La Virtud de la Humildad una de las más
difíciles de Conseguir.
De todas las virtudes,
la humildad puede considerarse una de
las más difíciles de conseguir. Toda la literatura sobre el tema nos
lo repite. Siempre recordamos frases de grandes hombres como Ruskin («estoy
convencido que la primera prueba de un gran hombre consiste en la humildad»)
Cicerón («cuanto más alto estemos situados, más humildes debemos ser») y, por
supuesto, de santos como el Cura de Ars («si no tienes humildad, puedes decir
que no tienes nada»), San Agustín («sólo a pasos de humildad se sube a lo alto
de los cielos») o Santa Teresa («aquélla
que le parece que es tenida en menos entre todas se tenga por más dichosa»).
Es experiencia de todos sentir el aguijón de ese “yo”
que nos impulsa a hacer lo que muchas veces no queremos realizar. ¡Cuántas
veces nos arrepentimos de nuestras acciones y deseamos vivir con más sencillez
y menos altanería! ¿Cómo ser humilde? Dentro de las muchas
presentaciones que me llegan, esta semana hubo una que me llamó particularmente
la atención y que daba, justamente, siete
pasos para conseguir la humildad. Me picó la curiosidad. Su lectura me
ha ayudado mucho y he querido compartirla con todos ustedes, retocándola un
poco (a cada consejo le he añadido un párrafo de algún santo que le dé más peso
y contenido). Ciertamente, estas líneas no pretenden ser un manual
de “consígalo sin esfuerzo”. No hay rosa sin espinas. Pero tal vez la lectura
de este artículo pueda ayudar a alguno a enderezar el camino, como si se
tratase de un GPS que pide una reorientación de ruta. Espero, pues, que estos
ocho pasos sirvan a más de uno.
1.
Procura descubrir lo
mejor de cada uno:
Todo ser humano ha
tenido experiencias que tú no has tenido, y en esos aspectos te aventaja.
Einstein, reputado como uno de los grandes cerebros de la humanidad, dijo:
«Nunca he conocido a una persona tan ignorante que no tuviera algo que
enseñarme». «Procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas
que viéremos en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados.
Es una manera de obrar que, aunque luego no se haga con perfección, se viene a
ganar una gran virtud, que es tener a todos por mejores que nosotros, y
comiénzale a ganar por aquí el favor de Dios» (Santa
Teresa de Jesús, Vida, 13, 6).
2. Elogia sinceramente
a los demás:
¿Cómo se va a desdeñar a una persona a la que se le
está diciendo lo que se admira de ella? Cuanto más se mencionen las buenas
cualidades de quienes rodean a uno, más virtudes se descubrirán en ellos, y
será más difícil que uno caiga en la trampa del egocentrismo. «La
humildad es la virtud que lleva a descubrir que las muestras de respeto por la
persona –por su honor, por su buena fe, por su intimidad–, no son
convencionalismos exteriores, sino las primeras manifestaciones de la caridad y
la justicia» (San José María Escrivá, Es
Cristo que pasa, 72).
3. No te demores en
admitir tus errores:
Dicen que la frase más difícil de pronunciar en
cualquier idioma es: «Me equivoqué».
Quienes se rehúsan a hacerlo por orgullo suelen volver a caer en los mismos
errores (sólo el hombre cae dos veces en la misma piedra) y, además, terminan
marginándose de los demás. «La humildad es una antorcha que
presenta a la luz del día nuestras imperfecciones; no consiste, pues, en
palabras ni en obras, sino en el conocimiento de sí mismo, gracias al cual
descubrimos en nuestro ser un cúmulo de defectos que el orgullo nos ocultaba
hasta el presente» (Santo Cura de Ars,
Sermón sobre el orgullo).
4. Sé el primero en
disculparse después de una discusión:
Si la frase más difícil de pronunciar es: «Me
equivoqué», la siguiente más difícil debe de ser: «Perdóname». Ese simple
vocablo mata el orgullo (pues te reconoces tan pecador como él) y pone fin al
altercado: dos pájaros muertos de un solo tiro. Pero para eso, es necesario
reconocer que tanto él como yo podemos equivocarnos…
«Si vieres a alguno
pecar públicamente, o cometer cosas graves, no te debes estimar por mejor:
porque no sabes cuánto podrás tú perseverar en el bien. Todos somos flacos; mas
tú no tengas a alguno por más flaco que a ti» (La
Imitación de Cristo, I, 2, 4).
5. Admite tus
limitaciones y necesidades:
Es parte de la naturaleza humana querer dar la
impresión de ser fuerte y autosuficiente; eso normalmente no hace más que
dificultar las cosas. Si manifiestas humildades pidiendo ayuda a los demás y
aceptándola, sales ganando. «Esto de no fiarse del propio parecer
nace de la humildad. Por ello, el cap. II de los Proverbios dice que donde hay
humildad, hay sabiduría. Los soberbios, en cambio, confían demasiado en sí
mismos (Santo Tomás de Aquino, Sobre el
Padrenuestro, l.c., 142).
6. Sirve a los demás:
Ofrécete a ayudar a los ancianos, los enfermos y los
niños, o a prestar algún otro servicio comunitario. Saldrás beneficiado, pues
aparte de adquirir humildad, te ganarás la gratitud y el cariño de muchas
personas. «Cuando se te presente la ocasión de prestar algún bajo
y abyecto al prójimo, hazlo con alegría y con la humildad con que lo harías si
fueras el siervo de todos. De esta práctica sacarás tesoros inmensos de virtud
y de gracia» (León XIII, Práctica de la
humildad, 32).
7. Reconócele a Dios
el mérito de toda cualidad que tengas y de todo lo bueno que te ayude a hacer:
Es importante abrir los ojos del alma y considerar que
no se tiene nada nuestro de lo que debamos gloriarnos. Lo único que realmente
tenemos es pecado y debilidad. Los dones de la naturaleza y de gracia que hay
en nosotros, solamente merecen ser agradecidos a Dios, que nos lo ha dado
cuando ha pensado en nosotros al crearnos.
catholic.net
No hay comentarios.:
Publicar un comentario