Jacques Philippe,
Sacerdote y autor de múltiples libros, mencionó que «la santidad del siglo XXI
va a ser la santidad de los laicos y de las familias». Este año, el mismo Papa
Francisco llamó a la santidad, en su exhortación apostólica: Gaudete et exsultate,
a través de la cual buscó impulsar y encarnar el concepto de «santidad» en un
contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades. Necesitamos
santos, sacerdotes y consagrados. Es un hecho, pero todo indica que el
Espíritu Santo también quiere impulsar la santidad de los laicos, porque es lo
que el mundo necesita en estos tiempos. Para la nueva evangelización, la tarea
de los seglares es fundamental. Dios, a cada uno, nos eligió para que
fuésemos santos e irreprochables ante Él, por el amor. (Ef. 1, 3-4). Cristo mismo nos ha hecho un llamado claro: «Sed
santos como vuestro Padre celestial es santo» (Mt 5,48). La voluntad
de Dios es nuestra santificación (1Tes 4,3). Incluso, el Catecismo de la
Iglesia Católica nos lo recalca: «Todos los fieles son llamados a la plenitud
de la vida cristiana (CIC 2028). Todos los cristianos, de cualquier estado o
condición están llamados, cada uno por su propio camino, a la perfección de la
santidad». (CIC 825).
Todos podemos ser santos, pero ¿cómo?
Lo esencial a reconocer
es que Dios te ama con un amor personal, a ti, con tus virtudes y tus defectos.
No has venido al mundo por casualidad.
Él te conoce por tu nombre y apellido. Él te quiere a ti, por el
simple hecho de ser tú. No te compares con los demás, levanta la cabeza y mira
el cielo, llegar ahí debe ser tu aspiración.
1. Busca que la santidad sea un
anhelo en tu corazón
El primer paso para
ser santo es simple. Cree y confía en que puedes alcanzar ese anhelo, porque
Dios así lo dispuso. Recuerda esta cita: Y Moisés dijo: «Y quién soy yo
para semejante tarea?» y Dios respondió: «Yo estaré contigo». (Éx 3,11-15) No
es quién tú seas, es con quién vas, y ten por seguro que Dios va contigo en
este caminar.
2. Recibe y acepta todo el amor de
Dios
Considera que la santidad
no consiste en la perfección absoluta, ni en adquirir competencias que nos
hagan «superiores» a los demás. La santidad es la capacidad de recibir y
aceptar todo el amor de Dios y compartirlo. Es decir, ser capaces de amar como
Dios ama: con fidelidad, pureza y generosidad. El instrumento para
alcanzarla es aceptar con alegría la Voluntad de Dios y el secreto para
lograrlo es: dejar que la gracia de Dios actúe en nuestra vida (Santa Teresa
del Niño Jesús). Simple: ama, acepta y confía.
3. Espíritu firme frente al maligno
En la actualidad, el
combate con el maligno es muy fuerte, un reto para todos. Mientras nosotros
bajamos la guardia, él aprovecha para ofrecernos «placeres» que, a final de
cuentas, nos desviarán del camino hacia la dicha divina. El Papa Francisco
asegura que, para dicho combate, los cristianos debemos mantenernos firmes en
la fe, y sostenernos de las armas que el Señor mismo nos ha dado: la oración,
la Palabra, la celebración de la Misa, la adoración Eucarística, la reconciliación
sacramental, las obras de caridad, la vida comunitaria y la misión. En
un mundo donde cada vez más cristianos son perseguidos por su fe, la vida
cristiana se convierte en una lucha permanente, en la que se requiere de mucha
valentía para permanecer firmes en el Evangelio y anunciarlo, siendo testigos y
apóstoles de la Palabra.
4. Créetelo, cree que la santidad es
un objetivo alcanzable
«Para ser santos no es
necesario ser Obispos, Sacerdotes, religiosas o religiosos. Muchas veces
tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes
tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para
dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser
santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones
de cada día, allí donde cada uno se encuentra». (Papa Francisco, Gaudete et
Exsultate, 1) ¿Quieres ser santo? Sé un buen cristiano.
Esto no significa solo creer en Dios, sino «creerle» a Él y Su mensaje de
Salvación. Habrá de evitarse todo
aquello que nos aleje de Dios, todo aquello que lo ofenda a Él y a los demás.
Debemos buscar amar a Dios por sobre todas las cosas. Pensar en amar y en
hacerlo todo con amor y por amor, convertir nuestras acciones en obras
agradables a Dios. En este proceso, la oración es un elemento sumamente
importante. Reconocemos que la santidad no se improvisa, ni se consigue de un
día para el otro, es un camino, con sus batallas y tropiezos, que requiere de
un sumo esfuerzo personal, de la mano de Dios y la oración. Otra
cosa, acepta la ayuda que Dios te quiere dar por medio de María. Ella
es el ejemplo perfecto de la Santidad. Invítala a tu vida, a vivir el proceso
contigo y sentirás palpablemente su guía.
Por último, recuerda
que ser santo es sinónimo de ir contracorriente, la Biblia lo recalca: «Si te
has decidido a servir al Señor, prepárate para la prueba» (Eclo 2,1). Pero
recuerda que la plenitud solo se logra alcanzando tu verdadero propósito y tú fuiste
creado, sin lugar a duda, para ser santo. Así que, ¡aférrate, porque la dicha
última está en Dios!
catholic.net
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