domingo, 6 de agosto de 2017

Argumentos en contra y a favor del celibato


 Cómo refutarlos 



1. Permitir el matrimonio a los sacerdotes acabará con la pedofilia. 

Es completamente falso que los sacerdotes célibes sean más susceptibles de cometer actos de pedofilia que cualquier otro grupo de hombres, ya sean casados o no. La pedofilia afecta solamente al 0.3% del total del clero católico; dentro de la población mundial de abusadores sexuales, en general, menos del 2% corresponde a casos de sacerdotes católicos. Estas cifras son comparables a las estadísticas, de hombres casados involucrados en actos similares, presentadas por el investigador y académico no católico Philip Jenkins en su libro Pedofilia y sacerdocio. Algunas iglesias protestantes han admitido tener problemas similares entre sus pastores (a quienes está permitido el matrimonio); esto nos permite concluir claramente que el problema no es el celibato.



2. Un sacerdote casado inspirará sanamente a un grupo mayor de vocaciones sacerdotales, resolviendo la actual escasez. 

Actualmente hay un gran número de vocaciones, entre los hombres que se están incorporando a la vida sacerdotal, en las fieles diócesis de: Denver, Virginia del Norte y Lincoln, Nebraska. Si otras diócesis, tales como la de Milwaukee, quieren responderse la pregunta del por qué tienen tan pocas vocaciones, la respuesta es simple: hay que retar a hombres jóvenes a llevar una vida religiosa dispuesta a ir contracorriente, sacrificada y leal al Santo Padre y al Dogma Católico. Esta es la forma más segura para garantizar un número mayor de vocaciones.

3.Los sacerdotes casados están más relacionados con los temas y problemáticas del matrimonio y la familia.

Siendo honestos, no se necesita ser un adúltero para aconsejar a los adúlteros. Los sacerdotes entienden perfectamente el sacrificio y la santidad propia del matrimonio, visión que otros no contemplan. ¿Quién mejor que un sacerdote, que mantiene el voto de castidad, para aconsejar a alguien sobre la forma de santificar el voto de fidelidad en el matrimonio?


4. Es antinatural, para los hombres, permanecer célibes

Esta idea reduce la condición humana a lo llanamente animal y nos hace ver como criaturas que no pueden vivir sin que sus necesidades sexuales sean satisfechas. Afortunadamente los humanos no somos animales. Los humanos podemos ejercer nuestra libertad al elegir cómo satisfacer nuestros apetitos; podemos controlar y canalizar nuestros deseos de tal manera que esa facultad nos aparta del resto del mundo animal. De nueva cuenta, surge la afirmación: la mayoría de los abusadores sexuales no son célibes. Es el apetito sexual incontrolado el que lleva al abuso, no el celibato.



5. El celibato en el rito latino es injusto. Siendo que el rito Oriental permite el matrimonio en los sacerdotes y el rito latino también entre los conversos del Episcopalismo y del luteranismo, ¿por qué no todos los sacerdotes se pueden casar?



La disciplina del celibato es uno de los sellos distintivos de la tradición Católica Romana. Todo aquel que opta por ser un sacerdote, acepta esta disciplina. Por otro lado, el rito Oriental, el luteranismo y el Episcopalismo, cuentan con una larga tradición de sacerdotes casados y poseen una vasta infraestructura y experiencia para manejarlo. De cualquier forma, hay que aclarar que los sacerdotes del rito Oriental y los sacerdotes casados que se han convertido del luteranismo o Episcopalismo no tienen permitido casarse después de su ordenación o volverse a casar después de la muerte de su esposa. Además, la Iglesia Oriental, solamente escoge a los obispos de entre los sacerdotes célibes; una clara demostración de que ven un valor inherente en la naturaleza del celibato.


   Cinco argumentos a favor del Celibato

1. El celibato reafirma el matrimonio. 

En una sociedad que está completamente saturada de sexualidad, los sacerdotes célibes son la prueba viviente de que las necesidades sexuales pueden ser controladas y canalizadas de una manera positiva. Lejos de la denigración del acto sexual, el celibato reconoce la bondad del sexo solamente dentro del matrimonio, ofreciéndolo como sacrificio a Dios. La santidad del matrimonio se prostituye si se ve como una simple válvula de escape del impulso sexual. Nosotros, como cristianos, estamos llamados a entender el matrimonio como un compromiso inviolable entre un hombre y una mujer, que se aman y honran mutuamente. De igual forma, un sacerdote ofrece un compromiso de amor a la Iglesia; un vínculo que no puede romperse y que es tratado con el mismo respeto y gravedad que en el matrimonio.


