Ideas
para descubrir por dónde pierdo mi fuerza en el día a día. ¿También a ti te
ocurren?
Lanzamos
una mirada al horizonte y nos parece arduo. Miramos a nuestro
alrededor y vemos la botella medio vacía más que medio llena. Contemplamos el
pasado y nos entra cierta nostalgia de que aquel tiempo en verdad sí era mejor…
La
pesadumbre y la falta de visión positiva son síntomas de desánimo.
Unas
veces se deben a problemas físicos o psíquicos (hipotiroidismo, anemia, fatiga
por estrés, insomnio, depresión…). Será conveniente acudir al médico para
determinar qué ocurre en nuestro organismo y poner remedio.
Otras
veces, veremos que no hay nada en las analíticas que indique que algo va mal y,
sin embargo, sabemos con certeza que “no somos nosotras mismas”.
Hay
que tener en cuenta que el paso del tiempo nos cambia y conforme transcurran
los años no vamos a ser capaces de alcanzar lo mismo (aunque quizás eso no
implique que no alcancemos objetivos de mayor calidad). Pero si en lo que se
refiere a a salud física y psíquica los resultados dicen que todo está
en marcha, valdrá la pena revisar por qué mi motor no está al cien por
cien. Quizá hay algo que nos hace perder energía.
Vale
la pena hacer un parón, examinarnos y determinar qué es lo que no funciona
en mi vida. Seguramente encontraré que hay alguna fisura por donde se me escapa
la energía. Hay una grieta que permite la fuga de mis esfuerzos y los hace ineficaces.
El Dalai
Lama ha escrito sobre los 10 ladrones de energía. ¿Qué tal si los
revisamos y aplicamos a nuestra vida cada una de las propuestas para no
permitir más el paso a estos malhechores del alma?
1.
Las personas tóxicas
“Deja
ir a personas que sólo llegan para compartir quejas, problemas, historias
desastrosas, miedo y juicio de los demás. Si alguien busca un bote para echar
su basura, procura que no sea en tu mente”.
Somos
más de 7.000 millones de personas en el mundo. ¿Por qué he de conformarme con
tener al lado a alguien que hace de mí una persona peor? Tóxicas son las malas
amistades, las que envenenan un entorno familiar, las que siembran la
discordia en el trabajo y en las relaciones de amistad. Impide que sigan
formando parte de tu vida y protege a los demás de esa mala
influencia.
Las
deudas
“Paga
tus cuentas a tiempo. Al mismo tiempo cobra a quien te debe o elige dejarlo ir,
si ya es imposible cobrarle”.
Vivir
la justicia descansa y trae la paz. En la medida en que te sea
posible, cumple con tus obligaciones pendientes cuanto antes. Y no solo eso:
puedes ir más allá y sé proactivo en conseguir que te
devuelvan a ti lo que te deben.
Si
quieres ser más virtuoso aún, haz un acto de generosidad y perdona la deuda.
Verás cómo volver a la hoja en blanco da sosiego al espíritu. En
cambio, una deuda pendiente (no hablo solo de las económicas) pesa sobre la
conciencia y frena la toma de decisiones.
No
cumplir tus promesas
“Si
no has cumplido, pregúntate por qué tienes resistencia. Siempre tienes derecho
a cambiar de opinión, a disculparte, a compensar, a renegociar y a ofrecer otra
alternativa hacia una promesa no cumplida; aunque no como costumbre. La forma
más fácil de evitar el no cumplir con algo que no quieres hacer, es decir NO
desde el principio”.
Para
erradicar la labor de este ladrón conviene que previamente hagamos una lista
con los compromisos a los que un día dijimos sí. Sean del tamaño que
sean. No se trata de revisarlos ahora para suprimirlos todos, pero
sí poner grado de importancia a cada uno: unos son para toda la vida, otros son
buenas intenciones que en un arrebato de generosidad nos llevaron a prometer la
luna.
Bien,
hay que ser un poco humilde, reconocer cuál es la medida de nuestras
posibilidades y tachar aquellas promesas que nos exceden. Si no, dentro de un
año nos encontraremos en el mismo punto (y más preocupados por no haberlas
cumplido todavía).
