Puede parecer un hecho insignificante pero no lo es:
hace referencia a nuestros orígenes cristiano.
Muchos de ustedes, seguramente,
habrán asistido y más de una vez quizás, a la celebración del bautismo de un
niño. Recuerden cómo comienza el rito bautismal. Después del saludo inicial el
sacerdote, o el diácono, hacen esta pregunta a los padres de la criatura: ¿qué
nombre le pusieron a su hijo? Los papás responden; ese es el rito de imposición
del nombre.
Se me ocurrió conversar con ustedes acerca de este punto
porque hay algo que me ha llamado la atención: los nombres que muchas veces se
ponen a los niños. Hay en las familias tradiciones respecto de esto; se repite el
nombre del abuelo o del bisabuelo, que atraviesa varias generaciones. Además,
en algunos ambientes, era muy común, por ejemplo, en los ambientes rurales, el
poner el nombre del santo del día: se fijaban en el almanaque y se le ponía al
bebé el santo que correspondía. A veces se producían chascos fenomenales.
Imagínense un nombre que quizá hoy día suena extravagante; y no ha faltado el
caso de un nene o una nena que acabaron llamándose ´Fiesta Cívica´ por haber
nacido un 25 de mayo o un 9 de Julio.
Aquí hay algo interesante, no solo porque el chico va a
llevar ese nombre toda la vida, sino porque el sentido de elegir para un niño
un nombre cristiano es que pueda invocar la intercesión de la Santísima Virgen
en alguna de sus títulos y advocaciones o del santo cuyo nombre se le impone.
Además, ese gesto implica que, si el chico lleva luego efectivamente una vida
cristiana, lo que es de desear, pueda tomar a ese santo por modelo.
Aquí hay algo que no debe ser desechado, porque tiene que ver
con, la trasmisión de una cultura cristiana. Felizmente todavía hay muchísimos
padres que bautizan a sus niños, y esto no es un dato menor, porque me parece
que expresa el aprecio de la vida cristiana por una gran parte de nuestro
pueblo.
Les propongo a ustedes esta reflexión porque me parece que
tenemos que hacer una especie de “campaña”. Ustedes conocerán, a lo mejor,
parientes o amigos, matrimonios jóvenes que esperan un niño y sobre el nombre
que pondrán a la criatura; quizá se puede sugerir que elijan un nombre
cristiano. Hay manías o modas que se repiten y luego el chico queda para toda la
vida con ese nombre que a lo mejor dentro de 20 o 30 años suena más
extravagante que llamarse hoy día, por ejemplo, Policarpo. De paso, ¿Saben que
quiere decir Policarpo?: significa fruto abundante. Hay ciertos nombres de la
tradición cristiana que tienen un sentido muy bello, muy noble y no solamente
del punto de vista religioso sino también humano. En este tema se trata de
tener un poco de discreción, pero implica también un reconocimiento de lo que
significa el Bautismo.
Es verdad que al chico lo llevan a bautizar cuando el nombre
ya está estampado en el trámite civil, en el registro del nacimiento y no hay
mucho remedio. Sin embargo, puede haber un cierto remedio y yo, a veces, lo
sugiero cuando me toca celebrar algún Bautismo; es proponer que si el chico no
tiene un nombre cristiano se le añada en la ceremonia del Bautismo, Todavía,
unos años después, existe una posibilidad ulterior, cuando el chico va a
recibir el Sacramento de la Confirmación. Ahí él mismo puede elegir un nombre
cristiano; yo les sugiero a los catequistas precisamente eso: que en el tiempo
de preparación vean si el niño o la niña no debe adoptar un nombre cristiano, y
que él mismo lo añada, y que ese gesto sirva, de alguna manera, para iluminarle
el camino de su vida ulterior.
Ustedes pueden pensar que esto es una cosa insignificante,
pero multiplicada y generalizada esta iniciativa contribuye a una presencia
concreta en la sociedad, es la presencia del hecho cristiano y de la referencia
a nuestros orígenes cristianos.
A propósito del cambio de nombre o de la imposición del
nombre recordemos que acaba de ser el Día del Papa, la Fiesta de San Pedro y
San Pablo. ¿Qué debe hacer el Papa cuando lo eligen? Debe adoptar un nombre.
Nosotros tenemos el caso afectivamente cercano del Cardenal Bergoglio que
cuando fue elegido Sumo Pontífice eligió llamarse Francisco, y ¡vaya si tiene
sentido que haya elegido ese nombre! porque de alguna manera se indica una veta
espiritual y pastoral del Pontificado. De paso, no nos olvidemos de rezar por
el Papa Francisco. Pues bien traslademos eso al caso sencillo del Bautismo de cualquiera de
nuestros niños en nuestras parroquias. ¡Hay que pensar en el asunto del nombre,
y si se le va a bautizar, que sea un nombre cristiano!
Por: Héctor Aguer, arzobispo de La Plata
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