Cabe
hacer la distinción entre permitir el mal y querer que el mal suceda
El problema del mal ha sido por mucho tiempo un obstáculo. Sabemos
que Dios es bueno y que es todopoderoso. Sin embargo, también
sabemos que el mal existe. A un Dios bueno y amoroso no le gustaría que
existiera el mal. Un Dios todopoderoso sería capaz de erradicar el mal.
¿Podríamos imaginar un mundo sin el mal?
Entonces no estaríamos presentes en él, porque los seres humanos somos
imperfectos y pecaminosos. Y aquí entra la cuestión del libre albedrío. Sin el
libre albedrío, no seríamos personas sino títeres de Dios. No podríamos amar a
Dios en verdad. Debido a que Él desea tener una relación real con nosotros que
implica una elección voluntaria, entonces tenía que permitir que existiera el
mal.
Cabe hacer la distinción entre permitir el mal y
querer que el mal suceda. Dios no desea el mal,
pero es necesario permitirlo para que el hombre pueda desarrollarse en la
virtud. Por supuesto que Dios pudo crear un mundo sin que existiera lo malo,
pero Dios sabía que un mundo limitado en su libertad sería un mundo inferior
porque las virtudes son definidas por lo opuesto a ellas. Una persona puede ser
humilde solo si el orgullo se antepone. Y ser humilde implica también la
posibilidad de ser orgulloso.
En esta lucha de carácter donde peleamos para dejar el orgullo que somos
formados. Podemos decir que Dios todavía podría darnos libre albedrío y al
mismo tiempo prevenir las consecuencias del mal. Podemos
querer que Dios intervenga en el caso de asesinato o violación.
Pero ¿queremos que Dios intervenga en el caso de nuestra propia idolatría? Todo
pecado es una ofensa a Dios, y nos separa de Él. Si Dios fuera a intervenir y
evitar el mal, Él tendría que eliminarnos a nosotros. Además, si Dios fuera a
eliminar todas las consecuencias negativas de nuestros actos, ¿tendríamos
realmente libre albedrío?
En esencia, Dios no quiere el mal, pero
lo permite, porque Él desea una relación con nosotros. Somos pecadores. Con los
pecadores vienen cosas malas. Pero ¡gracias al Señor que nos ha redimido! No
es necesario vivir en la esclavitud de nuestras inclinaciones pecaminosas,
aunque todavía luchamos contra nuestros malos deseos. Sí,
vivimos en un mundo de pecado sobre el que Satanás tiene dominio. Los creyentes
no son inmunes a las consecuencias del mal ¡Pero Jesús ha vencido! Dios es fiel
para redimir el mal que sucede en nuestras vidas.
Por: Monseñor Jorge De los Santos
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