viernes, 4 de agosto de 2017

Paciente terminal



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Para el tanatólogo el paciente no sólo es el enfermo que se encuentra en cama sino todo familiar de esta persona que se encuentra sufriendo los dolores más fuertes, que son los de la muerte y la desesperanza. Su tarea es ayudar en la resolución del duelo de la pérdida que ha sufrido, recordando que cada persona es única e irrepetible con una problemática diferente y sus reacciones y sentimientos son manifestadas en forma individual. La meta terapéutica del tanatólogo es lograr que el enfermo terminal cuente con plenitud de vida, no en cuanto a cantidad sino a calidad.

La ayuda tanatología

Esta debe empezar a partir del momento mismo en que el paciente o la familia conocen el diagnóstico, y no esperar hasta que el enfermo esté hospitalizado, desahuciado o moribundo. Lo anterior con el objeto de seguir de cerca su conducta emocional, mental, psicológica y espiritual (percepciones, pensamientos, recuerdos, sentimientos), si es que se le quiere ayudar en forma profesional, para que, llegado el momento de su muerte, pueda vivir una “muerte adecuada” con dignidad, plena aceptación y total paz. Esta buena muerte es la apropiada no sólo para la persona que va a morir sino también para los sobrevivientes, es decir, una muerte con la que se pueda continuar viviendo.

Lo que el sobreviviente experimenta como “muerte”, no es la simple cesación irreversible de funciones vitales, sino la pérdida de una persona para él significativa (la pareja, el padre, el hijo, el familiar o amigo), esto es muy importante y nunca debe de perderse de vista, por lo tanto, la tarea del tanatólogo es ayudar y apoyar a todos los miembros de la familia para que sigan viviendo su vida plenamente y para que sus relaciones interfamiliares sean satisfactorias. Les ayuda a enfrentar la muerte y a elaborar su duelo en el menor tiempo posible con el menor sufrimiento posible, como un proceso. Lo que el tanatólogo siempre debe buscar, es quitar el miedo a la muerte, que se traduce en dar vida a plenitud. En tanatología se habla más de vida que de muerte. Se entiende como “muerte adecuada”: a la ausencia de sufrimiento, a la persistencia de relaciones significativas para el enfermo, al intervalo de dolor permisible, al alivio de los conflictos restantes, a la creencia en la oportunidad, al ejercicio de opciones y actividades factibles y a la comprensión de limitaciones físicas, todo esto enmarcado dentro del ideal de cada persona para llegar a cerrar círculos pendientes y que de esa forma acepte su muerte con dignidad y paz. Se le debe entender y comprender según sus necesidades personales y no de acuerdo a las necesidades propias del tanatólogo o de algún otro miembro de salud. Debe recordarse que cada persona al ser única e irrepetible, se va a enfrentar a la muerte de acuerdo a su propia situación de vida: familiar, cultural, de creencias religiosas etc. Cuando se dice que el tanatólogo ayuda a cerrar círculos pendientes, es cuando éste se ha convertido en una persona significativa para el enfermo y le ayuda a manejar su afectividad, sus asuntos legales, económicos, sociales y algo muy importante, su propia espiritualidad. El tanatólogo debe preocuparse de la persona que tiene delante de sí, nunca la debe tomar como un caso interesante, un expediente o un número, esto es válido tanto para el enfermo como para sus familiares. A cada persona se le debe dar un espacio independiente para que pueda manifestar su problemática, reacciones y sentimientos de forma individual.

Fases por las que atraviesa el paciente 

Las siguientes son las fases más comunes por las que atraviesa todo ser humano que se enfrenta al hecho inminente de su muerte. Aunque aparecen enumeradas en forma lógica, cronológicamente no se viven en este orden; además, se puede volver a sufrir varias veces una etapa ya vivida. En todo lo largo del proceso, se deben tener en cuenta los cambios de carácter que sufre el paciente, cambios duros, fuertes y explosivos que pueden herir la susceptibilidad de quienes lo acompañen, pero estas mismas variaciones las sufren de igual manera, los familiares, y los miembros de salud comprometidos.

