Docenas de
jóvenes británicas entre 9 y 15 años han sido sometidas a una cirugía para
tener la vagina de Barbie.
Recuerdo que, cuando era
chica, soñaba con tener una gran cocina como la de mi mamá. Cuando ella me
compró una mini cocina de juguete,
empecé a llorar porque era falsa, de plástico y chica. Tuve una cocina de
Barbie con ventanas rosas, horno y el fregadero pintado en una calcomanía. Pero
como una niña lunática con un gran aprecio por las cosas grandes, yo quería la
versión en tamaño real. Entonces mi abuelo me compró unas ollas -pero no ollas
de plástico. Ollas reales. Con tapas. Yo estaba en éxtasis; pensé que alguien
finalmente había entendido.
Quién sabe cuántas personas pueden contar
historias como la mía. Esa niña quiere un castillo, aquella una aspiradora, la
otra un caballo y la otra una cola de sirena. Pero nunca entendí por qué una
niña querría tener una vagina diferente.
Cuando leí
recientemente un artículo en Vanity
Fair llamado “Quiero una vagina como la de Barbie“, me impactó.
Este era el
subtítulo: “En Inglaterra, 200 chicas, menores de edad y, en algunos casos, con
tan sólo 9 años, han pasado por cirugía para
cambiar su propia vagina”.
Sí, has leído bien, 200 niñas.
Entre
el 2015 y el 2016, según Vanity Fair, por
lo menos 200 jóvenes, muchas de ellas aún en primaria y más de la mitad con
menos de 15 años, solicitaron la cirugía de la vagina en el sistema de salud
inglés. En Inglaterra, el sistema nacional de salud realiza esas cirugías sólo
por razones médicas, no por razones estéticas.
“Las niñas
saben que conseguirán la operación si dicen que su condición tiene
consecuencias sobre su relación con los deportes y el sexo. Ellas saben que esa
es una forma de presionar”, afirma el artículo.
El programa de Victoria Derbyshire, que es un programa de
noticias de la BBC en
Inglaterra, ofreció datos e invitó a la Dra. Naomi Crouch, directora de la Society
for Pediatrics and Gynecology (Sociedad de Pediatría y Ginecología) para
adolescentes inglesas, para discutir al respecto. Ella expresó profunda
preocupación con tal situación.
“Las niñas a
veces salen con comentarios como, ‘yo odio eso, sólo quiero quitarlo’, y para
una niña sentirse de esa manera sobre cualquier parte de su cuerpo
-especialmente una parte que es íntima- es muy perturbador”, dijo la Dra.
Crouch.
Algunos
especialistas señalan que esa “dismorfia” –insatisfacción
con la imagen corporal– es causada por la exposición excesiva de niños
y adolescentes a material pornográfico, que ahora está muy a la mano (lo único
que necesitan es un teléfono celular con conexión a Internet), es gratuito, y
se puede ver anónimamente.
Tal vez no
entendamos cómo la pornografía es realmente mortal, penetrante y violenta.
Especialmente cuando es “impuesta” a los niños. Debe haber mayor control, y
esas páginas deben cerrarse. Los
papás deben estar siempre atentos y
bloquear el acceso al contenido pornográfico en sus tabletas,
computadoras y televisiones. Los papás también deben incitar a los profesores
de la escuela para que estén más atentos a lo que los niños ven.
Muchas veces, la primera experiencia de un niño con la
pornografía es con un amigo o compañero de escuela. Y es traumático.
Como la sexóloga belga Thérèse Hargot explica en
el libro A Sexually Liberated Youth… Almost, el primer encuentro infantil
con la pornografía es una experiencia “impuesta a ellos por otro, voluntaria o
involuntariamente. En esos casos, las imágenes son impuestas a un espíritu que
no ha formulado el deseo. Es una especie de violación, una violación de la
imaginación”.
La Dra.
Zulueta, una ginecóloga con más de 30 años de experiencia, también comentó la tendencia: “Veo a niñas de 11, 12, 13
pensando que hay algo equivocado con su vulva -que tiene la forma equivocada,
el tamaño equivocado, y realmente expresan desagrado. Su percepción es que los
labios internos deben ser invisibles, casi como una Barbie.
Una
vagina invisible como la de Barbie. El mundo se ha vuelto loco. Esas
imágenes distorsionadas causan tal soledad y confusión en
nuestras niñas que pueden llevarlas a rechazar su propia feminidad.
¿Y no es absurdo que los papás acepten los deseos de
sus hijas en lugar de ayudarlas a lidiar con los problemas reales subyacentes? ¿No es
inconcebible que ellos les den permiso para que sean sometidas a una cirugía
con todos los riesgos que implican? Es como si estuviéramos hablando de tener
una nueva máscara para el carnaval o un esmalte de uñas brillante.
¡Y todo eso sucede en la Inglaterra contemporánea! Algo está muy mal cuando
los papás de Charlie Gard no logran llevarlo a Estados Unidos para el
tratamiento, pero los papás de las niñas de 9 años pueden llevar a sus hijas al
hospital para una cirugía íntima. Vale
la pena preguntarse: ¿qué tipo de sociedad crea la pornografía? ¿Qué tipo de
impacto tienen esas imágenes en los niños y en nuestros propios hijos?
SILVIA LUCCHETTI
| Ago 24, 2017
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