lunes, 18 de diciembre de 2017

¿El tiempo es oro? Más bien es un tesoro

¿Cómo aprovechar "a tope" ese tiempo que se nos ha dado? ¿Cómo fue hoy tu jornada? Trabajo, escuela, casa, estudio, reuniones, amigos, quehaceres cotidianos, comidas,  etc. Puff ¿cuántas cosas? Necesito un día que dure más de 24 horas, dirán algunos.
Pero en todo ese trajín, ¿cuánto tiempo has dedicado al Señor?, muchos dirían: “¿en qué tiempo? si estoy siempre a las corridas”.
Creo que nos estamos olvidando de algo muy importante, y es que tenemos una vida prestada, nuestro tiempo, no es realmente nuestro, sino que somos simplemente “administradores”
Decía el Padre Agustín Filgueiras: Desde que el Eterno se encarnó en nuestro tiempo, el tiempo humano adquirió valor de eternidad…Por eso perder el tiempo que Dios nos da, es perder eternidad. Aprovechar el tiempo que pasa es invertir en lo que no pasa, en lo que es para siempre.
El tiempo es un tesoro muy preciado al que debemos cuidar sin imitar al “siervo malo y perezoso” (Mt. 25,26) escondiendo egoístamente nuestro talento, sino administrarlo inteligentemente para que fructifique, entregando al final de nuestros días al Amo de la vida todos esos bienes, como la inteligencia, la amistad, los buenos valores, la capacidad de amar y de hacer felices a los demás, etc. etc. que pudimos acumular aprovechando productivamente cada minuto del tiempo que nos fue dado.
¿Y cómo aprovechar ese hermoso tiempo donado?
Muchas veces pasamos nuestra entera jornada matando el tiempo o llenándola de tareas innecesarias, excediéndose con el trabajo y dejando de lado a aquel que realmente necesita de algunos minutos de nuestro tiempo, gestos muy simples como: una palabra de aliento, una sonrisa…
Hasta el mismo saludo, que por estar siempre a las corridas olvidamos de dar a nuestros seres queridos, vecinos o quien cruzamos en el camino: es en ellos donde siempre encontraremos el rostro de Dios, en el “necesitado”, de esa manera y junto a la oración, podremos estar siempre glorificando al Señor, en cuerpo y alma.
¡Qué pena vivir, practicando como ocupación la de matar el tiempo, que es un tesoro de Dios! ¡Qué tristeza no sacar partido, auténtico rendimiento de todas las facultades, pocas o muchas, que Dios concede al hombre para que se dedique a servir a las almas y a la sociedad!
Cuando el cristiano mata su tiempo en la tierra, se coloca en peligro de “matar su Cielo”: cuando por egoísmo se retrae, se esconde, se despreocupa (San Josemaría Escrivá)
Dejemos nuestras conductas egoístas, con ¨pasatiempos” que no nos ayudan, esto no significa dejar de lado las actividades de recreación, esparcimiento, descanso, diversión que deben también acompañar todas nuestras responsabilidades diarias.
Debemos llegar al final del día sabiendo que hemos aprovechado inteligentemente nuestro tiempo, siendo conscientes de que este tiempo que no es “nuestro” lo hemos bien administrado, y de esa manera no seguiremos pensando que nuestros días necesitan más de 24 horas, en cambio tendremos un corazón agradecido para nuestro Señor que tan amorosamente nos ha donado ese nuevo día.
El cristiano es un hombre o una mujer que sabe vivir en el instante y sabe vivir en el tiempo. El instante es lo que tenemos en las manos ahora: pero este no es el tiempo, ¡pasa! Tal vez podemos sentirnos dueños del instante, pero el engaño es creernos dueños del tiempo: ¡el tiempo no es nuestro, el tiempo es de Dios! El instante está en nuestras manos y también en nuestra libertad sobre cómo tomarlo. Y aún más: nosotros podemos convertirnos en los soberanos del momento, pero solo hay un soberano del tiempo, un solo Señor, Jesucristo (Papa Francisco, Misa Santa Marta, 27 noviembre 2013)


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