Fallece pareja con sus 4 hijos
7 consejos ante la muerte de un ser querido
Las dos verdades absolutamente ciertas de la vida son
nuestra existencia y lo inevitable de nuestra muerte. Todos los hombres mueren,
pero no todos viven.
La muerte es un momento
de dolor donde sólo la fe puede iluminar de esperanza ese momento de tristeza.
La muerte duele porque es un parto al cielo. Cuando muera un ser querido piensa
si existía un “derecho” para retenerlo aquí y si era más tuyo que de Dios. Mira
si no es egoísmo querer privarle de lo que ahora tiene: la felicidad eterna.
¿Estás seguro de que más tarde se iba a salvar…?
2. ¿Qué es la muerte? La muerte no tiene la última palabra:
la vida no termina, se transforma. Los hombres que contemplan el sepulcro de
Jesucristo viven en la esperanza de la Resurrección. La muerte nos revela lo
que el hombre es: “polvo, ceniza, nada”. Quien muere deja una luz y alcanza
otra. La muerte es el paso a la eternidad. La muerte es fin e inicio. Morir en
gracia de Dios significa conquistar la cumbre, la meta, el abrazo eterno del
Padre. San Francisco cantó: “Y por la hermana muerte, ¡loado mi Señor! Ningún
viviente escapa de su persecución; ¡ay, si en pecado grave sorprende al
pecador! ¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!”.
3. ¿Es mejor vivir o morir? “Para mí la vida es Cristo, y la
muerte, una ganancia. Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo
fecundo, no sé qué escoger... Me siento apremiado por las dos partes: por una
parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo
mejor...” (Flp 1, 21-23). La felicidad del hombre consiste en amar y ser amado.
Cuando un alma parte a la casa del Padre ahí es amada por Dios y ama a Dios. Un
día el hombre dejará de sonreír, de caminar y de cantar… pero nunca dejará de
amar. En vez de recibir la muerte con lágrimas, deberíamos recibirla con una
sonrisa porque nos conduce al encuentro, cara a cara, con nuestro Creador.
¿Qué podemos aprender de la muerte? En la entrada de un cementerio
español está escrito: “Hoy a mí, mañana a ti”. Lo capital para el hombre no es
morir antes o después, sino bien o mal. San Agustín confesó: “Como es la vida,
así es la muerte”. Ten presente que “Cuando un padre muere es como si no
muriese, pues deja tras de sí –algunas veces- un hijo semejante a él”. (Si. 30,
4).
5. ¿Hay que temer la muerte? No, pero cuando se tiene miedo,
por algo será… Opta por una muerte que te lleve al cielo. Que no te pase como
aquel epitafio que decía: “Aquí yace un hombre que murió sin leer el libro que
lo iba a salvar: la Biblia”. O aquel otro que decía: “He aquí un ateo que no
tiene a dónde ir”. Hay que vivir de tal manera que si volviéramos a nacer
elegiríamos seguir el mismo camino. Santa Teresa no temía la muerte, al contrario,
ella decía: “Muero porque no muero”. Para desear la eternidad es necesario
imaginar el abrazo del Padre.
6. ¿Por qué existe la muerte? Porque el hombre quiere ver a
Dios y para verlo es necesario morir. El hombre surgido del polvo debe retornar
al polvo y el alma surgida de Dios debe volver a Dios. Las dos verdades
absolutamente ciertas de la vida son nuestra existencia y lo inevitable de
nuestra muerte. Todos los hombres mueren, pero no todos viven. San Ambrosio
predicó: “Es verdad que la muerte no formaba parte de nuestra naturaleza, sino
que se introdujo en ella; Dios no instituyó la muerte desde el principio, sino
que nos la dio como un remedio (...). En efecto, la vida del hombre, condenada
por culpa del pecado a un duro trabajo y a un sufrimiento intolerable, comenzó
a ser digna de lástima: era necesario dar un fin a estos males, de modo que la
muerte restituyera lo que la vida había perdido. La inmortalidad, en efecto, es
más una carga que un bien, si no entra en juego la gracia (…) No debemos deplorar
la muerte, ya que es causa de salvación”.
7. ¿Por qué no sabemos el día que vamos a morir? Si
supiéramos el día de nuestra muerte no viviríamos cada día con la misma
intensidad. Nadie sabe ni cómo ni cuándo morirá. Nadie por más que se esfuerce
puede añadir una hora al tiempo de su vida. La muerte es lo más cierto, pero el
día es lo más incierto. No olvides que no es necesario ser viejo para morir. No
vale la pena indagar el cómo, el cuándo ni el dónde moriré; pero sí vale estar
preparado.
8. ¿Qué actitud debemos tomar ante la muerte de un ser amado?
No rechazar a Dios porque nos lo ha quitado, sino agradecerle porque nos lo ha
dado. “¿Conviene llorar a un muerto? Sí, pero no lamentarse cuando muere en
aras de Dios”, como dijo un amigo. Dios es misericordioso y “la misericordia se
siente superior al juicio” (St 2, 13) Porque “nuestra maldad es una gota que
cae en el océano de la misericordia de Dios”. “Jesucristo crucificado está como
un tapón entre la muerte y el infierno”. Dios es comprensivo porque sabe todo y
saberlo todo es perdonarlo todo. Jesús nos enseñó: “Sed misericordiosos como vuestro
Padre celestial es misericordioso”. Mientras que el apóstol Santiago escribió:
“Habrá un juicio sin misericordia para el que no tenga misericordia hacia los
demás” (St 2, 13) Recuerda: para obtener misericordia para uno mismo, es
necesario tener misericordia hacia los demás. “Al final de la vida sólo queda
lo que hayamos hecho por Dios y los demás”.
Por: Ricardo Ruvalcaba, L.C. | Fuente: Catholic.net
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