Las
recetas o fórmulas para conseguir resultados van en detrimento de la fe. “Os
aseguro también que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para
pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos”
(Mt 18, 19). Aquí el Señor Jesucristo
nos hace ver la importancia de unirnos en la oración por una intención
particular; y Él no pone condiciones a la hora de invitar a sus discípulos a
ponerse de acuerdo al orar.
Quien
quiera unirse a una intención de oración, por ejemplo, del Papa, puede hacer la
oración que quiera, a la hora y lugar que quiera; así como hacerla solo
o acompañado o unido a alguien en la distancia a una hora convenida o no.
Pero
hay que saber distinguir la diferencia entre unirse en oración por una
intención concreta y real, aunque las personas no se conozcan, y hacer parte de
una cadena de oración.
Hoy
más que nunca, gracias a internet, se ha incrementado la difusión
de cadenas de oración que para lograr unos fines determinados amenazan con un
castigo a quien no las siga o tratan de imponer algo. La Iglesia no acepta que se instrumentalice la
oración, quitándole valor e importancia, con fines no santos.
En
este sentido las cadenas de oración son censurables, y lo son por dos motivos:
- En primer lugar, garantizan desgracia a quien no
las haga, o las interrumpa temporal o definitivamente, o no las reenvíe. Y
sustentan esta amenaza citando, obviamente, falsos ejemplos o testimonios.
Quien advierte estas cosas, en nombre de Dios, es un falso profeta y peca
gravemente. Nadie puede ponerse a amenazar
en nombre de Dios.
- En segundo lugar, estas cadenas engañan pues
obligan a la gente a hacer mal uso de la oración, desvirtuándola o
banalizándola. Este es el verdadero objetivo de este tipo de cadenas de oración.
Y este objetivo se logra con el supuesto gancho del beneficio personal si
se participa; en este sentido las cadenas de oración son superstición.
Vincular
desgracia, condena o premio a una cadena de oración no va de acuerdo con las
enseñanzas de la Iglesia; además el premio y la condena no están en la
participación o no en dichas cadenas.
Estas
cadenas de oración son una superstición más pues se le
atribuye a la simple materialidad de dichas oraciones una eficacia que no
tienen.
Nos
lo recuerda el catecismo: “Atribuir (a ciertas prácticas) su eficacia a la sola
materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de
las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición” (n. 2111).
Toda
superstición es un serio problema al poner la confianza en prácticas ridículas,
siendo de consecuencia una ofensa a Dios en cuanto se desconfía de Él.
La superstición va contra el primer mandamiento de la ley de Dios y es
señal clara de que la verdadera fe es inexistente; donde decae la religión
crece la superstición.
Así,
no solo comete falta quien envía y difunde estas cadenas de oración sino
también quien cree en ellas. De todo lo
anterior se desprenden varios errores:
- Un primer error es valerse de una supuesta necesidad ajena para beneficio personal.
- Otro error de estas cadenas es que son recetas
o fórmulas para conseguir resultados en detrimento de la fe. La
magia pretende conseguir algo a través de fórmulas que deben realizarse al
pie de la letra para obtener el resultado deseado. Y el camino de fe se
abandona para entrar en la senda de la magia.
- Estas cadenas de oración son un grave error
porque “se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas
prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias” (Catecismo, 2111).
- Otro problema es el asunto de la amenaza por la
no realización de una práctica intrascendente: es inaceptable. Esto
sugiere tener un miedo infundado a Dios por solicitudes hechas por
hombres, que pretenden hablar en su nombre.
- Un error más de estas cadenas de oración es la
difusión de oraciones e imágenes que contienen errores teológicos. Esto
es serio pues las personas que no posean una fe muy sólida y bien
fundamentada pueden caer en un error o ahondar en otro, en detrimento de
una sana oración y de una correcta relación con Dios.
- Un sexto problema de recurrir a estas prácticas y
basar la fe en ellas, es el abandono de Dios en detrimento de nuestra
salvación. Cuando.
- nos damos cuenta de que Dios no responde al
agitar nuestra varita mágica, cuando vemos que Dios no cumple lo
que le pedimos viene el desencanto y la frustración.
- Un séptimo error está en que se quiere “motivar”
a los demás a propagar una cadena para conseguir lo anhelado de una manera
fácil, rápida y eficaz, aun por encima del cumplimiento de la voluntad de
Dios; voluntad que el buen seguidor de Cristo tiene que concretar, aun con
esfuerzo, en su diario vivir.
- Un último problema, y no menos importante y que
no hay que excluir, aunque no sea de carácter religioso, es que estas
cadenas, cuando son enviadas por e-mail, se usan con frecuencia
para buscar información, difundir virus informáticos, etc.
Todo
se centra en dos errores: A Dios no se le ponen plazos, ni Él responde
a las exigencias que le hacemos; exigencias que le hacemos desconociendo
sus planes para con nosotros a través de su divina providencia y sabiduría.
La motivación de la oración a favor de alguien deber ser el amor. Se ora por verdadero
amor al hermano o hermana en la fe que sufre.
Y se ora sin
olvidar que la oración se debe
acomodar a la voluntad de Dios. Nunca podemos presionar a Dios para
que Él realice lo que deseamos; la oración simplemente es para ponernos en sus
manos, para poner en su corazón amoroso nuestra vida y nuestros destinos, “como
un niño en brazos de su madre” (Sal 131, 2).
Debemos tener
presente que no podemos manipular a
Dios. Él no actúa de acuerdo con la voluntad humana. Dios no es un dispensador de milagros y la relación
con Él se basa en la confianza.
Nosotros
debemos estar en comunión con Dios en cualquier circunstancia de la vida. Quien
confía en Dios lo reconoce como Padre y sabe que el triunfo está asegurado,
pero no al estilo de los hombres según una lógica humana.
El que confía
en Dios tiene la certeza en su corazón de que la cruz no es el final del
camino. El que confía en Dios sabe que, aunque las cosas no marchen bien, Él
nunca nos desampara.
No
se trata de asegurarnos las cosas mediante nuestras acciones, recursos o
medios, sino tener la seguridad de sabernos amados por Dios; es importante
creer en la paternidad de Dios y en su providencia.
Difundamos el amor de Dios sin condicionamientos como
Jesús nos enseñó. La auténtica oración es una solicitud a la omnipotencia de Dios hecha
con confianza, pero también con el más absoluto respeto a su voluntad.
Por tanto,
hay que decir: “No a estas cadenas de oración”. Y que nadie se sienta mal o
culpable o en pecado si ignora dichas cadenas.
Sigamos mejor
en una vida de discipulado, en obediencia a los mandamientos, en fe, oración y
en el amor a Dios y a los demás.
aleteia.org
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