Meditar
ayudaría a reducir el estrés, la ansiedad, las emociones negativas y los
problemas de sueño que se acentúan con la edad, revela un estudio piloto
realizado por el Inserm francés. Explicaciones.
Cada
edad tiene sus alegrías y sus consuelos, pero también sus penas y sus dolores. Pero
¿y si esta última parte, que a menudo viene de la mano de la vejez, pudiera
atenuarse?
Con
un estudio piloto sobre el impacto de la meditación sobre el estrés y el sueño,
los científicos del Instituto Nacional francés de Salud e Investigación Médica
(Inserm) han demostrado que la meditación puede “retrasar algunos años la edad
en la que aparecen los cambios cerebrales favorables al desarrollo de la
enfermedad de Alzheimer”.
Pruebas
de diferencias significativas
Concretamente,
los investigadores estudiaron el funcionamiento del cerebro de seis personas
practicando la meditación. “Los ‘expertos’ que participaron en el estudio
tienen 65 años de media y tienen entre 15.000 y 30.000 horas de meditación a
sus espaldas.
Les
seleccionamos porque practican la meditación según diferentes corrientes
tradicionales budistas, lo cual nos permitía tener un cuadro representativo”,
explica Gaël Chételat, investigadora del Inserm y autora principal de estos
trabajos
Luego,
los investigadores compararon el funcionamiento de su cerebro al de otros 67
sujetos de control “no meditadores”, también de 65 años de media. También se
incluyó un grupo más grande de 186 personas de entre 20 y 87 años “para evaluar
los efectos clásicos del envejecimiento sobre el cerebro y comprender mejor los
efectos particulares de la meditación”. El conjunto de personas que participó
en el estudio fue sometido luego a exámenes neurológicos.
Y
los resultados son sorprendentes: se pusieron de manifiesto
diferencias significativas en el nivel de volumen de materia gris y
el metabolismo de la glucosa.
Los
resultados del examen muestran que la corteza frontal y cingular y la ínsula
(regiones cerebrales) de los meditadores “eran más voluminosas y/o tenían un
metabolismo más elevado que el de los individuos de control, incluso cuando se
tenían en cuenta las diferencias en la educación o el estilo de vida”.
Según
estos resultados iniciales, la meditación podría tener un efecto
positivo contra el envejecimiento cerebral. Será necesario realizar
estudios sobre muestras más amplias de individuos para obtener resultados más
sólidos.
La
experiencia de la oración
Aunque
el estudio se centra en quienes practican meditación siguiendo diferentes
corrientes tradicionales budistas, la oración que los católicos dirigimos a
Dios es un ejercicio semejante.
“Antes
que una serie de prácticas y fórmulas, [la oración es] un modo de estar frente
a Dios”, explicaba Benedicto XVI.
Se
trata, pues, ante todo, de una
actitud interior que encuentra sus raíces en lo más profundo de nuestro ser.
“La oración
es el lugar por excelencia de la gratuidad, del tender hacia el Invisible, el
Inesperado y el Inefable ─detalla Benedicto XVI─. Por eso, para toda la
experiencia de la oración es un desafío, una ‘gracia’ que invocar, un don de
Aquel al que nos dirigimos. (…) Y aunque el hombre se olvide de su Creador, el
Dios vivo y verdadero no deja de tomar la iniciativa llamando al hombre al
misterioso encuentro de la oración”.
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