viernes, 19 de enero de 2018

Relación tóxica madre-hija: ¿cómo no reproducirla?

Relación tóxica madre-hija: ¿cómo no reproducirla?
Las relaciones entre una madre y su hija pueden ser magníficas, tensas, fructíferas o completamente desastrosas… Cuando se vive una relación difícil con una madre, es normal querer evitar reproducir lo que se ha vivido. Problemas con relaciones tóxicas. No se estudia para ser padres. Y aunque tener un hijo es una fase crucial en la vida de una persona, el hecho de que sea una niña lo es aún más en la vida de una mujer.  Por supuesto, la relación que tenemos con cada uno de nuestros hijos es única, debido al carácter particular de cada persona. Inevitablemente será diferente si se tiene un hijo o una hija, si se es padre o madre.
Sin embargo, la relación madre-hija implica muchas cosas. La figura materna representa un pilar en la vida de todos, ya sea por su presencia o por su ausencia. De hecho, una hija crecerá siguiendo a su madre, a la que puede tener como modelo de conducta, aliada, mentora, rival, cómplice… una multitud de papeles que desempeñan tanto la madre como la hija y que pueden variar considerablemente. Cuando la relación no funciona, la niña, de mayor, a menudo quiere conseguir no reproducir el mismo patrón con sus propios hijos. De hecho, el haber tenido una madre “tóxica” puede dar pie a que surja un gran nivel de ansiedad, un miedo a no poder estar a la altura una vez que te conviertes en madre…
Cuando todo va bien: complicidad, confianza, límites claros y respeto
Tener una hija adquiere un significado particular para una madre. En efecto, la mujer va a poder servirse más de sus vivencias para educar a una hija, podrá “verse” a través de ella.
Las relaciones pueden ser maravillosas: cómplices, llenas de confianza mutua para establecer unos límites claros y ser mutuamente respetuosas.
El papel de cada una está definido y aceptado, no hay relación “madre-colega” que implique una mezcla de los roles. Las madres dejan espacio para que sus hijas expresen su feminidad y saben poner límites en su educación. También saben respetar los límites establecidos por su hija una vez adulta.
Cuando todo va mal: rivalidad, conflictos, intrusión, sobreprotección 
Según explica Patricia Delahaie, psicóloga, en su libro Relations mère-fille[Relaciones madre-hija], en una relación de pareja “cada uno habla y escucha al otro cuando corresponde. Estoy ahí para ti, si tú estás ahí para mí. Una simetría inexistente entre una madre y su hija”.
Así, la madre da a su hija, pero no necesariamente hay un retorno. Este puede ser uno de los motivos de conflicto entre las dos.
Otras relaciones tóxicas pasan por la rivalidad que se forja quizás desde el Edipo de la niña: aquí, corresponde al padre calmar los ánimos y no entrar en el juego de la niña.
Hay otras etapas de la vida en las que la relación madre-hija se pone a prueba. Otro ejemplo es cuando la hija se convierte ella misma en madre. Hay abuelas que se muestran extremadamente intrusivas, que dan consejos creyendo que lo saben hacer todo mejor que su hija.
Las relaciones fusionadas entre madre e hija, en las que las identidades se confunden, son también nocivas porque son insoportables a largo plazo, ya que engendran celos por parte de una u otra.
También entrañan una dependencia uni o bilateral. Hay que saber dejar espacio a la hija para sus necesidades, dejarle desarrollar su propia identidad, distinguir entre nuestras proyecciones y sus necesidades personales y, sobre todo, no intentar hacer de ella una copia de la madre.
¿Cómo evitar reproducir el patrón?
Comunicar
La primera solución, como en toda relación, es saber comunicar y expresar los malestares con la madre. Hacer balance con ella sobre los comportamientos y palabras que una u otra no hayan visto bien y poder entender los argumentos de cada una.
Incluso si la discusión no desemboca en una resolución concreta, sentará bien hablar del tema y sacar todo lo que se guarda en el corazón. Es muy importante expresar los sentimientos.
Sabed en cualquier caso que solo el hecho de preguntarse sobre el riesgo de reproducir una relación tóxica ya es un buen signo. No hay que dudar tampoco en pedir ayuda al padre o al cónyuge y hacerle conocedor de tus miedos.
Informarse
Para tener en cuenta otros modelos de educación diferentes al recibido, no dudes en consultar obras sobre el tema, pregunta a profesionales, amigos y otros familiares. Seguramente descubrirás nuevas técnicas, alternativas a ciertos elementos de la educación que has recibido. Así conseguirás forjar un método propio, habiendo recopilado consejos de aquí y allá, ¡e incluso de la educación que recibiste!
De hecho, ten ojo para saber relativizar, porque, aunque haya cosas con las que no estés de acuerdo en tu relación con tu madre, seguramente haya algunas prácticas que sí querrías conservar. No olvidemos que una madre intenta manifestar su amor como puede. No hay un manual de instrucciones.
Crear tu modelo
Siguiendo esta línea de ideas, observa a tu alrededor. Si no quieres “convertirte en tu madre”, entonces ¿a qué madre querrías parecerte? Si has valorado que tu relación con tu madre es difícil, seguramente es porque has podido observar relaciones madre-hija más fáciles y agradables. Para una hija, una madre sirve de modelo o de contramodelo.
Si tu madre no es lo que tú desearías ser, entonces es probable que tengas otra figura femenina que te parezca más digna de imitar. Es del todo posible impregnarse de otro modelo relacional madre-hija al tiempo que respetas a tu propia madre. También, confía en tu sentido común.
Consultar si es necesario
Si los conflictos son demasiado actuales, dolorosos, persistentes y el diálogo es estéril, si continúas sintiendo que esta relación arruina tu vida diaria y te impide tener una relación correcta con tu propia hija, no dudes en consultar a un profesional de la salud para iniciar una terapia, sola o con tu madre. Encontrar las palabras con las que describir estos problemas y los orígenes de los conflictos te ayudará a superarlos.
Lo que hay que vigilar después de una relación tóxica con una madre es precisamente no intentar “reparar” cayendo en otro exceso. Es precisamente ahí donde será útil la terapia, para que tu relación con tu hija no tenga que ser una terapia en sí.


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