No
escuchar nuestros intereses
“Elimina
en lo posible y delega aquellas tareas que no prefieres hacer y dedica tu
tiempo a hacer las que sí disfrutas”.
Hay
que interpretar con prudencia esta medida, no vaya a ser que nos volvamos unos
irresponsables. Se trata de dar juego a personas que podrán hacer las cosas
mejor que nosotros, de saber delegar y de establecer una
jerarquía de valores para decidir qué cosa pasa por delante de qué cosa.
5.
No descansar y no actuar en su momento
“Date
permiso para descansar si estás en un momento que lo necesitas y date permiso
para actuar si estás en un momento de oportunidad”.
Seguro
que este punto ya has tenido ocasión de comprobarlo alguna vez. El cuerpo es el
instrumento de nuestra vida, un elemento imprescindible para llevar a cabo lo
que nos proponemos. Hay que tratarlo bien.
¿Te
imaginas cómo es un mecánico de Fórmula 1? Pues así con nosotros:
vigilantes, atentos a cualquier sonido para hacer sonar la alerta en cuanto
algo falla. Sin hipocondrías, sin manías y sin caprichos. Pero hay que
descansar, dormir lo que conviene, pasear, cambiar de ocupación, hacer
vacaciones…
El
desorden
“Tira,
levanta y organiza, nada te toma más energía que un espacio desordenado y lleno
de cosas del pasado que ya no necesitas”.
Después
de la fiebre del orden que hemos vivido gracias a Marie Kondo,
queda claro que nos beneficia establecer orden material y espiritual: una
jerarquía de valores, unas prioridades en la acción, una armonía en lo material
que empleamos… Lo decían los maestros antiguos: guarda el orden y el
orden te guardará.
Nada
mejor para la mala memoria que haber dejado las cosas previamente en su lugar
de siempre, ¿verdad? No desordenar es la forma más rápida de lograr que un
espacio esté ordenado.
7.
No cuidar tu salud
“Da
prioridad a tu salud, sin la maquinaria de tu cuerpo trabajando al máximo, no
puedes hacer mucho. Tómate algunos descansos”.
En
sentido general, tómate en serio a ti mismo. No pienses que machacando
el cuerpo eres mejor persona. Tu cuerpo es un bien ecológico de
primer orden. El sacrificio siempre deberá ser proporcionado.
8.
Las situaciones difíciles
“Enfrenta
las situaciones tóxicas que estás tolerando, desde rescatar a un amigo o a un
familiar, hasta tolerar acciones negativas de una pareja o un grupo; toma la
acción necesaria”.
Cuando
hablamos de situaciones difíciles nos referimos a situaciones que nunca
deberíamos haber permitido, porque son injustas o porque son un mal en sí
mismas. Da cauce a eso acudiendo a personas de tu entorno, en
el caso de que no puedas cambiarlas por tus propias fuerzas. Sal de la espiral
de la violencia o de la negatividad. Busca consejo y adopta medidas para
cambiar el panorama.
9.
No aceptar
“Acepta.
No es resignación, pero nada te hace perder más energía que el resistir y
pelear contra una situación que no puedes cambiar”.
Nos
puede preocupar algo que día se puede cambiar. Pero aquello que no podemos
modificar… requiere una actitud distinta. Sencillamente vive con ello. No
te enfrentes a la ola en perpendicular, busca surfearla. No es fácil ni se
soluciona en un par de días, pero se puede: un duelo, una pérdida, un bache…
No
perdonar
“Perdona,
deja ir una situación que te esté causando dolor, siempre puedes elegir dejar
el dolor del recuerdo”.
Tú
sabrás cuál es la medida de tu amor. El perdón exige un cambio en el
corazón, una voluntad de querer cambiarme. Si no perdonas, eres tú quien
sale perdiendo porque en tu espíritu quedará el resquemor, la herida. Perdonar
es lo más curativo y sanador que existe. Solo las grandes
personas saben perdonar de fondo. Y eso sí que es un arte.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario