¿Nos hemos olvidado de los valores
del Reino de los cielos?
San Juan Crisóstomo
Colosenses 3, 1-11: “Ustedes han muerto con Cristo. Den muerte a todo lo malo que hay en ustedes”
Salmo 144: “El Señor es bueno con todos”
San Lucas 6, 20-26: “Dichosos los pobres - ¡Ay de ustedes los ricos!”
Colosenses 3, 1-11: “Ustedes han muerto con Cristo. Den muerte a todo lo malo que hay en ustedes”
Salmo 144: “El Señor es bueno con todos”
San Lucas 6, 20-26: “Dichosos los pobres - ¡Ay de ustedes los ricos!”
Hay páginas del evangelio que quizás porque las hemos escuchado muchas veces ya no nos hacen mella ni nos provocan escándalo. La carta de presentación y el programa de Jesús resulta escandaloso no sólo para aquel tiempo sino sobre todo en nuestros días. Decir que la felicidad se encuentra en la pobreza y que los pobres y olvidados son los protagonistas de la construcción de su Reino todavía nos debería causar escándalo si lo tomamos en serio.
El problema es que lo hemos endulzado y lo hemos envuelto en palabras
bonitas que después en la práctica quedan sin ser efectivas. Las
bienaventuranzas son palabras revolucionarias tanto en la forma que las
presenta San Mateo, como en la redacción de San Lucas. Quizás nos suenen más fuertes en esta presentación porque nos
habla de los pobres sin ningún adjetivo, sin decir pobres de espíritu, y porque
además el camino que va siguiendo San Lucas está lleno de alusiones a estos
“pobres”, que son los verdaderos “anawin”,
los desheredados, los despreciados, a los que Jesús desde su discurso en la
sinagoga se refiere. Para ellos es su evangelio, su
buena nueva. Cuando nos
sorprendemos por este mundo de avances y tecnología, de gran producción y mucho
comercio, nos dejamos encandilar y quedan en la oscuridad los millones de
pobres y necesitados. Creo
que las palabras de Jesús hoy se hacen más presentes que nunca y nos están
reclamando que hemos olvidado los verdaderos valores del Reino y,
sin necesidad de castigos divinos, estamos sufriendo las consecuencias al poner
la esperanza y la felicidad en los bienes que nos propone el mundo.
Hoy frente a toda la violencia y corrupción que manifiestan dónde hemos
puesto el corazón, sería muy conveniente, urgente, que dejemos penetrar en
nuestro corazón una a una las bienaventuranzas y también los ayes que nos
propone Jesús… Dichosos los pobres… Ay de los ricos… dichosos los que
tienen hambre… Ay de los que se hartan… Dichosos… Que calen profundo estas
palabras y descubramos dónde está la raíz de este mundo de injusticias y locura
que nos está llevando a la destrucción. Las palabras de Jesús son
ahora muy actuales.
Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato
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