¿Sabes qué significa el tiempo vivencial a
diferencia del tiempo cronológico? ¿Sabes que el ocio es un
tiempo precioso?
Es
una práctica muy antigua reflexionar sobre lo que finaliza, meditar sobre lo
vivido, evaluar lo realizado: desde un examen cotidiano al finalizar cada día
hasta cada fin de año, las personas hacen “balances”. Pero ¿qué es lo que
solemos evaluar? ¿Si fue un año exitoso o no? Creo que uno de los grandes
dramas de nuestro tiempo es el reduccionismo de los logros en categorías de
éxito o fracaso, productividad y resultados obtenidos. ¿Qué es lo realmente
importante en la vida de una persona al pasar el tiempo?
¿Por
dónde empezar?
Para
una mejor calidad de vida y una vivencia más humanizante del tiempo deberíamos
preguntarnos: ¿cuánto fuimos capaces de amar? ¿Cuánto amor hemos brindado y
cuánto nos hemos dejado amar? ¿Cuánto hemos perdonado? ¿Cuánto tengo para
agradecer? ¿Cuánto he reído? ¿Cuánto he aprendido? ¿De qué cosas me he
liberado? ¿Cómo han sido nuestros vínculos? ¿Cuánto hemos disfrutado de la vida
cotidiana?
Tomarse
el tiempo para reflexionar sobre lo vivido desde el agradecimiento,
nos permite ver con ojos nuevos toda la vida y no solamente hacer cálculos de
días “buenos o malos”. Hacer memoria agradecida nos hace ver mejor, nos ayuda a
no ahogarnos en el presente y a ensanchar nuestro horizonte. Tal vez lo que más
nos cueste sea hacernos tiempo para pensar en nuestro modo de vivir.
También
es importante aprender a compartir
nuestras vivencias. Compartir con los demás, con quienes nos aman, con
quienes vivimos, es algo en lo que siempre debemos reparar, porque compartir
ensancha el corazón y nos ayuda a vivir mejor. Escribe el monje benedictino M.
Menapace que: “las alegrías cuando se comparten se agrandan. En cambio, con las
penas pasa al revés. Se achican”.
No hay años buenos o malos
Muchos
prefieren echarles la culpa a los astros de cómo les va en la vida, pero lo
cierto es que no estamos
determinados por poderes mágicos y ocultos, sino que gran parte de lo
que vivimos depende de nuestras decisiones, de cómo vivimos el día a día, del sentido
que le damos a nuestra vida.
Es cierto que
no todo depende de nosotros, pero cómo vivimos lo que nos toca vivir solo
depende de nuestra voluntad, de nuestra
actitud ante la vida y ante los demás.
Más de lo que
creemos depende de nosotros para ser felices.
Crear un ambiente saludable en el hogar y en el
trabajo, dedicar tiempo al descanso, a la meditación, a la oración, al diálogo
profundo con los demás, es algo que depende solo de la voluntad de querer
hacerlo.
La calidad de
nuestros vínculos, la profundidad de nuestras conversaciones, los gestos de
amor y perdón, de ternura y compasión, dependen de nosotros.
Esto
no significa que los problemas no existan. En la vida hay siempre problemas a
resolver y dramas sin solución, que provocan un inmenso dolor a muchas
personas. Sin embargo, la actitud con la cual enfrentamos lo que nos toca vivir
hace la diferencia.
Nos haría
bien compartir más con los demás, abrir más el corazón y no buscar afanosamente
tantos resultados “positivos” de lo que hacemos.
Hasta de los fracasos se aprende y no hay que
tenerle miedo a equivocarse, a fallar, a caer, porque siempre se crece, se
aprende y nos fortalecemos interiormente si sabemos aceptar nuestros límites.
La gente más feliz no es la que no tiene problemas,
sino la que tiene un corazón agradecido. Quienes solo se quejan, no
disfrutan de nada. En cambio, quienes con un sano realismo ven lo que está mal,
luchan para cambiarlo, pero no dejan de agradecer, no pierden la alegría.
¿Dónde ponemos la mirada al evaluar cada día o el fin de un año?
¿Cuál es la medida de tu tiempo?
En los días
festivos nos gusta compartir, encontrarnos con familiares y amigos. Pero
¿qué es lo realmente compartido? Si compartimos un momento superficial, nos
quedaremos siempre vacíos, pero si compartimos en profundidad, desde el
corazón, siempre quedamos transformados y habrá auténticos motivos para celebrar.
Los griegos
diferenciaban el tiempo cronológico con
el término kronosy el tiempo vivencial con el
término kairós. La medida del
tiempo vivencial no suele coincidir con la medida del reloj y las agendas. Un
día puede ser eterno para algunos y pasar muy rápido para otros. ¿Qué es lo que
hace que el tiempo sea valioso? ¿Solo la cantidad?
Los momentos importantes de la vida no se miden con el reloj ni la
agenda, sino con el corazón, cuando el otro es el que
importa. Hablando del amor y la vivencia del tiempo, J. L. Borges lo expresaba
así: “Estar contigo o no estar
contigo, es la medida de mi tiempo”.
Tiempo, productividad y descanso
Nietzsche en
la “Gaya ciencia” se lamenta de la abolición del ocio, de lo gratuito: “Se vive
con el reloj en la mano (…), vivimos como quien permanentemente podría perderse
algo. Mejor hacer algo que nada”. Hay
una gran pérdida de humanidad cuando pierde su valor el tiempo ocioso, el
tiempo gratuito, el encuentro con los otros que no busca resultados, sino la
alegría del compartir.
Los filósofos
de la Antigüedad elogiaban el tiempo ocioso como el tiempo para la creatividad
y el desarrollo del pensamiento. Tener tiempo libre era un privilegio, hoy
parece que cada minuto tiene que estar ocupado para que tenga valor.
La tradición
bíblica invita al hombre a vivir con sabiduría, a descubrir la plenitud que
podemos encontrar en cada instante de la vida.
El hombre es
llamado a valorar el tiempo con alegría y con un corazón agradecido.
El descanso, ¡qué importante!
Si hoy nos
cuesta descansar de verdad, es porque hasta el descanso se ha vuelto una
obligación y ha perdido su dimensión gratuita. El descanso no es lo opuesto al
trabajo, porque el trabajo realizado con sentido también es una forma de
descansar. Quien aprende a
descansar en la vida cotidiana, a disfrutar de lo pequeño, de lo diario, es
capaz de disfrutar de sus vacaciones.
Pero cuando
vivimos en una sociedad del rendimiento y de la productividad, cuando llegan
las vacaciones, son una ilusión que pasa rápido porque no hemos aprendido a
descansar cotidianamente, porque tal vez hemos olvidado el arte de vivir
gozosamente, agradecidos.
El paso de un año al otro
Un año
termina y comienza otro, pero es solamente una forma de medir el tiempo
cronológico; lo que realmente importa es la calidad del tiempo vivido.
Las agendas
del año que terminan tienen sus páginas abarrotadas del hacer y el que viene
está por escribirse.
La diferencia no estará en cómo llenar la agenda sino en cómo decidimos
vivir cada día de nuestra vida, para que al terminar un año podamos dar gracias
porque hemos crecido, hemos perdido y ganado, hemos llorado y reído, en suma,
dar gracias porque vivimos haciendo que valga la pena vivir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario