sábado, 9 de septiembre de 2017

10 razones contundentes que demuestran que los católicos no somos aburridos.


Ser católico es sinónimo de alegría y celebración.


Antes de comenzar a desarrollar cualquier idea tenemos que dejar en claro que nadie pretende tener fe como un pasatiempo o una distracción. Muchos creen que las cosas de la fe son aburridas y pasadas de moda. Un típico ejemplo de esto es escuchar a otros decir: “la Misa es aburrida” e inmediatamente la pregunta que cae de cajón es: ¿quién dijo que la misa es para entretenerse?, para eso está el cine.

No obstante, fe y vida van de la mano innegablemente y en la vida de las personas pasar momentos agradables (incluso de carácter espiritual) es algo necesario. Es más, el tiempo de ocio, de descanso y el tiempo libre son fundamentales para una buena salud mental y espiritual, sino corremos el riesgo de volvernos unos amargados.

En este sentido para los católicos hay dos formas de mirarnos: desde afuera y desde dentro. Muchos de los que están fuera nos ven como personas aburridas, estancadas en el tiempo, con prácticas medievales.  Por otra parte, nosotros mismos (los que tenemos fe) vivimos nuestro catolicismo como si fuera algo aburrido y lleno de restricciones; miramos las cosas que podríamos hacer en “el mundo” con cierta nostalgia, como si fuera algo que nos hubieran quitado.

Ser católico es sinónimo de alegría y celebración. Esa alegría se ve reflejada en las cosas que hacemos, y en lo bien que la pasamos. Y cuando hablamos de pasarla bien no nos referimos a aquello que nos vende el mundo. Creer que solo eso es diversión, nos hace dudar de nuestras opciones de fe y la alegría que encontramos en ellas. Por todo esto hemos querido hacer una galería para comprender mejor por qué los católicos estamos bien lejos de ser aburridos; es más, estamos llamados a no serlo.

1. Nuestra alegría no es circunstancial
Y eso es un gran alivio, pues si dependiera de lo entretenido, de lo festivo y de lo divertidas que son las cosas que hacemos, entonces estaríamos perdidos y sumidos en una constante frustración. Nuestra alegría está puesta en que somos amados, somos queridos por Dios y esta es mucho más importante que nuestras debilidades.

2. Estamos llamados a ser auténticos.
Somos amados por Dios, como somos, con nuestras debilidades y con nuestras virtudes. Ser quienes realmente somos nos da una libertad inmensa que nos llena de alegría y que nos permite enfrentar la vida de forma mucho más confiada y feliz.

3. ¡La cuenta ya está pagada!
Imagina que estás comiendo y festejando en un bar muy costoso, de pronto se acerca el mesero y te dice que la cuenta está pagada, que no debes nada, que alguien ya pagó por ti. Vivimos en la alegría de que nuestra cuenta ya fue cancelada por Jesús, no para aprovecharnos y seguir pidiendo cosas, sino para para tener la tranquilidad de que a pesar de lo que hayamos hecho, hay alguien que murió en la cruz por amor a nosotros y que esto nos da la certeza de que no hay ninguna deuda que pagar.

4. La comunidad sostiene nuestras fragilidades.
Vivimos en comunidad con personas que creen lo mismo y tienen las mismas esperanzas que nosotros.  Son ellos quienes nos sostienen en nuestras fragilidades, celebran junto a nosotros las alegrías y nos acompañan en nuestras vidas llenándolas de amor.

5. Estamos llamados a ser como niños
Ser como niños no es lo mismo que comportarse infantil o inmaduramente. Significa actuar con libertad, dejar la vergüenza, los prejuicios y los miedos de lado, y actuar desde el amor buscando la felicidad.

6. Vivimos con la alegría de ser hijos de Dios
Nada más tranquilizador que saber que nos espera una habitación, que el Padre nos tiene reservado un lugar para el final de nuestros días y que ese Padre es el creador de todo. Eso, sin lugar a duda, nos da una alegría que es imposible de medir.

7. Buscamos actividades que enriquezcan nuestro interior.
Esta alegría que brota de nuestros corazones la podemos vivir porque hemos atendido a lo que hay dentro de ellos, procurando alimentar nuestras almas con lo único capaz de saciarlas: el amor de Dios.

8. Necesitamos siempre llevar la buena nueva
Si alguien llega con una buena noticia es bien recibido. Cuando compartimos el Evangelio, siempre es una buena noticia, es esperanzador, consolador, llena de paz a las almas y comunica vida. Ver los rostros iluminados de esperanza es nuestra felicidad.

9. Nos reconocemos infinitamente amados.
Comprendemos que nuestra vida y nuestra existencia es deseada por Dios, no somos una casualidad y todo nuestro ser es amado. Esta certeza nos da una nueva forma de ver la vida, pues ella tiene un sentido: alguien nos cuida y quiere lo mejor para nosotros.

10. Tenemos margen de error y podemos volver a intentar.
No es una invitación a equivocarse voluntariamente, pero saberse perdonado, saber que quien nos juzga es el Dios de la Misericordia y del Amor, nos permite enfrentar el error y la fragilidad con la esperanza.  Ser hijos amados de Dios no lo perderemos, aunque seamos indignos de ello, pues somos perdonados y aceptados continuamente en el corazón de Dios, aun cuando no hacemos las cosas del todo bien.

¿Qué puedes hacer para inyectar alegría y diversión a tu apostolado? Y si en tu diócesis se está realizando algo grande, que nos ayude a contarle al mundo que es un mito eso de que el católico es aburrido, no dudes es escribirnos.

Como bonus, les dejamos estos dos videos que resumen como es que, viviendo nuestra fe y la alegría que esta nos provoca, podemos llegar a hacer cosas grandes.
Lifeteen Summer Camp.

Lifeteen es un programa para pastoral juvenil que existe en Estados Unidos y en algunos otros países y que se ha implementado en cientos de parroquias. Lifeteen organiza un campamento de verano, con una producción de película, en donde miles de jóvenes de distintas partes de Estados Unidos asisten durante toda la temporada de verano, una experiencia que marcará sus vidas y sus corazones para siempre, en donde Jesús Eucaristía y vivir la pureza son el centro de todo.


Por: Sebastián Campos


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