Una vieja crítica que muchas sectas lanzan contra la
Iglesia católica.
A muchas personas se les oye decir lo siguiente: "¿Por qué el Vaticano no vende todas sus riquezas en edificios y
obras de arte para darle de comer a los pobres?".
¿Cómo responder con total fundamento y seguridad ante los comentarios sobre las riquezas del Vaticano?
¿Cómo responder con total fundamento y seguridad ante los comentarios sobre las riquezas del Vaticano?
1. No se puede comparar las necesidades económicas de la
Iglesia en nuestros tiempos con las necesidades económicas del pequeño grupo de
los apóstoles reunidos en torno a Jesús. Algunos hacen dialéctica sobre este
punto: Jesús nació pobre en Belén y el Papa, en Roma, vive en un rico palacio.
El mismo Jesús comparó a su Iglesia con un grano de mostaza
que una vez sembrado se convierte en un gran árbol que cobija entre sus ramas a
todas las aves del cielo (cf. Mt 13,31-32). Jesús, por su ministerio itinerante
y el reducido número de sus discípulos, no necesitaba casas ni posesiones. Sin
embargo, necesitaba de la generosa colaboración de algunas personas, las cuáles
lo seguían y ayudaban con su dinero: Le acompañaban los Doce, y algunas
mujeres... que les servían con sus bienes (Lc 8,1-3).
Por otra parte, Jesús hablando muchas veces del mal uso de
las riquezas y del bien de la pobreza, nunca profirió ninguna palabra en contra
de la riqueza y esplendor del Templo de Dios; por el contrario, expulsó
enérgicamente a los vendedores que profanaban la santidad del mismo (cf. Mt
21,12; Mc 12,42). En el Antiguo Testamento es el mismo Dios quien determina la
rica ornamentación de la Tienda de Reunión y luego del Templo divino. Esto nos
manifiesta cómo el Evangelio enseña no se debe escatimar en ornamentar la casa
de Dios. Y así lo han entendido los grandes santos, como el santo cura de Ars, quien,
viviendo para sí en la extrema pobreza, nunca fue mezquino en gastos para la
casa de Dios.
2. Cuando se habla de las riquezas del Vaticano no hay que perder de vista que se está hablando
de bienes culturales que son patrimonio de la humanidad, y de los cuales la
Iglesia no es más que la custodia segura. El Vaticano, fuera de sus templos, es
un gigantesco museo, bibliotecas, etc. Si el Papa tuviese que vender esos
bienes para ayudar a los pobres, con mayor razón tendrían que vender cada
nación y estado sus propios museos y bibliotecas y patrimonios culturales para
ayudar a los pobres de sus propios países.
Se trata de una ridiculez y un sinsentido, pues el hacer pasar estos
bienes a personas particulares (que podrían comprarlos) sería privar a todos
los estudiosos y personas de todas las creencias religiosas que se benefician
con ellos, al ser puestos a la disposición general por la Santa Sede que los
custodia. Allí acuden innumerables personas del mundo entero para conocer parte
del patrimonio científico, filosófico, teológico y artístico de la humanidad. Además, es evidente que ésta no sería ninguna solución para
la pobreza en el mundo, la cual pasa por la conversión del corazón de los
gobernantes y magnates de la tierra. Hay estadísticas según las cuales si se
vendiese todo el Vaticano sólo se daría de comer a los pobres durante tres días.
Hemos dicho que la Iglesia ha crecido enormemente desde los tiempos de
Cristo. Hay que tener presente, por eso, que, como ha explicado monseñor Sergio
Sebastiani, presidente de la Prefectura de los Asuntos Económicos (Zenit 8 de
julio de 1999), aun siendo una institución cuya tarea es estrictamente
espiritual, necesita dinero para cumplir con su labor. La mayor parte de los
gastos de la Santa Sede se destinan a mantener lo que se llaman «actividades
institucionales», una voz del presupuesto vaticano que abarca todos los
organismos de la Curia Romana: las congregaciones, los consejos, los
tribunales, el Sínodo de los Obispos, las Oficinas, etc. En total, estas
instituciones cuentan con 2.581 empleados. Se trata de todas aquellas personas
que asisten más de cerca al Santo Padre en su ministerio al Servicio de la
Iglesia en el mundo. Estos organismos están llamados a ofrecer servicios que no
producen entradas económicas.
Incluso hay obras que sólo ocasionan pérdidas económicas,
pero que se mantienen por el valor apostólico que representan, como el
periódico L´Osservatore Romano que actualmente tiene 36 mil suscriptores, y
Radio Vaticano que ahora transmite en 47 lenguas (Zenit 23 de junio de 2000).
4. Por otra parte, la Santa Sede, así como muchas
instituciones de la Iglesia ayudan económicamente de manera fue importante a
las personas pobres. Para tener una idea, en los años 1998-1999, sólo Caritas italiana distribuyó 34,5 millones de dólares destinados a 69
países de los cinco continentes (Zenit 18 de enero de 2000).
Y en cuanto a la caridad personal del Papa, él destina para las obras de
caridad y para sostener las Iglesias más necesitadas, lo que se denomina el Óbolo de San Pedro, que es fruto de las ofertas de los fieles para
ayudar al Papa en su fin caritativo. En el año 1999, estas ofertas ascendieron
a 55.313.587 dólares, que luego el Papa destinó a obras caritativas (Zenit 23
de junio de 2000), como son escuelas, leproserías, hospitales, centros de
asistencia especiales, zonas azotadas por grandes calamidades (terremotos,
sequías, hambre, etc.).
La Santa Sede también ayuda al sostenimiento de los Lugares Santos y de las Obras misionales.
No se
puede acusar a la Iglesia de que no ayude a los necesitados por el hecho de que
no venda sus bienes culturales. Por el contrario, las grandes obras de
misericordia que ennoblecen la humanidad han sido invento e iniciativa de la
Iglesia. Ella inventó los hospitales, los orfanatos, los cotolengos, los
hogares para discapacitados, las mismas universidades. Si hoy podemos asistir a
una universidad es gracias a la Iglesia; si hoy podemos acudir a un hospital es
gracias a la Iglesia.
5. En cuanto a la vida personal del Papa, él vive modestamente, sin
propiedades personales. Don
Bosco
cuenta que cuando fue a visitar a Pío IX, al Papa no le quedaba ni un centavo
para sus gastos personales, y que su habitación era tan pobre y sencilla como
la de los chicos que él juntaba por la calle. Un periodista narra
que el Papa Pío XII murió en su habitación que era sumamente sencilla,
recostado en una pobre cama de hierro; su comida diaria consistía en unas pocas verduras. El médico de San Pío X, asistiéndolo en su enfermedad, quedó
desconcertado al comprobar que el gran Papa llevaba puesto debajo de su Blanca
Sotana, unos pantalones remendados como los de cualquier pobre del pueblo. El
Papa al morir, ni siquiera deja a sus familiares sus bienes personales; sólo su
enseñanza y buen ejemplo. Vive y muere pobre como Jesús.
Por: P. Miguel Ángel Fuentes, V.E.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario