Consultar a tales personas es un acto de infidelidad a
Dios.
Todas
las formas de adivinación son una realidad que cuestiona a los creyentes que se
declaran cristianos católicos. Porque son cada vez más los fieles que consultan
a videntes y adivinos, por problemas personales, enfermedades, conflictos
emocionales o por la simple curiosidad acerca del futuro. Otros se preguntan si
esas prácticas son compatibles con su fe cristiana.
En el mundo postmoderno, las consultas a
médiums espiritistas, astrólogos, brujos, "parapsicólogos", chamanes,
clarividentes, tarotistas, curanderos, y toda clase de mancias (quiromancia,
cartomancia, etc.), han dejado de ser un tabú supersticioso que convive con la
modernidad en forma discreta, para convertirse en algo cotidiano, socialmente
aceptado, con una creciente presencia en los medios de comunicación. Tanto en
la TV, la Radio e internet, como en la educación, o en la familia, hoy no se
distingue la evidencia científica de la superstición, la creencia religiosa de
la magia, la fantasía de la realidad. Y así tenemos personas que ven
documentales pretendidamente "científicos" sobre extraterrestres,
espíritus que habitan casas abandonadas o personas que ven el futuro, creyendo
que todo eso es verdad demostrada por la ciencia. La falta de pensamiento
crítico y de una fe madura, arrastra a muchos creyentes a permanecer en
creencias mágicas y a llenarse de miedos supersticiosos.
¿Libertad o destino?
La creencia en la
adivinación del futuro niega en sentido estricto, la libertad del ser humano.
Aceptar que alguien puede adivinar el futuro con certeza absoluta, es afirmar
que hay un destino del que no se puede escapar, y negaríamos la libertad en la
que Dios nos creó. Cada persona es libre de construir su propia historia.
Aunque estemos condicionados por muchas causas culturales, sociales, biológicas
y psicológicas, seguimos siendo libres de decidir lo que hacemos con nuestra
vida. Lo cierto es que muchos por curiosidad o ansiedad, miedo o superstición,
desearían saber de antemano su futuro posible, como forma de querer controlarlo
todo.
¿Superstición
dentro de la Iglesia?
En este clima sociocultural en que nos
movemos, los cristianos se ven desafiados en su fe, por el pensamiento mágico,
que se filtra imperceptiblemente en la misma vivencia de la fe. Esta
realidad se hace evidente cuando se presentan las verdades de la fe católica en
modo infantil, mágico y supersticioso; o cuando se usan rosarios, agua bendita
y medallas, no como sacramentales, sino como amuletos mágicos, que tienen
poderes en sí mismos, sin referencia a la fe en Dios. O cuando se predica
del demonio no desde la perspectiva católica, sino desde un dualismo maniqueo,
donde coexisten dos fuerzas iguales y antagónicas, sumergiendo a los creyentes
en el miedo y la superstición.
El Catecismo de la
Iglesia Católica enseña que: "La superstición es
la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se
atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra
parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de
las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones
interiores que exigen, es caer en la superstición" (2111).
Este tipo de mentalidad predispone a una
mayor credulidad en toda clase de propuestas mágicas y supersticiosas, cuando
no, esotéricas y pretendidamente paranormales.
La falta de formación en la
propia fe y el ambiente cultural propicio al sincretismo y el relativismo religioso
les impide ver la incompatibilidad de estas creencias y prácticas con la fe
cristiana.
El
discernimiento: ¿Causas naturales o sobrenaturales?
La Iglesia Católica, al igual que la
ciencia, sostiene un principio básico de prudencia y objetividad, que, ante un
hecho extraordinario, no debe darse una respuesta de orden metafísico,
preternatural o sobrenatural, si puede ser explicado naturalmente. Como en el
caso de los exorcismos, cuando se han agotado las posibilidades de
explicaciones naturales y de asistencia científica, se puede pensar en la
posibilidad -no certeza- de un orden no natural (J.M. Baamonde).
El
mismo Ritual de exorcismos pide que el exorcista no realice el rito hasta haber
realizado una exhaustiva investigación, descartando enfermedades psicológicas,
excesiva credulidad, superstición, y toda clase de posibles situaciones
confusas; sin por ello dejar de asistir espiritualmente a las personas. El
Catecismo dice también: "Es importante asegurarse, antes de celebrar el
exorcismo, de que se trata de una presencia del maligno y no de una
enfermedad" (1673).
La prudencia de la Iglesia para
pronunciarse ante fenómenos extraordinarios tiene sus razones ampliamente
difundidas y conocidas en los documentos magisteriales. El mismo criterio debe
aplicarse a todos los demás fenómenos supuestamente extraordinarios. Aunque
existan casos de exorcistas, que por su opinión se alejen de la doctrina de la
Iglesia, hay que recordar que la fe de los católicos no se guía por opiniones
particulares, sino por el Magisterio de la Iglesia.
