Si ejercemos con fe nuestra colaboración en la tierra,
será contada por Justicia
La fe es como
aferrarse a lo que se espera, es la certeza de cosas que no se pueden ver.
Hebreos 11:1 Si pudiéramos ver cumplido aquello que esperamos,
¿para qué serviría la fe? Las promesas humanas se cumplen, a veces, durante el
tiempo terrenal que una persona vive su vida. Pero las promesas de Dios no se
sujetan a tiempos limitados ni terrenales; las promesas de Dios se cumplen en los tiempos que
Él establece.
Cuando tenemos fe en algo y no ocurre, o no se cumple, Dios sigue siendo
Dios. De modo que nuestra
fe debe tener la medida suficiente para seguir adorándolo, amándolo ciegamente,
y honrándolo en su soberanía.
No sólo honramos a
Dios por lo que Él puede hacer, ni solamente por lo que Él hace, sino por lo
que Él simplemente es. Mientras esperamos algo de parte de Dios, una respuesta,
un favor o un milagro, y cuando creemos que Él puede hacerlo y lo hará,
haríamos bien en aceptar su resolución en completa reverencia y sumisión, sin
rebeldías ni cuestionamientos ni renunciación.
"...creyó en la promesa de Dios..."
Abraham es un ejemplo
fascinante de fe. Dios le concedió un hijo siendo ya ancianos él y su esposa, y
le prometió una descendencia tan grande en número como las estrellas del cielo.
De esa descendencia, a través de generaciones, nacerían Jacob, David, y más
tarde Jesús, cuyo padre terrenal (legal o adoptivo), José, era descendiente
directo de Abraham, según se refiere en la impresionante apertura del evangelio
de Mateo (capítulo 1), donde se presenta a Jesús como heredero de David, como
Rey de los Judíos, por descendencia en línea directa.
A Abraham se le llama “el padre de la fe” porque creyó en la promesa de
Dios, a pesar de que no la vio cumplida. Abraham murió a la edad de ciento
veinte años, sin ver las muchas generaciones que vendrían delante de él. Más
tarde, en el tiempo del Señor, el heredero de David (Isaías 4:2) vino a la
tierra, como el Salvador del mundo. En Él se cumplió la promesa hecha a
Abraham, cientos de años después. Pero a Abraham, su fe se le contó por
justicia.
Asimismo, por mandato de Dios, Abraham salió en busca de la tierra
prometida, y no dejó de creer. Él y su parentela murieron sin ver la promesa
cumplida, pero años después, guiados por el liderazgo de Josué, los israelitas
cruzaron el Jordán y vieron la tierra que Dios había prometido a sus ancestros.
Los tiempos del Señor son distintos de nuestros tiempos. En la Biblia, podemos
ver las largas generaciones que Dios toma para llevar a cabo sus planes, y cómo
los grandes hombres de Dios supieron confiar, esperar y visualizar los
designios que Él les anunció.
“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que
había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó
como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas
con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad
que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por la fe también
la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun
fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había
prometido. Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las
estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la
orilla del mar. Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo
prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando
que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.”
Hebreos 11:8-13
Cada vez que Dios hizo una promesa, la cumplió; no importa que para
hacerlo tuvieran que pasar siglos. Los hombres de Dios miraron de lejos,
creyeron y saludaron las promesas, aunque no las pudieran tocar ni entendieran
lo que estaba pasando; aunque no vieran clara la dirección que seguían.
Simplemente caminaban y obedecían, como peregrinos sobre la tierra, pues no
dependía de ellos el cumplimiento de las promesas, sino de Aquel que se las
había dado. Sin embargo, su obediencia estuvo en concordancia con las acciones
futuras de Dios, y permitió que las profecías se cumplieran.
La desobediencia, la impaciencia o las malas decisiones humanas tuercen
los caminos que Dios tiene trazados en su mapa celestial, y provocan diversas
consecuencias, algunas abominables, que nada tienen que ver con la voluntad del
Creador. En cambio, por la obediencia de los hijos de Dios, el mundo sigue en
marcha, expandiendo la Palabra de Dios, llevando el Reino de los Cielos y el
mensaje de gracia para salvación a las naciones, hasta el gran día en que
Jesucristo regrese por su Iglesia.
Sigamos nuestro camino, convencidos de la fidelidad de Dios a sus
promesas, sabiendo que nuestra corta vida y nuestra colaboración sobre la
tierra será contada por justicia si la ejercemos con fe. Saludemos las
promesas, algunas de ellas se cumplirán en vida, otras en el futuro lejano,
pero, sin duda, todas se harán realidad.
Por: Maleni Grider
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