Sorprendente.
La hermosa historia de vocación que enorgullecería a santa Mónica. Durante
años, Louise fue al santuario de San Antonio en Boston para rezar por su hijo
menor, que se había alejado de las enseñanzas católicas. Hoy, un ujier en la
puerta de la iglesia entrega a la mujer de 91 años un programa donde se lee
“Misa de Ordenación Sacerdotal”. Dentro
aparece el nombre de “Anthony T. Cipolle”. “Mi
madre iba todos los martes al santuario de San Antonio en Boston con mi tía, y
allí rezaba por mí, porque yo me había descarriado”, declaró más tarde el
reverendo Anthony Cipolle, de 52 años. “Descubrí la fe gracias a mi madre”. Anthony
ha recorrido un camino poco tradicional hasta el sacerdocio, pasando por varias
carreras, la paternidad, un matrimonio y una anulación. Pasó décadas lejos de
la Iglesia y otros 10 años estudiando para prepararse para este momento. Y
ahora, mientras su madre toma asiento entre la bancada, Anthony está de pie
ante el armario de la sacristía, en la habitación donde los sacerdotes se
preparan para el culto.
A su
alrededor, sacerdotes, diáconos y monaguillos deslizan sus túnicas por la
cabeza. Anthony presiona contra su rostro la tela de su propia alba, blanca y
sencilla, y reza por la pureza. Luego se coloca la túnica sobre su alzacuello
blanco y negro.
Sonido de
trompetas, entonces el coro comienza a cantar el himno de entrada. Una fila de
hombres serpentea por la iglesia y a través del pasillo central. Primero van
los monaguillos, seminaristas que algún día serán también sacerdotes. Luego
llegan los Caballeros de Colón, con sus solemnes sombreros de plumas. Entonces
aparece Anthony a la cabeza de un grupo de más de 30 sacerdotes y diáconos. Les
sigue el obispo de Portland, el padre Robert Deeley. El coro de voces crece con
el estribillo:
Aquí estoy, Señor. ¿Soy yo, Señor? Escuché tu llamada
en la noche.
Iré, Señor, si Tú me guías. Sostendré a tu pueblo en
mi corazón.
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