Hoy
es católica entregó su sexualidad a Dios y hoy es feliz
Robin
Teresa Beck, de 59 años, no tiene miedo de decir a quien quiera oírla, incluso
al mismo Papa Francisco, que la homosexualidad convirtió su vida en un infierno
de sufrimiento, oscuridad, sueños hechos añicos y grandes remordimientos. Tras 35 años de
comportamiento homosexual vivido en 12 relaciones,
Robin sabe exactamente de qué está hablando. “En mi experiencia, es
imposible tener una relación homosexual sana porque va contra el modo como nos
hizo Dios”, dijo a LifeSiteNews, añadiendo que es "cruel" que
cualquier líder religioso mire favorablemente a este tipo de relaciones. Leía
la Biblia a su manera... hasta un Miércoles de Ceniza Hace sólo unos cinco
años que todo cambió para Robin, una acérrima protestante que retorció la
escritura para adaptarla a su estilo de vida gay, cuando un día - por un deseo
repentino - decidió entrar en una iglesia católica para recibir la ceniza
durante la misa del Miércoles de Cenizas. Ella entró sólo por la ceniza,
pero Dios tenía otros planes. Robin narra la dramática historia de su vida
en un libro publicado en 2012, I just came for Ashes (Vine sólo para las
Cenizas,). Procede de un hogar roto con dos padres alcohólicos y su padre
abusaba físicamente de su madre y lo hacía con ira. Cuando era muy joven Robin
vio cómo su padre golpeaba, empujaba y hacía "cosas degradantes" a su
madre. Se recuerda a ella misma cerca de la escena mirando a su madre llorar
mientras era maltratada. Robin tenía un miedo terrible de su padre y creía que
la podía matar ante la más mínima provocación. Recuerda un solo momento de
ternura de su madre. Tenía unos tres años cuando su madre un día,
inesperadamente, la cogió en brazos para acunarla. Fue la única ocasión en toda
su infancia en que Robin se sintió "segura y feliz". Con cinco años
Robin ya era el consuelo de su madre cada vez que su padre la maltrataba.
Pensaba en ella misma como una salvadora.
La
religión se convirtió en una vía de escape para Robin. Ir a los servicios
litúrgicos con su hermana mayor se convirtió en su vida. Deseaba que Dios
viniera y la rescatara del maltrato verbal, emocional y físico que sufría en
casa a diario. Robin estará siempre atormentada por el día en que, con siete
años, supo que su padre se había ido de casa para siempre. Recuerda que salió
hecha una furia de su casa, levantó los ojos al cielo y gritó: “¿Por qué Dios?
De todos los niños del mundo, ¿por qué has elegido que esto suceda en mi
familia?”
Robin
estaba ya en el instituto. Su padre estaba físicamente ausente y su madre
luchaba con una enfermedad que la iba debilitando. Recordando esta época, se da
cuenta ahora de que sentía un gran vacío en su corazón y que necesitaba
desesperadamente que alguien -quien fuera- la amara. Un profesor de
música del instituto reconoció su don para el canto. Empezó a tratarla como la
hija que nunca había tenido. Ella disfrutaba con su atención. Pasó muchos
momentos felices con la familia de este profesor, experimentado una vida de
amor y alegría que desconocía, pero que la renovaba y la devolvía a la vida.
Pero una vez acabado el instituto, la relación fue desapareciendo y Robin se
sintió traicionada. Juró que ningún otro hombre entraría en su corazón jamás.
Un deseo de amor mal enfocado
En la
facultad, cuando tenía 19 años, Robin conoció a una mujer que la invitó a un
encuentro de oración carismática donde experimentó una efusión del amor de Dios
que le hizo arder el corazón por la fe cristiana. La relación con su nueva
amiga se hizo más profunda y se desarrolló en una amistad íntima que
rápidamente se convirtió en sexual. Duró siete meses y Robin se quedó
destrozada cuando terminó. Robin intentó huir de sus problemas cambiando a una
universidad evangélica. Un día se puso furiosa cuando supo que su antigua novia
había empezado a salir con un hombre. Buscó consejo en una de las maestras, lo
que resultó en otra amistad íntima que se convirtió en sexual en unos meses.
Recuerda que se convirtió en “un caso totalmente perdido” durante ese tiempo y
concluyó que "había algo que iba muy mal en mí”. La dirección de la
escuela tuvo conocimiento de la relación homosexual entre las mujeres y
quisieron despedir a la maestra y echar a Robin, pero dejaron que ambas
terminaran el semestre.
Una congregación
"gay"
Robin y la maestra vivieron juntas durante unos años. Entraron a formar
parte de una iglesia donde se congregaba la gente homosexual. Al poco
tiempo decidieron parar su actividad homosexual. Robin esperaba que su relación
duraría para siempre. Pero no fue así. Robin creyó que su lucha contra la
rabia, la inseguridad, la posesividad y los celos fueron la causa de que su
pareja se fuera. Buscando a la madre que nunca tuve La vida de Robin
continuó por una espiral descendente. Conoció a otra mujer en la iglesia
gay que la convenció de que ella era real y verdaderamente lesbiana. Pero esta
relación tampoco duró mucho. Mujer tras mujer, relación tras relación,
Robin buscaba desesperadamente un amor que durará, un amor que satisficiera el
deseo de su corazón. “Las cosas siempre empezaban genial y yo estaba
segura de que esa vez había encontrado finalmente a la pareja perfecta. Pero en
menos de un año acababa sintiéndome fatal, preguntándome qué diablos estaba
haciendo y me iba”, Pasó de una relación lesbiana a otra, a veces estando
en más de una al mismo tiempo, asegurándose así de no estar sola y sin amor un
instante. Mirando atrás, Robin se da cuenta ahora de que elegía parejas
que, como ella, eran psicológicamente problemáticas. “Seguía teniendo la
esperanza de encontrar una mujer estable, cariñosa y maternal que sanara mi
corazón. En otras palabras, buscaba la madre que nunca tuve”, escribe.
Robin
contó que ahora ella cree que la “mayoría de las lesbianas que tienen
relaciones adictivas con otras mujeres han tenido una falta de relación con la
madre”. “Sé que esto es verdad para mí. No recibí el cariño que necesitaba
de mi madre. Tenía está herida a causa de mi madre que intenté sanar
relacionándome con otras mujeres a las que les pedía que me dieran lo que mi
madre no supo darme”. Cuando tenía 46 años Robin inició su undécima
relación, esta vez con una mujer casada y con hijos. “Tendría que haber huido,
pero pobre y loca de mí, sin ninguna voluntad, cedí a mi necesidad emocional y
empecé una relación con ella", escribe. Una enfermedad seria la mantuvo
ingresada en el hospital dos semanas. Recuperó en parte su salud y descubrió
que esta mujer, mientras tanto, había decidido abandonarla. “Fue uno de los
días más dolorosos y terribles de mi vida", Ese dolor le proporcionó la
ocasión para examinar su vida.
Cadena de relaciones rotas
“Miré a este tren ruidoso tras once relaciones y supe que Dios quería que saliera de este naufragio, pero la mayoría de los días no podía con ello. Me tumbaba boca abajo en el suelo y lloraba ´ ¡Oh Dios, por favor, dime que esta no es mi vida! ´. Seguía esperando que al despertarme pudiera ver que había sido una pesadilla. Pero era mi vida y tenía que apropiarme de ella, de cada minuto de ella".
Por: Pete Baklinski
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