La Cremación
Para los católicos, la meta de nuestras vidas
es la vida eterna con Dios nos preparamos con una vida de piedad, recibiendo
los sacramentos. Preparándonos para el encuentro con el Señor es esencial de la
vida del cristiano, para algunos, escoger la cremación es parte de esa preparación.
El tema de la cremación puede ser un asunto confuso para los católicos ya que
la Iglesia lo prohíbe, pero éste ya no es el caso.
¿Cuándo la Iglesia católica comenzó a permitir
la cremación?
En el 1963, la Iglesia Católica comienza a
permitir a los católicos el escoger la cremados. El Canon 1176 del Código de
Derecho Canónico 1983 establece: “La Iglesia aconseja vivamente que se conserve
la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos; sin embargo, no prohíbe
la cremación, a no ser que haya sido por razones contrarias a la doctrina cristiana”.
La Iglesia católica prefiere que la cremación se
lleve a cabo luego de la Liturgia Eucarística y el rito de exequias, donde el
cuerpo esté presente. Nuestra creencia en la vida eterna y la resurrección de
los muertos nos alienta a celebrar la liturgia funeral con el cuerpo.
“Dado el aumento del número de cremaciones, el
tema de la disposición de los restos se torna una preocupación cada vez mayor
para nuestra Iglesia y para las familias. Frecuentemente escuchamos acerca de
un ser querido fallecido cuyas cenizas han sido divididas entre varios
familiares, o arrojados en algún lugar de preferencia., como por ejemplo en el
mar, o en el patio de la casa o guardadas en las casas. Este tipo de
disposiciones, mas allá de que se realizan con la mejor intención, no es la disposición
reverente que la Iglesia requiere de los restos de un fiel católico “’, explica
el Padre Marco A. Rivera, Vicario presidente de la corporación sin fines de
lucro Servicios Funerarios Católicos, Inc.
Actualmente, la Iglesia guía a las familias enseñándoles
que el mismo respeto que le tenemos al cuerpo del difunto por ser Templo Del Espíritu
Santo debe darse a los restos cremados, por las mismas razones. Los restos deben
colocarse en un recipiente digno, al igual que se hace con el cuerpo, y deben
depositarse en un columbario. El lugar de los restos debe marcarse con una
placa o lápida que conmemora al difunto ya que creemos en la resurrección en
cuerpo y alma, cuando Nuestro Señor vuelva en su segunda venida y realice su
promesa.
Fuente: El Visitante
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