la marca
personal, no es así. Callar lo que uno es es un acto egoísta, porque “callar es
negarse a compartir lo bueno que tienes”, advierte Collell, que es profesor de
la Facultad de Comunicación y Relaciones Institucionales Blanquerna, de
la Universidad Ramon Llull. “Yo soy mi marca”, dice usted. ¿Soy algo más, ¿no?
Una marca es
un símbolo, un signo, una promesa de valor. Mi marca, la suya la de todos es la huella que deja en el corazón de los demás.
¿Le parece poco? No, dicho así me parece mucho.
Si dejo huella, si soy marca es porque los demás
existen, sin ellos no tendría sentido lo que le estoy contando por lo tanto soy
un ser social.
También soy una persona que está en el mundo y que está
persuadida de que puede cambiarlo a mejor y que, como ser social
que es, no puede hacerlo solo y necesita comprometerse con los demás para hacer
que las cosas cambien. Soy una huella en el mundo.
Busco la felicidad, la plenitud, el sentido de mi vida. Siempre lo he hecho y
creo que mi huella no se acaba con mi vida, ni la mía ni la de los demás,
claro. Creo que la plenitud se trabaja en diversos planos y solo uno de ellos
se ubica en el momento en que vivimos, pero hay
más y la búsqueda de la plenitud continuará después de mi vida. Soy
una huella trascendente.
¿Somos huellas trascendentes?
Usted,
yo y todos somos así, complejos, transversales y trascendentes. Y, por cierto,
todo esto forma parte de su marca.
El Evangelio pide proclamar el mensaje, pero no
hacerse autobombo. ¿Como lo conjuga, en su vida profesional?
Todos dejamos huella desde que nacemos, aunque no nos
demos cuenta. Los demás los que nos rodean nos leen y nos interpretan como
buenamente pueden y al final su lectura puede acabar muy sesgada.
Yo tengo una
máxima: “Si no te explicas te
inventan” y explicarse no va de autobombo, esto una falsa creencia que
posiblemente quiere excusar la dificultad que todos tenemos para elaborar una
comunicación personal potente. Pasa como la zorra y las uvas, si no sé cómo
comunicar lo que soy digo que es malo y esto es un contrasentido.
Si yo me
considero una persona válida, que puede aportar a los demás a través de su
experiencia, o de su conocimiento o de lo que sea ¿por qué me lo voy a callar? Callar no es un acto de humildad, es un acto de
egoísmo, el que no te vean no sea que te estigmaticen es falta de compromiso.
Callar es negarse a compartir lo bueno que tienes.
Usted me dirá que en las redes hay mucho humo y pocas nueces y le tengo
que reconocer que es cierto, pero también hay mucho valor compartido.
En lo que se
refiere al mensaje observo por parte de muchas personas que son creyentes la
paradoja de olvidar el Mensaje dentro de su mensaje. Se comparte conocimiento,
se comunican situaciones y eventos, se discute, se protesta, pero encuentro a
faltar elementos diferenciales.
Hemos de
hacer un esfuerzo colectivo para incluir en nuestro mensaje elementos
relevantes de nuestra fe sin caer en la ñoñería ni en el buenísimo, hemos de
salir del armario bien pertrechados para poder dar testimonio de manera eficaz.
Leí un libro del benedictino Lluís Duch que me hizo reflexionar mucho
porque habla del exilio de Dios, de su ausencia en la vida cotidiana y es algo
que nos debe de hacer no solo reflexionar si no actuar y poner al día los
mensajes personales.
En mi vida
profesional nunca me ha gustado el autobombo, más bien comparto material que
nos permite reflexionar sobre nuestra vida y sobre la huella que dejamos.
Al final
estoy convencido que solo llegamos a las personas si les solucionamos problemas
y yo les ofrezco la posibilidad de que con mi ayuda encuentren su lugar en el
mundo alcancen sus objetivos, tengan una mirada optimista y esperanzada y sean
más felices y todo esto tiene mucho que ver con el Mensaje.
Mucha gente tiene un potencial enorme, pero no se sabe
sacar partido. ¿Qué falla?
Hay un
pseudoaxioma de la publicidad que dice que si no te ven no existes y es
precisamente esto lo que falla. El potencial por si solo si no se comparte se
marchita como las flores en un jarrón. La
clave para sacar partido de uno mismo es compartiendo de manera profesional y
organizada conocimientos y experiencias que sean realmente útiles para los
demás.
Para
comunicar bien es necesario conocerse
en profundidad, saber lo que queremos ser y lo que podemos aportar, hacer un
plan y compartirlo, así de simple y así de complejo. Por esto el
personal branding tiene tanto sentido porque ayuda a las personas a conocerse y
a ser conocidas, reconocidas, memorables y elegidas.
Comunicar puede significar vender humo. ¿Cómo
conseguir que la comunicación sea auténtica y verdadera?
Cuando
comunicar significa vender humo la llama de la comunicación se extingue. Comunicar es aportar valor a tu interlocutor,
demostrarlo y hablar poco de ti.
Articular un
mensaje potente no es una tarea evidente tampoco es difícil, pero es complejo,
pensar bien nuestros mensajes, buscar ayuda profesional para que sean más
potentes y sobre todo llenarlos de
contenido real es la única receta para que la comunicación sea auténtica
verdadera y eficaz.
El personal branding, pasará de moda. Y luego, ¿qué?
Si desde que
nacemos dejamos huella, si nos vemos en la necesidad de explicarnos para que no
nos inventen, si tenemos que dar a conocer nuestra propuesta de valor nos vemos
en la necesidad de gestionar esta huella de por vida y por lo tanto el personal
branding no es una moda si no algo que ha venido para quedarse.
De hecho,
siempre las personas que han podido han gestionado su marca, su huella, pero la
eclosión de las redes sociales favoreció la democratización de esta gestión y
lo que antes era privativo para unos pocos ahora está en manos de todos.
Lo que si es
cierto que la manera de comunicar evolucionará al ritmo que marquen los
artefactos de comunicación y quizás lo interesante sería preguntarse cómo lo
haremos cuando las redes sociales sean sustituidas por otras cosas.
Qué le decimos a la Iglesia, un consejo de “marca” que
le vaya bien:
La Iglesia
son personas y es en ellas dónde encontrará a sus mejores embajadores. Cuidar a
las personas, favorecer que la comunidad de creyentes pueda expresarse a través
de los medos que utiliza normalmente, aportar soluciones y no trabas a los
problemas que tienen las personas y sobre todo ser luz y signo de esperanza en
un momento en que la liquidez inunda todas las esferas porque el mensaje
creyente es y será de una solidez a toda prueba.
Miriam Díez Bosch
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