Hay quienes se aprovechan de esa falsa
credibilidad y logran embaucar a otros basándose en sus supersticiones.
¿Has
visto alguna vez la cara de felicidad de los que se sacan la lotería? ¿O cuando
alguien recibe una casa o un coche en uno de esos sorteos que se anuncian por
televisión y radio? Sin ir más lejos, ¿cómo te has sentido cuando en la tómbola
de tu parroquia sales premiado con aquel regalo que tanto deseabas? ¿Suerte,
superstición, magia, coincidencia, carambolas?
Asignarle buena o mala suerte a un número, concretamente al número 13, es estar hablando de una superstición y si comenzamos a hablar de supersticiones, hay muchas: En día 13, ni te cases ni te embarques. Pensar en un viernes 13 para muchas personas es sinónimo de desgracias seguras. Romper un espejo trae consigo la mala suerte durante siete años. Pasar debajo de una escalera trae mala suerte.
Una superstición no es otra cosa que “asignarles presuntas fuerzas o poderes contenidos implícitamente a ciertos objetos y que con un gesto o una actitud pueden hacerse activos para alcanzar la felicidad o la desgracia”. (Diccionario del cristianismo. A. Morian).
Asignarle buena o mala suerte a un número, concretamente al número 13, es estar hablando de una superstición y si comenzamos a hablar de supersticiones, hay muchas: En día 13, ni te cases ni te embarques. Pensar en un viernes 13 para muchas personas es sinónimo de desgracias seguras. Romper un espejo trae consigo la mala suerte durante siete años. Pasar debajo de una escalera trae mala suerte.
Una superstición no es otra cosa que “asignarles presuntas fuerzas o poderes contenidos implícitamente a ciertos objetos y que con un gesto o una actitud pueden hacerse activos para alcanzar la felicidad o la desgracia”. (Diccionario del cristianismo. A. Morian).
Todas
las cosas, los números incluso, han sido creadas por Dios y Dios le ha fijado a
cada una de ellas una función muy determinada, por eso se llaman criaturas.
Nosotros debemos respetar y alegrarnos con todas esas criaturas y, cómo dice
San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales “usar de ellas tanto en
cuanto nos ayuden para alcanzar a Dios” (Sn. Ignacio de Loyola.
“Libro de los Ejercicios Espirituales”).
Lo que hacemos cuando le damos a las cosas un valor que no tienen en sí o esperamos de ellas una función para la cual no fueron creadas, estamos cayendo en una superstición, es decir, estamos usando las cosas en una forma equivocada, en una forma que no es la que Dios ha dispuesto. La suerte, o más bien dicho, la casualidad, puede existir: “me tropecé con el escalón y me fracturé un hueso”, o bien, “estaba caminando por la calle y me encontré una moneda”. Eso es una casualidad. Pero decir que me fracturé un hueso porque era día 13 y ese número es un número de mala suerte, eso sí que es una superstición, pues le estás atribuyendo al número 13 una función que no le corresponde. Muchos hombres llegan a perder poco a poco su fe por atribuirle propiedades a cosas que no las tienen. Hay quienes, además, se aprovechan de esa falsa credibilidad y logran embaucar a otros, basándose en sus supersticiones: son aquellos que piensan adivinar el futuro leyendo las cartas, los horóscopos o el agua.
Lo que hacemos cuando le damos a las cosas un valor que no tienen en sí o esperamos de ellas una función para la cual no fueron creadas, estamos cayendo en una superstición, es decir, estamos usando las cosas en una forma equivocada, en una forma que no es la que Dios ha dispuesto. La suerte, o más bien dicho, la casualidad, puede existir: “me tropecé con el escalón y me fracturé un hueso”, o bien, “estaba caminando por la calle y me encontré una moneda”. Eso es una casualidad. Pero decir que me fracturé un hueso porque era día 13 y ese número es un número de mala suerte, eso sí que es una superstición, pues le estás atribuyendo al número 13 una función que no le corresponde. Muchos hombres llegan a perder poco a poco su fe por atribuirle propiedades a cosas que no las tienen. Hay quienes, además, se aprovechan de esa falsa credibilidad y logran embaucar a otros, basándose en sus supersticiones: son aquellos que piensan adivinar el futuro leyendo las cartas, los horóscopos o el agua.
Yo te recomiendo estar tranquilo. Confiar en Dios,
pues como dice el salmo:
“En su mano están las honduras de la tierra,
y suyas son las cumbres de los montes; suyo el mar, pues Él mismo lo hizo
y la tierra firme que sus manos formaron” (Ps. 94, 4-5).
“En su mano están las honduras de la tierra,
y suyas son las cumbres de los montes; suyo el mar, pues Él mismo lo hizo
y la tierra firme que sus manos formaron” (Ps. 94, 4-5).
catholic.net
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