lunes, 28 de agosto de 2017

Laicos comprometidos


¡Hay más de 1,283 millones de católicos laicos!

En el mundo hay 1,285 millones de católicos, de los cuales 415,000 son sacerdotes, y entre diáconos permanentes, religiosos no sacerdotes y religiosas hay poco más de 770,000. O sea que hay más de 1,283 millones de católicos laicos. De éstos, una gran mayoría no son practicantes, aunque se consideran católicos. El número varía según los países: en México se considera que debe estar en el orden del 70% los católicos que no son practicantes. Y todavía, de este número, habría que ver quienes están incorporados en actividades que, genéricamente, llamamos apostólicas. Aún con todas estas precisiones el número de laicos que trabajan en actividades de Iglesia seguramente sobrepasa por mucho al de religiosos y clérigos. Una enorme fuerza para la evangelización. Pero valdría la pena analizar un poco ese término: el de “laicos comprometidos”.

Debo confesar que no me gusta el término. Estoy dispuesto a que me corrijan. Pero déjeme darle mis razones. Me parece que hay muchas maneras como un laico puede estar comprometido con su religión y puede estar evangelizando de maneras diferentes de aquellas de quienes están adheridos a grupos y movimientos afiliados a la Iglesia. Pensemos, por ejemplo, en un obrero poco calificado, que saca adelante su familia mediante tiempos extras y trabajos adicionales, que tiene poco tiempo para sus hijos y para otras actividades, pero que no deja de cumplir con todas sus obligaciones como padre, esposo y trabajador y que da ejemplo a sus hijos de cómo sus valores lo guían. ¿Será justo decir que no es un laico comprometido? ¿O una madre sola, que sostiene a sus hijos de la mejor manera posible, sin apoyo, dando a los hijos un hogar y valores que les servirán para toda la vida? Y que, como puede, saca tiempo para algunos ratos de oración y para su misa dominical. En lo personal, consideró esa madre como alguien mucho más comprometida con Jesucristo y con su Iglesia que muchos otros. Mucho más comprometida que yo.

De esos millones de laicos católicos, nace mucha de la fuerza que tiene nuestra Iglesia frente a los distintos ataques que recibe, a veces de parte de nuestras propias filas. Y no es que minimice el valor de aquellos que dan su tiempo, sus recursos, su legítimo descanso y la atención a sus propias familias para atender a los demás. Son admirables, sin duda. Pero, claramente, no son el único modo de estar comprometidos con las labores de la Iglesia.

En este siglo XX nace un nuevo fenómeno en la Iglesia católica. Llamados genéricamente “movimientos”, forman una expresión diferente del modo como los laicos han hecho su función en la Iglesia. En los años veinte del siglo pasado nace la “Legio Maire”, antes del nacimiento oficial de la Acción Católica. Es un movimiento nacido en Irlanda y que tiene presencia en una gran cantidad de países y más de tres millones de adherentes. La propia Acción Católica, está presente en la mayoría de los países. Creada a instancias del papa Pío XI, basándose en directrices de sus antecesores y quien le da su forma definitiva. Simultáneamente empiezan desarrollarse otras iniciativas en distintos países y es partir del concilio Vaticano Segundo que ocurre en una verdadera explosión de movimientos, iniciativas y apostolados especializados, manejados más directamente por los laicos.  No es que los laicos han estado cruzados de brazos hasta el siglo XX. En la historia de la Iglesia hay pocas referencias a las obras de los laicos en siglos anteriores, excepto en los primeros siglos de la Iglesia. Pero ha habido siempre una gran cantidad de labores, de distintas maneras: las terceras órdenes, las cofradías, las muy mexicanas mayordomías y otros modos de apoyar a las parroquias, muchas veces en aspectos de culto.

México no ha sido una excepción. Se han formado una gran cantidad de movimientos, algunos con membresías de decenas o centenares de miles de miembros y que han actuado de una manera callada, pero eficaz, de acuerdo sus propios carismas y a su propia visión de las necesidades que consideran que hay que atender. Un gran tesoro. Al cual, si se quiere ser muy estricto, le ha faltado medios y canales para colaborar y hacer labor conjunta. Lo cual, claramente, es un ideal. Y probablemente ocurre de una manera espontánea a niveles de cada barrio y de cada parroquia. Hace poco tiempo se estableció una iniciativa llamada Juntos por México, que busca poner en contacto y lograr colaboración entre los diferentes grupos de laicos. En el 2015 tuvieron un exitoso congreso en Puebla, de donde emanó una Declaración, que busca precisamente encontrar un terreno común para complementarse, cooperar y contribuir. Próximamente, se repetirá el 2o. Encuentro, ahora en Querétaro, a principios del mes de octubre. Hay que desear de todo el éxito posible a esta iniciativa. Y hay que contribuir, en la manera de lo posible, para lograr ese propósito de unidad y de colaboración.

Volviendo al tema del compromiso. Es todo un asunto. Se oye, en ocasiones con fuerza, la queja de que la gente “no se compromete”. Habría que empezar por definir a qué le llamamos comprometerse. Como dije antes, hay muchos modos de comprometerse y probablemente haya mucha gente comprometida que no se nota, porque su compromiso tiene otros canales. Pero, por otro lado, cuando se escuchan quejas de que los laicos no se comprometen, habría que cuestionarnos: “¿Hemos hecho lo necesario para comprometerse”? Porque no basta simplemente promover. Tenemos que enamorar a la gente, a nuestros hermanos católicos, de los diferentes modos de contribuir con los demás. Hacer atractivos estos movimientos, evitar las visiones reduccionistas y posiblemente elitistas que a veces se perciben. Es importante apoyar iniciativas que busquen la unidad y la colaboración de los laicos católicos. Esto es un hecho radicalmente nuevo en nuestra Iglesia mexicana. Hace unos cuantos años, no muchos, esto hubiera sido impensable, casi casi imposible. Hoy no lo es. Hoy está al alcance de la mano. Se requerirá imaginación, voluntad, generosidad, y probablemente todo el catálogo de virtudes cristianas, para que esta iniciativa sea exitosa. Pero ahora ya es posible. Muy posible.





Por: Antonio Maza Pereda



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