martes, 19 de diciembre de 2017

¿Es pecado jugar a la lotería?

Los juegos de azar son moralmente lícitos, pero… ¿Es pecado jugar a la lotería? Algunos miran a este y a otros juegos con un cierto puritanismo pensando que se trata de algo inmoral ¿es verdad?
El Catecismo de la Iglesia de la Iglesia Católica afirma que “los juegos de azar (juego de cartas, etc.…) o las apuestas no son en sí mismas contrarias a la justicia” [1].
Hay algunas sombras, sin embargo, que deben ser consideradas. En primer lugar, es necesario definir qué es la lotería.
Se trata de un contrato en el que los participantes mediante el pago de un precio irrisorio se ponen de acuerdo para aspirar a un premio mucho mayor del valor que han jugado, de manera que el número de las personas contratantes determina el valor del premio que se sortea.
La rifa, el bingo y la tómbola son juegos similares, y el juicio moral hacia ellos es esencialmente el mismo.
Aparte de la legislación civil y penal específica de cada país ¿qué se puede decir sobre la lotería desde el punto de vista de la moral católica?
Aunque es moralmente lícita, es necesario observar algunos puntos, en primer lugar, referentes a quien la organiza y después a quienes participan.
Por lo que respecta a los organizadores, es importante que no cometan fraude, porque esto significa engañar a las personas que han apostado, y que no haya para ellos un beneficio muy elevado, lo que haría que se aprovechasen de las personas y de su deseo de ganar un premio.
Es lo que sucede, por ejemplo, en el jogo do bicho (una lotería con animales y números), que, aunque fuese aceptado por las legislaciones locales continúa siendo inmoral porque enriquece ilícitamente a las personas que la organizan.
La lotería puede ser una fuente de ingresos en el caso de que, realizada por iniciativa privada, se destine a obras de caridad, o si es organizada por el Gobierno, funcione como una especie de “impuesto voluntario”, por el que las personas ofrecen su propio dinero al poder público sabiendo que este será destinado a una finalidad establecida previamente.
En cuanto a la persona que juega, es importante que no se “prive de lo que es necesario para hacer frente a las necesidades propias y de los demás” [2] -lo que es más común en los juegos de azar que en las loterías, a menos que se compren muchos boletos de una vez- y que vigile para no convertirse en adicto a este tipo de juegos.
Excluidas estas dos hipótesis es moralmente aceptable jugar a la lotería.
Más allá de la cuestión de lo moralmente permitido, es necesario preguntarse si es aconsejable a nivel espiritual participar en estos juegos.
Detrás de las apuestas hay, a menudo, un comportamiento espiritual enfermo que, además de alimentar la ambición por las riquezas, hace que en las personas disminuya el amor por su trabajo y aumente el ocio, esperando que su sustento caiga mágicamente del cielo sin que deban hacer nada para obtenerlo.
Jugar a la lotería en general no es pecado, pero esto no quiere decir que no debamos estar prevenidos a nivel espiritual, cuidando una relación honesta y sabia con las riquezas.
La ilusión de la vida ociosa y de la riqueza fácil puede hacernos olvidar que el camino de la santificación también pasa por el trabajo y que el mismo Señor exaltó la pobreza de espíritu como una bienaventuranza: “Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” [3].

[1] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2413

[2] Ídem

[3] Mt 5, 3


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