Para orientar y alimentar correctamente la piedad
hacia el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, debe considerarse el misterio
eucarístico en toda su plenitud. Este tema, aparentemente simple, fue objeto de grandes controversias a
lo largo de la historia de la Iglesia, y sufrió diversas alteraciones en su
transcurso. Él engloba los siguientes aspectos: 1. La comunión en la mano o la
boca; 2. La comunión bajo las dos especies; 3. La comunión fuera de la Misa; 4.
La frecuencia de la comunión. Trataremos de cada uno de ellos.
Nuestro Señor Jesucristo instituyó el sacrificio sacramental de su Cuerpo y su Sangre en la forma y bajo las señales de comida y bebida, cuando pronunció las palabras "tomad y comed" y "tomad y bebed". Inclusive el mandato a los apóstoles "haced esto en memoria Mía" no se refería apenas a que ellos reactualizasen el sacrificio, sino también que participasen del mismo.
De hecho, la Iglesia siempre entendió que la comunión era
parte integrante del Sacrificio, según podemos comprobar con testimonios muy
antiguos, tal como la primera carta de San Pablo a los Corintios, y gran parte
de la Tradición Apostólica, además de la práctica multisecular, nunca
interrumpida, de exigir la comunión, al menos del ministro, en la celebración
de la Misa. Entretanto, surgieron diversas dificultades, como arriba
mencionamos, y que la Iglesia tuvo que resolver. Tal vez la más antigua sea la
cuestión de la comunión en la boca o en la mano.
¿Comunión en la mano o la boca?
Las monumentales fuentes literarias de los nueve primeros
siglos atestiguan unánimemente la praxis de recibir la comunión en la mano como
norma general. Desde los siglos IX al XII deja de ser la práctica habitual y
en el siglo XIII casi desapareció completamente. Parece que las causas más importantes del cambio son: la preocupación en
defender la Eucaristía de errores supersticiosos, por tanto evitar que las
personas llevasen la Sagrada Hostia consigo; la defensa del significado trascendente de la Eucaristía contra las ideas confusas de los pueblos
bárbaros que se convirtieron en masa, y aumentar así el respeto por las
Sagradas Especies; y la creciente reverencia para con la Eucaristía, para que
solo manos consagradas las tocasen.
Esta nueva costumbre estuvo vigente hasta después del
Vaticano II. Por causa de ilegalidades en esta materia, algunas conferencias
episcopales solicitaron de Roma un criterio orientador. Entonces, la
Congregación para el Culto Divino promulgó la instrucción Memoriale Domini [1],
sobre el modo de administrar la comunión, estableciendo que la comunión en la
boca permanecía como norma general vigente. Sin embargo, se permitía que las
Conferencias Episcopales solicitasen de Roma autorización para dar la comunión
en la mano.
Comunión bajo las dos especies
Otro problema que surgió en la Edad Media fue la cuestión de
la comunión bajo las dos especies, que fue la forma ordinaria en el Occidente
hasta el siglo XII y se conserva hasta hoy invariable en el Oriente. Sería, sin
embargo, erróneo pensar que durante estos primeros siglos existiese la
prohibición de comulgar solamente bajo una especie, o que nunca se practicó
esto, pues sabemos que los enfermos recibían la comunión apenas bajo la especie
del pan y los niños recién nacidos solamente bajo la especie del vino.
El cambio que hubo, en el Occidente, de esta costumbre, se
debe a una mayor veneración a la Sagrada Eucaristía, para evitar que se
derramase la Preciosísima Sangre, más allá de motivaciones de orden higiénicas. Posteriormente surgieron motivos de carácter dogmático, ya que el
concilio de Trento tuvo que reafirmar, contra los protestantes, que la comunión
bajo las dos especies no era de derecho divino, y que quien comulgase de
cualquiera de las dos especies recibía el Cristo total. Para salvaguardar la fe
del pueblo cristiano, se prohibió dar la comunión a los laicos bajo la especie
de vino [2], para dejar patente que Nuestro Señor Jesucristo estaba totalmente
presente en el menor de los fragmentos de la Sagrada Hostia.
El concilio Vaticano II restauró esta praxis de los primeros
siglos "en los casos que la Sede Apostólica determine (...), por ejemplo a
los ordenandos en la Misa de su ordenación, a los profesos, en la Misa de su
profesión; a los neófitos, en la Misa que sigue su bautismo" (SC, 55). Después del Concilio, varios documentos pontificios se
ocuparon de esta cuestión. Los más importantes son: Ritus communionis sub
utraque specie las instrucciones Eucharisticum Mysterium.
Comunión fuera de la Misa
La celebración de la Eucaristía es el centro de toda la vida
cristiana, tanto para la Iglesia universal como para las comunidades locales de
la misma Iglesia. Es lo que nos afirma el Concilio Vaticano II en estas bellas
palabras: "los otros sacramentos, como todos los ministerios eclesiásticos
y las obras de apostolado, están ligados a la Santísima Eucaristía y a ella se
ordenan. Efectivamente, en la Santísima Eucaristía está contenido todo el bien
espiritual de la Iglesia, que es el propio Cristo, nuestra Pascua y Pan vivo,
que, por su carne vivificada y vivificadora bajo la acción del Espíritu Santo,
da la vida a los hombres, los cuales son así invitados y llevados a ofrecerse
juntamente con Él, a sí mismos, sus trabajos y toda la creación”.
Además, "la celebración de la Eucaristía en el sacrificio de la
Misa es verdaderamente el origen y el fin del culto que a la misma Eucaristía
se presta fuera de la Misa". Para orientar y alimentar correctamente la piedad hacia el
Santísimo Sacramento de la Eucaristía, debe considerarse el misterio
eucarístico en toda su plenitud, tanto en la celebración de la Misa como en el
culto de las Sagradas Especies, que se conservan después de la Misa para
prolongar la gracia del sacrificio. [8] Para eso, precisamos entender cuál es
la finalidad de la reserva eucarística.
(Mañana: Finalidad de la reserva eucarística - Relación entre
la comunión fuera de la misa y el sacrificio)
[1] AAS 61 (1969) 541-545.
[2] SES. XXI, ce. 1 e 2.
[3] ASS 1965, pp. 51-57.
[4] 25. V.1967, n. 32: AAS 59 (1967) 558.
[5] 16.IV.69, nn. 240-242.
[6] Conc. vat. II, Decr. Presbyterorum ordinis, n. 5.
[7] S. Congr. dos Ritos, Instr. Eucharisticum mysterium, n. 3e: AAS, 59 (1967), p. 542.
[8] Cf. S. Congr. dos Ritos, Instr. Eucharisticum mysterium, n. 3g: AAS 59 (1967), p. 543.
Por: es.gaudiumpress.org
No hay comentarios.:
Publicar un comentario