Tenemos ante nosotros una
serie de testimonios riquísimos, de comentarios de todo tipo,de lo más variados, ya sea de críticas agudas, ya de confesiones dolorosas, ya de
anhelos… ya de todo.
Y esto es invalorable,
porque escuchar a
tantas personas de situaciones así de diferentes respondiendo a las preguntas
fundamentales del hombre y de la vida, no es algo que se ve todos los días. Vale
la pena escucharlos. Sí, escucharlos a todos y con hondura, sin prejuicios,
buscando escudriñar hasta el fondo del misterio del corazón del hombre (como
hacía Jesús).
Tanto a aquellos que
tienen una visión de fe como la nuestra, como -y especialmente- a aquellos que
no entienden, aquellos que critican, aquellos que sufren por estar lejos del
Señor. De hecho, Él nos ha enseñado, y nos ha enviado a buscar, a
evangelizar, justamente a aquellos que no lo conocen, y a aquellos que
habiéndolo conocido andan ahora como la oveja perdida o el hijo pródigo,
alejados, todavía confundidos entre ese mundo que fascina, pero que desilusiona
dejando una huella de “vacío”. Esos como dice Carlos, que aún esperan la
respuesta de parte de Dios. Esa respuesta
también podemos ser nosotros.
Pero antes de ponernos
a escucharlos, y sobre todo antes de buscar responder a sus preguntas o comentarios,
tenemos que escucharnos a nosotros mismos y confrontarnos, ¿estamos
nosotros -primero que todo- cerca del Señor, o no? Es algo que denota muy bien
el video y me parece fundamental. Pues, es necesario que vivamos lo que
predicamos. Tenemos que creer, amar, y vivir a- y en- Jesús, porque el
verdadero apostolado no puede ser sino una sobreabundancia de amor, de un amor
recibido. … ¡Nadie da lo que no tiene! Por tanto, es necesario que nuestro
corazón arda auténticamente en el amor al Señor Jesús.
Finalmente me parecen
impresionantes los últimos comentarios, lo cual nos puede ayudar mucho para una
reflexión sobre el horizonte de nuestro apostolado, pues manifiestan como
detrás de todo ese dolor, en el fondo de sus corazones todavía está esa chispa,
esa luz, esa pequeña grieta (como decía Péguy) por la que aún puede entrar el
amor de Dios como el agua que penetra toda superficie resquebrajada.
Es decir, no son personas impermeables,
todo lo contrario, anhelan el amor y dejan entrever con mucha sinceridad esa
nostalgia de infinito y de reconciliación.
Cómo no
experimentarnos interpelados a llevarles el amor del Señor. Quien tiene a
Cristo dentro de sí, debería experimentarse como Él, que al desembarcar vio
mucha gente y sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen
pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. (Marcos 6,33). Amémoslo más,
amemos más al Señor y llevémoslo como dice el Papa, “sin guardárnoslo para para nosotros mismos “… pues, el
mundo necesita el testimonio de nuestra fe, el mundo necesita a Dios.
Por: Daniel Prieto
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