La sustancia espiritual e inmortal del hombre que
anima a su cuerpo.
Les
envío un cordial saludo desde Venezuela y aprovechó la oportunidad de hacerle
la siguiente pregunta ya que soy ministro de la palabra en mi parroquia: ¿me
podría dar su opinión sobre la sustancialidad del alma? Gracias de antemano por
su respuesta y que Dios los bendiga. Atentamente José.
El término alma viene del latín ánima, de
la misma raíz que el griego ánemos, viento. Por alma, y con el mismo
significado que spiritus (en griego psikhé, soplo, aliento, vida), se entiende
por lo común el principio vital del cuerpo, o el principio inmaterial
que se considera origen de la vida material, de la sensibilidad y del psiquismo
del hombre. A veces se da este nombre a la mente humana, o también se la llama
espíritu.
El concepto de alma
surge a partir de la pregunta que el hombre se ha hecho sobre sí mismo, sobre el núcleo íntimo de su naturaleza, y es un concepto
que se vincula simultáneamente a dos cuestiones distintas: por una parte, la
naturaleza de la vida, caracterizada por el auto movimiento y la reproducción
y, por otra, la naturaleza de los actos intelectivos. Desde la primera
perspectiva el alma se concibe principalmente como principio vital (los seres
vivos están animados y para muchos el alma sobrevive al cuerpo); desde la
segunda perspectiva, que puede compatibilizarse con la anterior -no sin ciertas
dificultades-, el alma es el principio de la racionalidad, el principio
explicativo del pensamiento, la sensibilidad, los afectos y la voluntad. A su
vez, si se parte de la concepción del alma entendida como principio vital,
debería poderse hablar de un alma de los seres vivos no racionales, incluidas
las plantas. Es la cuestión suscitada bajo el problema del alma de los brutos o
alma de los animales. Si, en cambio, se parte de la concepción del alma
entendida como principio de racionalidad, se manifiesta en toda su claridad el
grave problema de las relaciones entre el alma y el cuerpo, o problema de la
relación mente-cuerpo.
Para Aristóteles el alma
debe entenderse a partir de su teoría hilemórfica y de su teoría del acto y la
potencia: el alma, ‘aquello por lo cual primariamente vivimos, sentimos y
entendemos’, es sustancia porque es la forma del cuerpo que está en potencia de
vida (‘El alma es la entelequia primera de un cuerpo natural que posee la vida
en potencia’, De anima, 412a-b) y, por tanto, el alma no puede existir sin el
cuerpo, razón por la cual no puede ser inmortal. El alma es concebida como acto
(de los cuerpos que poseen la vida en potencia), y como forma (desde la
perspectiva hilemórfica, es la forma del cuerpo material). Así, en cuanto que
acto, el alma es forma, y en cuanto que forma es sustancia, en el sentido de la
forma de un cuerpo que posee la potencialidad de la vida.
A partir de san Agustín,
que subraya el carácter pensante del alma, esta noción, muy influenciada por la
tradición neoplatónica, se espiritualiza cada vez más. Para él es una sustancia plenamente
espiritual e inmortal, no dependiente del cuerpo, que surge por la voluntad
creadora divina, y es el centro de la subjetividad del hombre, que es
‘un alma racional que se sirve de un cuerpo mortal y terrestre’. Es en el alma
donde el hombre encuentra a Dios y a la verdad, y es, al mismo tiempo, imagen
de la Trinidad. Como en el caso de la Trinidad, el alma es una, pero posee
facultades distintas.
Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles,
hará del alma forma sustancial del cuerpo, de modo que el hombre no es ni alma
sola ni solo cuerpo, sino cuerpo y alma a la vez y atacará la doctrina
averroísta de la unidad del entendimiento que ponía, de nuevo, en peligro la
inmortalidad del alma. Tomás de Aquino, apropiándose del aristotelismo,
distingue el alma vegetativa, el alma animal y la humana, y distingue también
el ánima y el animus (principio vital y entendimiento, respectivamente).
Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE
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