¿Dios
es justo?
Muchas han sido las ocasiones que he
escuchado la expresión: “Dios es injusto conmigo”, o preguntas
como: ¿Por qué a lo que son malos les va mejor que a mí? Como
si Dios fuera el responsable de todos nuestros males y desgracias. Dándole
muchas vueltas a esto, debo decir que sí, efectivamente Dios no es
justo, déjame te explico mi postura y a lo que me refiero. El concepto
de justicia que tiene el mundo es que todos debemos ser tratados por igual, o
bien, que cada quién debe tratar al otro como se merece. Y si citamos el
Catecismo de la Iglesia Católica: “la justicia es la virtud
moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo
lo que les es debido” (CEC 1807). Por lo tanto, si Dios se propusiera
ser justo de acuerdo a cómo el mundo define la justicia, todos estaríamos ya
condenados al sufrimiento eterno sin excepción, pues como dice San
Pablo: “todos pecaron y están faltos de la gloria de Dios” (Rm 3, 23). Pero Dios, va más allá de una definición.
Todos en nuestra vida
hemos pecado no una, sino muchas veces; por tanto, es el pecado quien nos
mantiene separados del favor de Dios y por “justicia divina” no merecemos más
que dolor, sufrimiento y muerte, ya que “el pecado paga un salario y es la
muerte” (Rm 6, 23). Pero, en el sentido estricto de la definición, Dios no es justo con nosotros,
sino que se vuelve un Padre amoroso y misericordioso que es capaz de dar todo
por la salvación de sus hijos. Por ello puedo decir que Dios no
es justo con toda la extensión de la palabra, sino que es misericordioso. “Dios
hizo cargar con nuestro pecado al que no cometió pecado, para que así nosotros
participáramos en él de la justicia y perfección de Dios” (2Cor 5, 21).
Por ser el pecado una ofensa contra el amor divino, al perdonar Dios nuestros
pecados, no renuncia a su justicia, sino que renuncia a la venganza. “¿Creen
ustedes que me gusta la muerte del malvado? dice Yahvé. Lo que me agrada es que
renuncie a su mal comportamiento y así viva” (Ez 18, 23). Cristo en la cruz no
pidió a su Padre vengar su muerte, en cambio, le pidió perdón por aquellos que
lo llevaron a la crucifixión, transformando así la ley del talión: “Ojo por ojo, diente
por diente” e invitando a amar al enemigo.
Si tratamos de comprender la justicia de Dios, tendríamos que mirarlo
desde otra perspectiva, desde el Reino de los Cielos, desde el ojo del amor y
no puramente terrenal. ¡Dios es mucho más que justo!
Dios es un Dios de gracia, misericordia y perdón. Uno de sus
propósitos al revelarse al mundo a través de su Hijo Jesús es que el hombre se
acerque a él, que cambie la imagen construida de aquel Dios que castiga y se
impone, por la de uno que ama y abraza a toda persona de buen corazón. “Pues él
quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”
(1Tm, 2, 4). Aunque también hay que afirmar que Dios es tan justo que nos ha dado el
don de la libertad para elegir amarlo o rechazarlo, no nos fuerza a nada, siempre propone
nunca se impone. Jesús mismo aceptó cumplir la Voluntad de su Padre y
entregar su vida por la humanidad a sabiendas que seguiríamos siendo pecadores,
obstinado y egoístas. “Pero Dios es rico en misericordia: ¡con qué amor tan
inmenso nos amó! Estábamos muertos por nuestras faltas y nos hizo revivir con
Cristo: ¡por pura gracia ustedes han sido salvados!” (Ef 2, 4-5).
No olvides que nosotros no somos perfectos, nunca lo seremos, y aun así todos
esperamos algún día poder vivir en su presencia en la eternidad. Lo único que
nos asegura poder hacerlo, no serán nuestros éxitos ni cuánto logramos juntar
aquí en la tierra; sino, qué tanto dimos testimonio del amor de Cristo en toda
nuestra vida. “Dios no envió al Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para
que se salve el mundo gracias a él” (Jn 3 ,17).
Por: Daniel Alberto Robles Macías
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