  El celibato está en la Sagrada Escritura. 

Los fundamentalistas suelen argumentar que el celibato no cuenta con bases bíblicas afirmando que, según las Escrituras, los cristianos “están llamados a ser fructíferos y a multiplicarse” (Génesis 1:28). Este mandato habla a la humanidad en general, pasando por alto numerosos pasajes bíblicos que apoyan el celibato. Por ejemplo, en la Primera carta a los Corintios, Pablo apoya la vida célibe: “¿No estás unido a mujer? No la busques... El no casado se preocupará de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer, está por tanto dividido”. (7, 27-34) Esto no implica que todos los hombres deban ser célibes; Pablo explica que el celibato es un llamado para algunas personas y para otros no, al decir: “Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo; mas cada cual tiene de Dios su gracia particular; unos de una manera, otros de otra”. (7, 7).


Jesús mismo habla del celibato en Mateo 19, 11-12: “Pero él les dijo: No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos hechos por los hombres y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda”. Otra vez, el énfasis está puesto en la naturaleza especial del celibato, para lo que muchos hombres no son aptos, pero que de todas maneras da gloria al reino de Dios”.

Quizá la mejor evidencia que podemos encontrar en la Sagrada Escritura sea que el mismo Jesús practicó el celibato. 

El celibato es una práctica histórica

A la mayoría de las personas asumen que el celibato es una conveniencia introducida por la Iglesia algo tarde en la historia. Por el contrario, existe la evidencia que los primeros Padres de la Iglesia como San Agustín, San Cirilo y San Jerónimo apoyaron el celibato. En el Concilio Español de Elvira (entre 295 y 302) y en el Primer Concilio de Aries (314), una especie de concilio general de Occidente, se presentó la legislación prohibiendo a los obispos, sacerdotes y diáconos tener relaciones conyugales con sus esposas, siendo penados con la exclusión del clero si esto sucedía. La redacción de estos documentos sugiere que estos concilios no introdujeron una nueva regla, sino que se mantienen firmes ante una tradición establecida con anterioridad. En el año 385, el Papa Siricio emitió el primer decreto papal acerca del tema, diciendo que la continencia clerical era una tradición que se remontaba a los tiempos apostólicos.

Mientras concilios y Papas posteriores proclamaron edictos similares, la promulgación definitiva del celibato vino en el Segundo Concilio de Letrán en 1139 con el Papa Gregorio VII. Lejos de ser una ley impuesta al sacerdocio medieval, fue la aceptación del celibato sacerdotal siglos antes y se llevó, en carácter de universal, hasta el siglo XII. El celibato enfatiza el único rol del sacerdocio. 

El sacerdote es un representante de Cristo, un er Christuseste respecto, el sacerdote entiende su identidad en el seguimiento del modelo impuesto por Jesús; un hombre que vivió su vida en perfecta castidad y dedicación a Dios. El arzobispo Crescenzio Sepe de Grado explica: “El ser y el actuar de un sacerdote debe ser como Cristo: indivisible”. (The Relevance of Priestly Celibacy today, 1993). De igual forma, el sacerdocio sacramental es sagrado, algo separado del resto del mundo. Tal como Cristo sacrificó su vida por su esposa, la Santa Iglesia, el sacerdote ofrece su vida por el bien del pueblo de Cristo.

El celibato permite a los sacerdotes tener como prioridad a la Iglesia. 

La imagen utilizada para describir el rol de los sacerdotes es la de un matrimonio con la Iglesia. Tal como el matrimonio es la donación total de una persona al otro, el sacerdocio requiere la total donación a la Iglesia. El primer deber de un sacerdote es hacia su rebaño, mientras que el primer deber de un esposo es a su esposa. Obviamente estos dos roles están a menudo en conflicto, tal como lo notó San Pablo y algunos sacerdotes lo dirán. Un sacerdote célibe puede dedicar su total atención a sus feligreses sin la responsabilidad de atender a su familia. Está disponible para ir adonde sea, siempre que sea necesario, aunque implique trasladarse a una nueva parroquia o respondiendo a una crisis durante la noche. Los curas célibes están en la posibilidad de responder a estos frecuentes cambios y demandas de su tiempo y atención.



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