El sufragio por los difuntos
Cuando muere una persona, ¿hay que rezar el rosario nueve días y ponerle
un vaso con agua?
Me dirijo a Usted con todo respeto y confianza, tengo una inquietud o duda y me gustaría me pudiera ayudar a aclararla. Cuando fallece una persona, ¿cuál es el motivo o por qué se
le debe de rezar el novenario del
rosario? Y, además, mientras se reza éste novenario ¿cuál es el significado de
ponerle una vela o veladora encendida durante todos estos nueve días y también
un vaso con agua?
Respuesta:
Respuesta:
El rezo del Rosario es una oración muy eficaz, y recomendada
por la Iglesia (por ejemplo, puede leer la Carta Apostólica del Siervo de Dios
Juan Pablo II, ´Rosarium Virginis Mariae´), y como tal, es una gran ayuda a las
almas que están en el Purgatorio. El Papa Benedicto XVI, en la reciente Carta
Encíclica ´Spe Salvi´, recuerda la doctrina sobre por qué debemos ofrecer
sufragios por los difuntos:
´Sobre este punto hay que mencionar aún un aspecto, porque es importante
para la praxis de la esperanza cristiana. El judaísmo antiguo piensa también
que se puede ayudar a los difuntos en su condición intermedia por medio de la
oración (cf. por ejemplo 2 Mc 12,38-45: siglo I a. C.). La respectiva praxis ha
sido adoptada por los cristianos con mucha naturalidad y es común tanto en la
Iglesia oriental como en la occidental. El Oriente no conoce un sufrimiento
purificador y expiatorio de las almas en el «más allá», pero conoce ciertamente
diversos grados de bienaventuranza, como también de padecimiento en la
condición intermedia. Sin embargo, se puede dar a las almas de los difuntos «consuelo
y alivio» por medio de la Eucaristía, la oración y la limosna. Que el amor
pueda llegar hasta el más allá, que sea posible un recíproco dar y recibir, en
el que estamos unidos unos con otros con vínculos de afecto más allá del confín
de la muerte, ha sido una convicción fundamental del cristianismo de todos los
siglos y sigue siendo también hoy una experiencia consoladora. ¿Quién no siente
la necesidad de hacer llegar a los propios seres queridos que ya se fueron un
signo de bondad, de gratitud o también de petición de perdón? Ahora nos
podríamos hacer una pregunta más: si el «purgatorio» es simplemente el ser
purificado mediante el fuego en el encuentro con el Señor, Juez y Salvador,
¿cómo puede intervenir una tercera persona, por más que sea cercana a la otra?
Cuando planteamos una cuestión similar, deberíamos darnos cuenta de que ningún
ser humano es una mónada cerrada en sí misma. Nuestras existencias están en
profunda comunión entre sí, entrelazadas unas con otras a través de múltiples
interacciones. Nadie vive solo.
Ninguno peca solo. Nadie se salva solo. En mi vida
entra continuamente la de los otros: en lo que pienso, digo, me ocupo o hago. Y
viceversa, mi vida entra en la vida de los demás, tanto en el bien como en el
mal. Así, mi intercesión en modo alguno es algo ajeno para el otro, algo
externo, ni siquiera después de la muerte. En el entramado del ser, mi gratitud
para con él, mi oración por él puede significar una pequeña etapa de su
purificación. Y con esto no es necesario convertir el tiempo terrenal en el
tiempo de Dios: en la comunión de las almas queda superado el simple tiempo
terrenal. Nunca es demasiado tarde para tocar el corazón del otro y nunca es
inútil. Así se aclara aún más un elemento importante del concepto cristiano de
esperanza. Nuestra esperanza es siempre y esencialmente también esperanza para
los otros; sólo así es realmente esperanza también para mí.40 Como cristianos,
nunca deberíamos preguntarnos solamente: ¿Cómo puedo salvarme yo mismo?
Deberíamos preguntarnos también: ¿Qué puedo hacer para que otros se salven y
para que surja también para ellos la estrella de la esperanza? Entonces habré
hecho el máximo también por mi salvación personal. ´ (Benedicto XVI, Enc. Spe
salvi, n. 48)
El uso de velas en la liturgia y las devociones privadas es muy antiguo y tiene
muchas aplicaciones; puede representar nuestras oraciones, nuestra devoción,
nuestra intención de ´velar´ es decir, de mantenernos despiertos y atentos en
la oración para alcanzar lo que pedimos a Dios. Pero también pueden ser
utilizadas con sentido supersticioso, como si se creyese que las velas, o un
número determinado de velas, o alguna práctica por el estilo, pueden alcanzar,
por sí mismas, de modo ´mágico´, lo que pretendemos.
Lo mismo se diga de esa práctica a la
que usted alude, de poner un vaso de agua. Se origina del espiritismo y el
sentido que le dan quienes así obran. Puede ser algo análogo a las antiguas
prácticas paganas, usadas más tarde por algunos cristianos, por las que se
dejaba a los difuntos comida y bebida, como un modo de estar unidos a ellos en
un mismo banquete. Si se piensa que el difunto necesita esa agua, sería un
pensamiento supersticioso. Tal vez la práctica venga del uso del agua bendita,
usada como un sacramental; en tal sentido estaría bien, mientras se entienda
cuál es el sentido.
Por: Responde el P. Miguel Ángel Fuentes, IVE
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