¿Y
en el caso de los adivinos y videntes?
En el caso de la adivinación, está
ampliamente demostrado que la mayoría de los supuestos videntes y adivinos, son
un verdadero fraude, que utilizan técnicas ampliamente conocidas y estudiadas
por la psicología, para engañar y estafar a las personas que con credulidad
aceptan que les están adivinando su vida y su futuro. Las conocidas profecías
cumplidas de astrólogos y videntes son simplemente la asociación de
acontecimientos cotidianos con predicciones vagas del pasado, que al crédulo
que confía en ellos, le confirma que le adivinaron el futuro.
También es cierto que
hay algunos casos excepcionales, que no han sido explicados en su totalidad. En
casos extraordinarios, en que alguien pudiera adivinar algo del futuro de una
persona, no sería un destino inmodificable lo que ve, sino una predicción
posible; y al
cristiano le está prohibido consultar a una persona que diga tener ese
"don", por las razones que el catecismo explica con
claridad. Es un
acto de infidelidad a Dios, de falta de confianza en él, y de idolatría,
por poner fe en realidades ajenas al único Dios vivo y verdadero. Además,
mediante estas prácticas ocultistas, las personas abren su vida espiritual a
una posible influencia maligna. Sea por las razones que sea, la consulta a
estos personajes es una opción contraria a la fe cristiana.
El afán de conocer el futuro es un
deseo de control y una negación de la fe y la confianza en la providencia de
Dios. Además, el ocultismo esotérico y las diversas mancias, tienen una visión
del hombre, del cosmos y de la vida, que diverge radicalmente de las
concepciones judeocristianas contenidas en la Biblia. Y si no son católicos los que
preguntan, también hay que ayudarlos a no dejarse estafar, a no dejarse
confundir, y especialmente a no caer en las redes del ocultismo y la
superstición, que nunca llevan a buen puerto. Acercarse a la práctica del
espiritismo, la adivinación, y la consulta a supuestos videntes, es abrirle una
puerta al maligno y una forma segura de apartarse de la fe en Dios y, por lo tanto,
de vivir en el miedo, la inseguridad y la falta de esperanza.
¿Qué
enseña la Biblia?
"Cuando
hayas entrado en la tierra que el Señor tu Dios te va a dar, no imites las
abominaciones de aquellos pueblos. Que nadie entre los tuyos sacrifique en el
fuego a su hijo o a su hija; que nadie practique la adivinación, la astrología,
la hechicería o la magia; que nadie consulte a las almas o a los espíritus, ni
evoque a los muertos. Quien hace estas cosas es detestable ante el Señor"
(Deuteronomio, 18,9-14).
¿Que
enseña la doctrina de la Iglesia?
"Dios puede revelar el porvenir a sus
profetas o a otros santos. Sin embargo, la actitud cristiana justa consiste en
entregarse con confianza en las manos de la providencia en lo que se refiere al
futuro y en abandonar toda curiosidad malsana al respecto...
Todas las formas de
adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la
evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone
"desvelan" el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la
quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de
visión, el recurso a "mediums" encierran una voluntad de poder sobre
el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de
granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el
honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.
Todas las prácticas de
magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas
para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo
-aunque sea para procurar la salud-, son gravemente contrarias a la virtud de
la religión... Llevar amuletos es también reprensible..." (Catecismo de la
Iglesia Católica, 2215-2117). El futuro no está en las
estrellas, sino en nuestras manos Mons. Jean Vernette, uno
de los mayores especialistas en estos temas, lo sintetizaba de modo simple y
claro: "Dios no es un director de teatro que ha fijado hasta el más mínimo
detalle de todos nuestros pasos. No nos ha fabricado un destino, trazado de
antemano. Nos ha dado la libertad. Así que no va a renegar de su obra,
quitándonos con una mano lo que nos ha dado con la otra. Sin
embargo, ¿no es Él todopoderoso? Sí, pero todopoderoso por amor. No al modo de
un potentado que impone un itinerario prefijado.
Sino al modo de un padre que
propone una ruta porque es la felicidad auténtica y la de la plena realización
de uno mismo. Y no la impone nunca. Pues Dios y el hombre colaboran el uno con
el otro. La vida de cada persona es la confluencia
de dos libertades, la de Dios y la del ser humano, que obran juntas
para construir un destino único. Nadie tiene la llave de nuestro futuro. Nadie
tiene su control. El destino está enteramente en nuestras manos. Manos que,
dicen los creyentes, unidas a las de Dios, construyen hoy con plena libertad el
presente, el mañana y el porvenir".
Por: Miguel A. Pastorino
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