Diversas experiencias médicas comienzan a medir el
impacto de las creencias religiosas sobre la evolución de la enfermedad.
¿Cura Dios los problemas físicos de las personas? Sí, son muchas las
personas que han experimentado curaciones divinas. Según un estudio científico,
un 14 por ciento de los
americanos atribuyen sus curaciones físicas a la oración o
intervención divina.
¿Cómo lo hace Dios?
Una respuesta a esta pregunta es que Él altera el curso de la
naturaleza de manera soberana y misteriosa, actúa contrariamente a ella para
curar nuestros cuerpos que de otra manera estarían destinados a sufrir
alteraciones o muerte por una enfermedad específica. Esto es lo que nosotros
llamamos “milagro”, lo que no pueden explicar los médicos. Quedan sorprendidos
porque no existe ninguna explicación científica. El enfermo sigue un curso
totalmente contrario al pronóstico médico. Los que hemos sido curados de esta
forma milagrosa estamos muy agradecidos por habernos concedido una segunda
oportunidad de vivir. Es como aquel hombre de la Biblia que nació ciego, pero
pudo ver después de que Jesús le tocara los ojos. Ninguna explicación médica es
posible. Dios rompe el orden establecido en la naturaleza y en la creación.
Una segunda respuesta de cómo cura Dios a la gente es que lo
hace de una forma que los médicos y los científicos no pueden identificar como
milagrosa, aun cuando el orden de la naturaleza ha sido alterado. La naturaleza
ha cambiado sutilmente, quizá a nivel anatómico sub-anatómico. Con el
advenimiento de la física cuántica sabemos que pueden darse alteraciones apenas
perceptibles a niveles cuánticos que pueden llegar a cambiar el curso de los
acontecimientos. Más aún, hay que tener en cuenta que Dios existe fuera del
tiempo, y puede alterar la naturaleza de forma tal que puede curar a una
persona y después cambiar totalmente el curso de la historia de forma que los
médicos y científicos no puedan comprobar que haya ocurrido nada anormal. Es
importante pensar en esta explicación, porque algunas veces Dios puede curar a
las personas sin que los médicos y los científicos puedan probar que se han
curado.
Una tercera respuesta a la pregunta de cómo cura Dios a los
enfermos es que lo hace a través de nuestra fe en El, activando los procesos
fisiológicos del cuerpo (sistema inmune, hormonal, circulatorio—los procesos
curativos) para acelerar la curación y recuperación. Mucho se ha dicho sobre el
poder de Dios para curar por medios milagrosos, misteriosos e inexplicables,
pero se ha hablado menos de cómo Dios, en algunos casos puede utilizar los
mismos cuerpos que Él ha creado para conseguir una rápida curación a través de
procesos naturales, explicables científicamente.
Cerebro y curación
Los científicos están aprendiendo más y más sobre la forma en
que varias partes de nuestra mente están conectadas a procesos fisiológicos de
nuestro cuerpo. En muchos aspectos ésto ya es milagroso. Es realmente maravilloso que
nuestros cuerpos hayan sido creados de forma que puedan ser “conectados” por
Dios. Existen conexiones directas entre el cerebro (centro de nuestra voluntad
y de nuestra fe) y los sistemas curativos descritos más arriba. Sabemos que el
cerebro está comunicándose continua e inconscientemente con el sistema
inmunológico, con el cardiovascular y con otros órganos importantes del cuerpo
mediante la liberación de hormonas y otras sustancias de las células nerviosas.
Un intrincado sistema de los nervios del cerebro se extiende a través de la
columna vertebral directamente a los nódulos linfáticos, el bazo y la médula,
origen primario y de mantenimiento del sistema inmune.
El cerebro también puede comunicarse con las células
inmunológicas de la sangre por medio de hormonas y otras proteínas llamadas
citoquinas. Las células inmunológicas, a su vez, envían mensajes químicos de
vuelta al cerebro completando un intricado lazo de retroalimentación. El
cerebro también envía mensajes a la espina dorsal para acelerar o disminuir la
transmisión de impulsos dolorosos. Por tanto, parece evidente que los caminos
anatómicos existen para que el cerebro pueda dirigir el impacto de la
experiencia del dolor y la rápida recuperación de infecciones, y otras enfermedades,
incluso de la cicatrización después de la cirugía o accidentes.
Estas conexiones con el cerebro y la mente tienen que existir
por alguna razón. Hay abundante información científica a favor de que la razón
sea el poder conectar nuestra vida psicológica, social y espiritual con nuestro
cuerpo físico de forma que trabajen unidos como un todo. Hay que recordar que
Jesús no hizo una especial distinción entre mente, cuerpo y espíritu, sino que
consideró y curó a la gente como personas completas. Quizá lo hizo así porque
conocía cómo habíamos sido creadas, puesto que Él ha hecho todas las cosas.