Negación y aislamiento

La primera reacción es negar el hecho con una resistencia natural “no, yo no, no puede ser cierto”. El tanatológo debe saber esto, porque el diálogo con el enfermo dependerá de lo que éste quiera hablar y comunicar. Algunos enfermos hacen uso de la negación con algunos miembros del equipo de salud y con sus familiares. Escogen a la gente con la que pueden hablar de su enfermedad y fingen mejoría con los que parece que no pueden aceptar su fallecimiento.

Rabia

La pregunta lógica que surge es: ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? Esta fase es muy difícil de afrontar pues la ira se proyecta contra todo y contra todos. El tanatólogo debe saber esto para no tomar la ira irracional del paciente en forma personal y poder ayudarle a sobrepasar esta fase, para que vuelva a sentirse de nuevo un ser humano valioso.

Regateo

El enfermo cuando se sabe desahuciado lo que más desea es que se le prolongue la vida con el menor dolor posible; por lo mismo empieza a diferir los acontecimientos y a regatear con el tiempo. Esto incluye el “vencimiento” impuesto por el mismo enfermo, “vivir hasta la boda de mi hijo etc.”, a cambio de ello se hacen promesas, la mayoría se hacen con Dios, es importante que el tanatólogo identifique esta fase para librar al enfermo de sus temores irracionales o inconscientes de castigo si no cumple con lo prometido.


Depresión

Cuando el enfermo ya no puede seguir negando su enfermedad, ni sosteniendo su rabia, empieza a tener la sensación de una gran pérdida de todo lo que tiene y ama, esto se traduce en depresión, en este punto el tanatólogo debe permitir y facilitarle que exprese su dolor para que le sea más fácil llegar a la aceptación final y pueda morir en paz.

Aceptación

Si un paciente tuvo tiempo suficiente y se le ayudó en todas las fases anteriores, llegará a la aceptación de su muerte ya no le deprimirá ni tampoco lo enojará. Para lograr esto, es importante que el tanatólogo ayude a que se expresen todas las fases anteriores de dolor, llanto, frustración, depresión, miedos y fantasías para llegar finalmente a esta aceptación de paz y dignidad. No es que se abandone a ella resignadamente sino existe como una vaciedad de sentimientos se alcanza la tranquilidad, es el descanso final antes del largo viaje. En este punto se dan grandes momentos de silencio, pero es aquí donde algunas comunicaciones están más llenas de sentido, la comunicación pasa de verbal a no verbal. Nunca debe darse por perdido un paciente tanto si va a morir o no, se debe de hablar de la muerte en forma natural debido a que es una parte intrínseca de la vida, si el enfermo sabe que al final de su vida hay alguien que le va a dedicar tiempo para compartir sus preocupaciones, angustias etc., reaccionarán con alivio y tendrán un sentimiento de esperanza. Para que los sentimientos puedan fluir honestamente del paciente hacia el tanatólogo y se llegue a una verdadera alianza terapéutica, sin sentimientos fingidos se debe saber escuchar con una actitud de gran apertura, sin juzgar o condenar al otro, ya que la persona terminal o en fase terminal, es aquella que se encuentra sufriendo los dolores más fuertes que pueden existir, los de la muerte y la desesperanza; la labor tanatológica consiste en ir quitando el dolor (que puede ser expresado en rabia, tristeza, miedo, angustia, etc.), con el objeto de aumentar los sentimientos placenteros y alcanzar plenitud de vida en el tiempo que le quede por vivir. Se debe estar alerta a todo aquello que su paciente le manifieste, por pequeño e insignificante que parezca, a cada movimiento, palabra o gesto pues muchas veces se puede conocer más por el lenguaje corporal que por el verbal, atrás de un simple comentario sin aparente importancia puede haber una gran carga afectiva plena de momentos ricos en emociones. Se debe ser muy cuidadoso con lo que se dice y como se dice. Llevar al paciente a que asuma su vida y su muerte con responsabilidad y libremente, es quitar el miedo a la muerte para dar vida a plenitud, es lograr que el paciente ame y acepte su yo, esto no quiere decir que haga lo que quiera sino aquello que es mejor para él.

