Relación
tóxica madre-hija: ¿cómo no reproducirla?
Las relaciones entre una madre y su hija pueden ser
magníficas, tensas, fructíferas o completamente desastrosas… Cuando se vive una
relación difícil con una madre, es normal querer evitar reproducir lo que se ha
vivido. Problemas con relaciones tóxicas. No
se estudia para ser padres. Y aunque tener un hijo es una fase crucial en la
vida de una persona, el hecho de que sea una niña lo es aún más en la vida de
una mujer. Por
supuesto, la relación que tenemos con cada uno de nuestros hijos es única,
debido al carácter particular de cada persona. Inevitablemente será diferente
si se tiene un hijo o una hija, si se es padre o madre.
Sin
embargo, la relación madre-hija implica muchas cosas. La
figura materna representa un pilar en la vida de todos, ya sea
por su presencia o por su ausencia. De hecho, una hija crecerá siguiendo a su
madre, a la que puede tener como modelo de conducta, aliada, mentora, rival,
cómplice… una multitud de papeles que desempeñan tanto la madre como la hija y
que pueden variar considerablemente. Cuando
la relación no funciona, la niña, de mayor, a menudo quiere conseguir no
reproducir el mismo patrón con sus propios hijos. De hecho, el haber tenido una
madre “tóxica” puede dar pie a que surja un gran nivel de ansiedad, un miedo a
no poder estar a la altura una vez que te conviertes en madre…
Cuando
todo va bien: complicidad, confianza, límites claros y respeto
Tener
una hija adquiere un significado particular para una madre. En efecto, la mujer
va a poder servirse más de sus vivencias para educar a una hija, podrá “verse”
a través de ella.
Las
relaciones pueden ser maravillosas: cómplices, llenas de confianza mutua para
establecer unos límites claros y ser mutuamente respetuosas.
El
papel de cada una está definido y aceptado, no hay relación “madre-colega” que
implique una mezcla de los roles. Las madres dejan espacio para que sus hijas
expresen su feminidad y saben poner límites en su educación. También saben
respetar los límites establecidos por su hija una vez adulta.
Cuando
todo va mal: rivalidad, conflictos, intrusión, sobreprotección
Según
explica Patricia Delahaie, psicóloga, en su libro Relations mère-fille[Relaciones
madre-hija], en una relación de pareja “cada uno habla y escucha al otro cuando
corresponde. Estoy ahí para ti, si tú estás ahí para mí. Una simetría
inexistente entre una madre y su hija”.
Así,
la madre da a su hija, pero no necesariamente hay un retorno. Este
puede ser uno de los motivos de conflicto entre las dos.
Otras
relaciones tóxicas pasan por la rivalidad que se forja quizás
desde el Edipo de la niña: aquí, corresponde al padre calmar los ánimos y no
entrar en el juego de la niña.
Hay
otras etapas de la vida en las que la relación madre-hija se pone a prueba. Otro
ejemplo es cuando la hija se convierte ella misma en madre. Hay
abuelas que se muestran extremadamente intrusivas, que dan consejos creyendo
que lo saben hacer todo mejor que su hija.
Las relaciones
fusionadas entre madre e hija, en las que las identidades se confunden, son
también nocivas porque son insoportables a largo plazo, ya que engendran celos
por parte de una u otra.
También
entrañan una dependencia uni o bilateral. Hay que saber dejar
espacio a la hija para sus necesidades, dejarle desarrollar su propia
identidad, distinguir entre nuestras proyecciones y sus necesidades personales
y, sobre todo, no intentar hacer de ella una copia de la madre.
¿Cómo
evitar reproducir el patrón?
Comunicar
La
primera solución, como en toda relación, es saber comunicar y expresar los
malestares con la madre. Hacer balance con ella sobre los comportamientos y
palabras que una u otra no hayan visto bien y poder entender los argumentos de
cada una.
Incluso
si la discusión no desemboca en una resolución concreta, sentará bien hablar
del tema y sacar todo lo que se guarda en el corazón. Es muy importante
expresar los sentimientos.
Sabed
en cualquier caso que solo el hecho de preguntarse sobre el riesgo de
reproducir una relación tóxica ya es un buen signo. No hay que dudar tampoco en
pedir ayuda al padre o al cónyuge y hacerle conocedor de tus miedos.
Informarse
Para
tener en cuenta otros modelos de educación diferentes al recibido, no dudes en
consultar obras sobre el tema, pregunta a profesionales, amigos y otros familiares.
Seguramente descubrirás nuevas técnicas, alternativas a ciertos elementos de la
educación que has recibido. Así conseguirás forjar un método propio, habiendo
recopilado consejos de aquí y allá, ¡e incluso de la educación que recibiste!
De hecho, ten ojo para
saber relativizar, porque, aunque haya cosas con las que no estés de acuerdo en
tu relación con tu madre, seguramente haya algunas prácticas que sí querrías
conservar. No olvidemos que una madre intenta manifestar su amor como puede. No hay un manual de instrucciones.
Crear
tu modelo
Siguiendo
esta línea de ideas, observa a tu alrededor. Si no quieres “convertirte en tu
madre”, entonces ¿a qué madre querrías parecerte? Si has valorado que tu
relación con tu madre es difícil, seguramente es porque has podido observar
relaciones madre-hija más fáciles y agradables. Para una hija, una madre sirve
de modelo o de contramodelo.
Si tu madre no es lo que
tú desearías ser, entonces es probable que tengas otra figura femenina que te
parezca más digna de imitar. Es del todo posible impregnarse de otro modelo
relacional madre-hija al tiempo que respetas a tu propia madre. También, confía en tu sentido común.
Consultar
si es necesario
Si
los conflictos son demasiado actuales, dolorosos, persistentes y el diálogo es
estéril, si continúas sintiendo que esta relación arruina tu vida diaria y te
impide tener una relación correcta con tu propia hija, no dudes en consultar a
un profesional de la salud para iniciar una terapia, sola o con tu madre.
Encontrar las palabras con las que describir estos problemas y los orígenes de
los conflictos te ayudará a superarlos.
Lo
que hay que vigilar después de una relación tóxica con una madre es precisamente
no intentar “reparar” cayendo en otro exceso. Es precisamente ahí donde será
útil la terapia, para que tu relación con tu hija no tenga que ser una terapia
en sí.
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