El arrepentimiento o contrición es indispensable para
recibir el perdón de Dios.
El único pecado que no tiene perdón es el pecado contra el Espíritu
Santo. ¿Y en qué consiste este pecado? Consiste en cerrarse de mente y de
corazón a la acción del Espíritu Santo (cfr. Lc. 12, 10). Y no se perdona,
porque al no dejarse la persona influir por el Espíritu Santo, no puede
arrepentirse, y sin arrepentimiento no puede haber perdón. En realidad, el
pecado contra el Espíritu Santo es el rechazo a la gracia de Dios y al
arrepentimiento final: es el rechazo a Dios inclusive hasta el momento de la
muerte.
El arrepentimiento o contrición es indispensable para recibir
el perdón de Dios. Así define la contrición el Catecismo de la Iglesia
Católica: “un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la
resolución de no volver a pecar”. (CIC #1451)
Existe la “contrición perfecta”, que es un regalo del
Espíritu Santo y consiste en optar por Dios y rechazar el pecado, porque
preferimos a Dios más que a cualquier otra cosa. La “contrición perfecta”
brota, entonces, del amor a Dios sobre todas las cosas. Este tipo de
arrepentimiento perdona las faltas veniales y obtiene también el perdón de los
pecados mortales, siempre y cuando tengamos la firme resolución de confesar
esos pecados graves en el Sacramento de la Confesión enseguida que nos sea
posible. (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica #1452)
Existe además la “contrición imperfecta” o “atrición”,
también impulso del Espíritu Santo, por la cual nos arrepentimos de nuestros
pecados debido al temor a la condenación eterna o porque podemos apreciar la
fealdad del mismo pecado. Este tipo de arrepentimiento, aunque imperfecto, es
suficiente para obtener el perdón de pecados mortales o veniales en el
Sacramento de la Confesión. (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica #1453)
Sobre si el suicidio se perdona, he aquí lo que dice el Catecismo de la
Iglesia al respecto: “No se debe desesperar de la salvación eterna de aquellas
personas que se han dado muerte. Dios puede haberles facilitado, por caminos
que El solo conoce, la ocasión de un arrepentimiento salvador. La Iglesia ora
por las personas que han atentado contra su vida”. (Catecismo de la Iglesia
Católica #2283)
Sólo Dios es dueño de cada vida humana. No podemos disponer
de nuestra vida y de la de los demás según nuestros deseos y criterios. El
mandamiento “No matar” se aplica a la muerte a uno mismo y a la muerte a los
demás, incluyendo a los bebés que están aún en el vientre de su madre y desde
el primer instante de su concepción, por lo que el aborto, en cualquier momento
del embarazo también es un pecado grave. Otro pecado contra la vida es la
eutanasia o asesinato misericordioso, que consiste en acabar con la vida de un
enfermo terminal. Nadie tiene derecho, ni el enfermo, ni los médicos en decidir
el momento de la muerte, por lo que el llamado “suicidio asistido” también es
un pecado grave en el que está comprometido también el que colabora en
suspender una vida humana.
Ahora bien, por más graves que sean estos pecados contra la
vida, todos tienen perdón de Dios si se cumple con el debido arrepentimiento y,
para los católicos, con la Confesión.
Por: Catholic.net
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