El tanatólogo muy frecuentemente encontrará depresión y miedo manifestados en angustia en el enfermo terminal o los familiares, esta depresión reactiva se manifiesta después del hecho adverso el diagnóstico fatal; causa la pérdida de esperanza, y un fuerte sentimiento de impotencia ante la presencia del negro futuro que se le avecina, acompañado de frustración culpabilidad y rabia. La depresión trae consigo baja de autoestima la que en caso de persistir no permitirá que se ayude al enfermo a tener calidad de vida y que llegue a asumir su muerte con paz y tranquilidad. Desgraciadamente en algunos ambientes de salud el entorno contribuye al aislamiento del paciente terminal o en fase terminal, es como si la muerte no tuviera sitio en el hospital, se procura por todos los medios ocultar o empequeñecer esta realidad, la muerte no es mencionada y si las circunstancias obligan a hacerlo se hace de forma accidental y tratando de desviar la conversación, al paciente se da ánimo con frases como: “mañana se sentirá mejor”, “mire que buen tiempo hace hoy” etc. Cuando no se pueden responder a las verdaderas necesidades del enfermo y se puede dialogar con él, la tendencia que existe es aplicar calmantes con el fin de hacerle perder la conciencia de la proximidad de la muerte con esto lo que se hace es impedirle que se acerque a la misma con serenidad y confianza, esta actitud debe de cambiar e ir enfocada a brindar no cantidad sino calidad de vida al paciente. La capacidad de diálogo, comprensión y entendimiento entre el paciente y
el tanatólogo, es fundamental para poder entablar una buena alianza terapéutica y volverse para el paciente persona significativa. La solución para atender las necesidades del paciente terminal son los cuidados paliativos. El enfermo terminal debe ser la persona más importante del lugar, no es la persona que perturba y estorba, sino que todo el trabajo de cuidados paliativos tiene su razón de ser por él. En cuidados paliativos hay mucho que hacer pero debe hacerse.

Tanatología y sus relaciones multidisciplinarias

Las relaciones de la tanatología con el equipo de salud, a pesar de su complejidad y su reciente vinculación, día a día tienden a ser más cercanas y fluidas de lo que en un principio cabría suponer, debido a que todo paciente en un momento dado llegará a la muerte, trascendiendo los límites de la ciencia médica, el tratamiento y expectativas de la medicina. No debe olvidarse que el médico y el equipo de salud tienen la obligación ética de atender al enfermo. Y atender no significa sólo explorar, diagnosticar, pronosticar, informar y prescribir una información. Sino también, escuchar y comprender al enfermo, ayudarle a superar su miedo, a recuperarse y si el desenlace previsible de su enfermedad es la muerte ayudarle a morir, es en este campo en dónde el equipo de salud tiene la posibilidad de crear alianzas terapéuticas fuertes y estrechas con el tanatólogo.

Es misión del tanatólogo sensibilizar al personal de salud para que cuando el momento llegue dónde la medicina ya no pueda hacer nada clínicamente, este consciente, que cuenta con el apoyo de la tanatología para brindar al paciente consuelo, entrega absoluta y amor incondicional para que pueda llegar a trascender con fe y paz. El equipo de salud no debe sentirse fracasado si la evolución de la enfermedad no sigue el curso previsto o deseado, pero falta a su deber profesional cuando se desentiende del enfermo porque cree que ya ha hecho todo lo técnicamente posible y no le refiere con el profesional en atender al paciente terminal hasta el inevitable final, no se fracasa por no curar, sino por no cuidar. El tanatólogo no debe de perder de vista a los familiares del paciente, es ahora cuando ellos necesitan de ayuda, los problemas del enfermo moribundo están por terminar, pero los de la familia continúan y quizá se agraven, muchos de ellos se pueden disminuir si se hablan antes de la muerte del ser querido, se debe recordar que la familia tiene las mismas fases que el enfermo (negación, rabia, regateo etc.) mientras más pronto se les ayude más fácil les será aceptar la muerte y elaborar el duelo (reacción natural ante una pérdida real) en el menor tiempo posible y con el menor dolor y evitar que el mismo llegue a convertirse en un duelo patológico.

Conclusión


Ver morir a un persona es algo sumamente impactante, no es fácil estar junto a moribundo, no es sencillo acompañar a alguien, un ser humano, en sus últimos momentos, la Dra. Elizabeth Kubler Ross, la pionera de la tanatología en el mundo dice: “Aquel que tiene el valor de estar junto a un moribundo y escuchar sus silencios, aprenderá de él lo que es la vida y lo que es la muerte, el agonizante lo está preparando a su propia muerte y este será su regalo de vida personal.”




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