Oración y curación
Existe un trabajo de investigación actualmente en marcha que
demuestra que la forma en que pensamos y sentimos influye significativamente en
el sistema inmunológico, en el ritmo cardiaco y presión arterial, en mejorar la
recuperación de una enfermedad. Aún más, otros estudios muestran que ciertas
actividades religiosas o espirituales, como participar en los servicios religiosos, leer las
sagradas escrituras, rezar, y otras maneras con expresión religiosa, favorecen
el funcionamiento físico. Un estudio reciente de la Duke University ha
demostrado que los niveles en sangre de interleukina-6 (IL-6) estaban muy
relacionados con la asistencia a la iglesia. Otro estudio llevado a cabo en la
Universidad de Iowa encontró que los niveles de IL-6 en sangre estaban
relacionados con situaciones de orden espiritual en personas mayores que se
veían sometidas al stress de tener que alterar sus costumbres. Un estudio sobre
homosexuales con VIH positivo o con SIDA, realizado en la universidad de Miami,
encontró un mayor número en las células del tipo CD4 encargadas de luchar
contra el virus del SIDA en aquellos hombres más implicados en acudir a
servicios religiosos, lectura de la Biblia, oración y meditación. Así mismo, un
estudio de la Universidad de Stanford realizado en mujeres con cáncer
metastásico de pecho observó que los mayores índices de expresión religiosa
tenían una correlación significativa con un mayor número de células tales como
linfocitos y otras partes del sistema inmunológico necesarios para la
destrucción de las células cancerígenas.
Actualmente también se están realizando nuevos estudios en la Johns
Hopkins University buscando los efectos de la oración individual o en grupo sobre
el funcionamiento inmunológico en enfermos con cáncer de pecho o con
insuficiencia cardiaca. Uno de los estudios ha sido financiado por el National
Institute of Health de EEUU y representa el primer estudio sobre los efectos
curativos de la oración. En este proyecto se ha escogido al azar un grupo de 80
mujeres afroamericanas con cáncer de mama incipiente y se les ha asignado la
intervención de un grupo intensivo de oración o a un control en grupo. Serán
estudiadas durante seis meses para valorar su funcionamiento inmunológico y más
tarde posibles recidivas y supervivencia en último término.
Finalmente, hemos publicado un trabajo en el American Heart
Journal que ha causado cierto asombro. Enfermos sometidos a una intervención
coronaria percutánea (ICP) por presentar síndromes coronarios, experimentan una
angustia emocional y espiritual que puede ocasionar complicaciones del
procedimiento. El estudio realizado por el MANTRA (el Monitoring &
Actualization of Noetic Trainings) consideró la posibilidad de aplicar 4
terapias -relajación, imaginería, terapia de contacto y la intercesión de
oración desde lejos- a los enfermos del grupo de intervención coronaria aguda.
Los enfermos escogidos presentaban síndromes de enfermedad coronaria aguda o de
ICP. Se separó a los 150 enfermos en 5 grupos de tratamiento: 4 de terapia
Noetic y uno de tratamiento estándar (30 pacientes en cada grupo). Los
cuestionarios realizados antes de la ICP reflejaban las creencias religiosas y
la ansiedad de los enfermos. Los datos correspondientes a la hospitalización
mostraban isquemia post ICP, muerte, infarto de miocardio, paro cardíaco y
revascularización urgente. Se estudió la mortalidad a los 6 meses de la
hospitalización. Los enfermos que habían recibido la intercesión de los que habían
rezado por ellos habían seguido un curso mejor que aquéllos por lo que no se
había rezado. Actualmente ninguna explicación científica puede aceptar este
efecto. Si un estudio posterior, realizado en grupos con mayor número de
enfermos, puede demostrar que este efecto es real, ello anunciaría una nueva
era en la ciencia. Por tanto, ya estamos viendo cómo las creencias y prácticas religiosas
pueden influir en nuestro cuerpo físico a través de mecanismos científicos
conocidos, y quizá desconocidos también. Si Dios decide curar nuestros cuerpos
de manera milagrosa e inexplicable, o por caminos fisiológicos designados por
Él cuando creó nuestros cuerpos, es ciertamente una curación Divina, fantástica
y maravillosa -especialmente si uno es el curado. En último término, lo que no
importa, en realidad, es cómo Dios realiza la curación, sino que Él nos ama y
desea que seamos un "todo" en cuerpo, mente y espíritu.
Por: Harold G. Koenig
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