Las palabras animales y animación proviene del latín
anima, que se traduce como alma.
¿Quién no ha disfrutado
de la compañía y lealtad de un perro? En los momentos en que disfrutamos de la
compañía un animal no se puede ocultar que hay cierta comunicación no verbal
entre los dos, hombre y animal, más aún si son animales queridos. Esto nos puede
impulsar a creer que, los animales tienen alma semejante a la nuestra.
¿Pero la tienen?
Sabemos que los animales tienen movimiento y facultades que no son sólo
el cuerpo, sino del cuerpo como la nutrición, la sensación, imaginación, etc.
Recordemos que los animales están animados. Ambas palabras,
"animales" y "animación" proviene del latín: anima, que se
traduce como alma. Así que, en cierto modo, animales como perros, gatos y hasta
peces de colores tienen alma. Sin embargo, el alma de los animales no es como la de los seres humanos,
porque no tiene una tendencia la vida espiritual, de reconocimiento personal de
Dios.
En suma, digamos que el alma humana es de naturaleza espiritual,
mientras que el alma de los animales no lo es. Este reconocimiento no demerita
a los animales como compañeros leales y creaturas útiles al hombre. Más bien
nos mueve a reflexionar sobre las actitudes exageradas que se toman con los
animales. Si bien muchos de ellos pueden ser nuestros compañeros leales, esto no significa que sean
idénticos a nosotros y que deban recibir las mismas atenciones espirituales que un ser humano.
El católico actúa de
forma respetuosa y considerada con los animales porque sabe que sienten y
pueden sufrir, pues tienen alma y una dignidad como creaturas de Dios. Además
de esto sabe que un animal no tiene la misma dignidad, en cuanto a facultades
espirituales, que un ser humano. Esto es porque el hombre es espíritu y cuerpo
animado, mientras que los animales son cuerpos animados que no han
alcanzado un desarrollo espiritual.
A eso se refería Juan Pablo II cuando declaró en una audiencia semanal
en 1990 que el reino animal participa del aliento de vida que procede de Dios,
y que por tanto debemos amar y respetar a los animales como criaturas de Él que
son.
Nunca
debemos olvidar que sólo el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios y está
destinado a la inmortalidad, que consistirá en participar de los deleites del
Cielo o las penas del infierno.
Por: Catholic.net
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