Los laicos católicos siempre han estado comprometidos
con la sociedad en la humildad del silencio.
Me ha llamado la
atención recientemente como hay personas de buena fe que se asombran de saber
que los laicos católicos puedan querer participar en situaciones sociales,
políticas, laborales o culturales. Su sorpresa viene de pensar que esos son
temas que están prohibidos para la Iglesia o que, por lo menos, están
reservados para “otras instancias”.
La verdad, me asombra que les asombre. No hay nada de nuevo ni de
secreto en la participación de los católicos en esas materias. Al contrario:
podría hasta hablarse de una “conspiración de silencio” que ha acallado el
conocimiento de la participación de la Iglesia en muchos temas. Ocasionalmente
con el propósito de presentar a la Iglesia o por lo menos a su clero como una
especie de “clase parásita” y, a veces para ocultar el hecho de que muchas
organizaciones de católicos seglares logran mejores resultados en asuntos
sociales que los gobiernos, a pesar de contar con recursos mucho menores.
A veces
se trata de asuntos aparentemente menores, pero que nacen de corazones
generosos. Como los laicos que se organizan para llevar café y pan en las
madrugadas a los familiares que tienen enfermos en los hospitales públicos y
que no tienen disponible un lugar donde les den ese apoyo. Como las
mundialmente famosas Patronas, que dan agua y alimentos a los migrantes. O
temas mucho más importantes, como monjas y seglares que sostienen y operan
orfelinatos de niños minusválidos.
Pero
hay otros campos donde también se actúa. En crear, difundir y buscar
que se implementen propuestas y leyes en temas sociales, de corrupción, de
familia. Grupos
que generan opinión que se sale de la que ofrece la clase política y que
ofrecen perspectivas nuevas, frescas. Que muchas veces molestan a los que no se
les ocurre nada nuevo.
Puede ser que el asombro
venga del desconocimiento.
Los grupos y movimientos de laicos católicos no tienen presupuestos millonarios
de comunicación social, ni les interesa tenerlos. Para muchos su mística es una
de modestia, de no estar publicando sus acciones sino guardarlas en silencio.
También viene de no tener claro que la Iglesia no es solo el clero. Que
la Iglesia la forman todos los bautizados y que el clero es una minoría. Y aún
en el caso del clero, también tiene el derecho a opinar y a promover
iniciativas a la sociedad, en los temas mencionados. Aunque la Constitución
todavía pone algunas prohibiciones a las organizaciones religiosas, como la de
que no puedan tener canales de televisión abierta. Los paladines de la
inclusión se ven bastante poco incluyentes y hacen que uno se cuestione a que
le temen cuando no quieren opiniones plurales.
Nada nuevo. La
primera encíclica social, la Rerum Novarum, que trató de temas sociales y
laborales, de socialismo y capitalismo, cumplió ya 125 años. Nada
raro que el laico católico quiera participar, quiera hacer oír su voz y dar a
conocer otras opciones, otros modos de ver la sociedad. Y qué bueno. Si algo
necesita este país tan emproblemado es riqueza de opiniones e iniciativas.
Por: Antonio Maza Pereda
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