Por qué la música ocupa un lugar destacado en nuestras
vidas.
Miles de músicas a lo largo de la
historia han acompañado a los seres humanos. En las llanuras y en las montañas,
entre cabañas y rascacielos, melodías y letras han estado siempre presentes. ¿Por
qué la música ocupa un lugar destacado en nuestras vidas? Porque la música
llega hasta lo más íntimo del corazón. Consuela o entristece. Anima o
desalienta. Educa o deforma. Los ritmos y las armonías influyen, consciente o inconscientemente, en
cada uno. A veces suscita una emoción serena, reconfortante. Otras veces
provocan un extraño sentimiento de inquietud o pasiones incontroladas.
Las letras también
entran en las mentes de las personas. Con ellas se promueve la bondad o se
exalta la vileza, se defienden las virtudes o se difunden los vicios.
Por eso las familias y los educadores necesitan tomar
conciencia de la importancia de la música, para resaltar aquella que promueva
el bien y para denunciar la que lleve hacia el desorden y la injusticia.
Por desgracia, en
muchos lugares la música se ha convertido en un medio para fomentar el odio, la
sensualidad, la avaricia, la sed de venganza. Duele, por indicar solo un
ejemplo, ver a miles de personas cantar a gritos un himno lleno de rabia y
desprecio hacia personas o pueblos vistos como “enemigos”. Al
revés, resulta confortante encontrar tantas otras músicas que defienden
principios buenos y virtudes sólidas, que alaban la belleza del matrimonio y la
familia, que invitan a una vida solidaria y llena del amor verdadero.
La música tiene,
además, una rica dimensión religiosa. Por eso numerosos grupos de creyentes le
han dado un especial relieve en sus ritos y ceremonias. También la Iglesia católica ha promovido, desde sus primeros siglos,
melodías y canciones para acercar el alma de los bautizados a Dios y para
recordar los grandes hechos de la historia salvífica. La
música, bien dosificada, es una gran ayuda en el camino de los pueblos. Por lo mismo, vale
la pena una reflexión serena que permite dejar a un lado canciones que dañan, y
que promueva y fomente tantas otras melodías que conducen suavemente los
corazones hacia la bondad, la justicia, la belleza, la entrega generosa a los
demás seres humanos.
Por: Fernando Pascual, L.C.
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