Es un
signo externo que expresa una realidad interior: el querer adorar a Dios.
Este video me abrió los ojos sobre el valor de rezar
de rodillas. Hay algunos que
parecen ser de la “Agencia de Católica Secreta” y se les nota, porque, aunque
viven su fe, pareciera que desean pasar desapercibidos, como si estuvieran
encubiertos en una misión secreta. Se los puede descubrir, por ejemplo, cuando
los ves hacer la señal de la cruz, pues el gesto es rápido y muy
desordenadamente, casi como si se estuvieran haciendo la marca del Zorro (la
“Z” que delineaba el héroe mexicano con su espada). Ni hablar de esos que
parece que estuvieran espantando un zancudo o sacándose una pelusa de la cara.
Con la
genuflexión pasa lo mismo, seguramente sin querer, mucha gente al
entrar al templo hace una cosa extraña, algo así como una mezcla entre dolor de
espalda, saludo japonés, agacharse a recoger algo y pedir matrimonio; todo esto, rara vez,
mirando hacia el Sagrario y la verdad es que un signo así no tiene mucho de espiritual,
sino que de ritual. La genuflexión no es solo una costumbre ritualista de los
católicos, sino que expresa algo más. Es un signo externo que expresa una realidad interior: el
querer adorar a Dios. Por lo tanto, no ha de ser una agachada a
la rápida, sino que con calma y solemnidad, demostrar ese amor que no es
cualquier amor; por eso doblamos nuestra rodilla ante el Hijo de Dios.
Arrodillarse es un acto de fe, significa que creo que ahí se encuentra Dios
mismo.
«Arrodillarse, estar de pie ante
el Señor, fijar la mirada en el Crucificado, detenerse y recogerse en silencio,
no son secundarios, sino que nos ayudan a ponernos interiormente con toda la
persona en relación con Dios»
Por: Sebastian Campos
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